t Unidas. Paula, Inés y Teresa, en el entorno de la EPI, en Gijón. PALOMA UCHA

El salto de las asturianas hacia la igualdad

Tres generaciones. Teresa, Inés y Paula, abuela, madre e hija, ejemplifican los avances conseguidos por las mujeres en los últimos tiempos

SUSANA D. TEJEDOR

Domingo, 5 de marzo 2023, 01:20

Cuando Teresa Ramón nació no había lavadora, ni televisión, ni mucho menos internet. Hoy, a sus 79 años, maneja el ordenador, el móvil y el libro electrónico; y piensa que comprar a través del ciberespacio no solo es una gran ventaja que hay que aprovechar ... porque es muy cómodo y rápido, sino «casi una necesidad».

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Cuando llegó al mundo Inés Suárez, hablar por teléfono era únicamente descolgar unos aparatos fijos o recurrir a las muchas cabinas públicas que se podían encontrar a lo largo de las ciudades. Internet era aún una palabra por descubrir. Eso sí, la televisión comenzaba a estar presente en muchos hogares, incluso adquirió colorido, y las máquinas eran, mayoritariamente, las que lavaban la ropa. Hoy, maneja todo tipo de tecnología en su trabajo y en su vida cotidiana. Tiene 52 años, pero recuerda cuando lo hoy habitual era algo extraño.

Paula Ruiz va camino de cumplir los años que le otorgarán la mayoría de edad. Desde que tiene uso de razón, dice que en su entorno y en los cercanos la tecnología se disponía en distintos formatos muy accesibles para todos. Esa tecnología que, asegura, «va demasiado rápida», y está convencida de que «nunca va a parar».

A menudo, la benjamina ha escuchado a su abuela Teresa y a su madre, Inés, hablar de ese otro mundo que ella nunca conoció, pero lo tiene muy presente porque las mujeres de su familia han sido y son «unas luchadoras».

Curiosamente, afirma: «Yo pensaba de pequeña, siempre, que la vida era en blanco y negro». Así que muchas de las vivencias de sus antecesoras, claramente, han quedado grabadas en su mente.

Son tres generaciones de mujeres de una misma familia, que viven en una sociedad en la que «se han conseguido muchos derechos» pero en la que «aún hay un camino por recorrer».

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Paula Ruiz 17 años

«En algunos casos creo que se ha conseguido ya la igualdad»

Dice Paula que entre su grupo de amigos y compañeros de clase no se cuestionan temas de igualdad de género, aunque reconoce que ella ha escuchado las historias vividas por las mujeres de su familia y es importante conocer sus luchas para valorar el legado.

«Una privilegiada»

Teresa se siente «una privilegiada» porque su padre le permitió estudiar una carrera, conducir su propio coche e, incluso, siendo adolescente, ir sola en tren a Madrid y estar un par de días allí en un piso que le prestaron unos parientes. Es más, su padre fue de los primeros que contrató a mujeres en su empresa.

Eso que a Paula le parece algo «incuestionable», a Teresa la convirtió en una mujer diferente a muchas de sus amigas y compañeras de generación. «Yo nací en una familia con un padre muy adelantado, que se compró una televisión cuando solo daban la carta de ajuste y allí nos sentábamos delante del aparato toda la familia durante meses para ver esa carta de ajuste», cuenta.

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Su afán por romper esa sociedad tan estricta y encorsetada en algunos aspectos, le llevó a comprarse un 'ebook' nada más salir al mercado. «Soy muy aficionada a leer y, como vi que ya no tenía espacio ni tanto dinero para seguir comprando libros en papel, lo pedí a Estados Unidos; al llegar a la aduana, lo pararon y tuve que pagar para que llegara a mi destino. La broma me costó un 'pastón' y no se lo dije a nadie».

Pero también relata que sus coetáneas han seguido caminos diferentes. «Me reúno con mis amigas a tomar café y muchas de ellas no saben ni abrir un móvil y mucho menos manejar un ordenador».

Eso -matiza Inés- es un grave problema, ya que para realizar muchos trámites solo existe la opción de llevarlo a cabo a través de internet. «¿Cómo puedes obligar a una persona mayor a realizar ciertas operaciones bancarias únicamente por internet?», pregunta Inés, pese a que Teresa es de la opinión de que quien no tiene comercio por internet está desfasado.

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Paula está convencida de que en algunos casos «se ha conseguido la igualdad» y comparte con su madre y su abuela la creencia de que, «si una persona es una buena profesional, da igual que sea hombre o mujer». La paridad le parece algo fuera de lugar y no acaba de entender que aún se siga pensando en esos términos. «En la Universidad las diferencias casi no se aprecian, depende del departamento», afirma Inés, que no comulga con «la paridad forzosa», pero cree que «está bien que haya hombres y mujeres» en ciertos ámbitos laborales porque «eso se traduce en la posibilidad de compartir diferentes puntos de vista» y siempre es enriquecedor.

A Paula no le condiciona que la carrera por la que al final se decida tenga más alumnos que alumnas, o viceversa, ni a que a la hora de ejercer su profesión el espacio esté más o menos feminizado, pero su madre, Inés, directora de la Escuela Politécnica de Ingeniería, le ha contado en distintas ocasiones que el mundo que la joven Paula vive en estos momentos no siempre fue así. Ni mucho menos.

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Teresa Ramón 79 años

«Algunas de mis amigas no saben manejar un móvil»

Reconoce que le tocó vivir en una sociedad encorsetada, pero su carácter inquieto y algo rebelde le permitió conducir pronto su propio coche, estudiar e impartir clases a un grupo de mineros jubilados a los que no les gustaba nada tener a una mujer de profesora.

Entrevistas de trabajo

«En más de una ocasión me presenté a entrevistas de trabajo y, nada más comprobar que era una mujer, me dijeron que no les interesaba. Y cuando conseguías que te escucharan te preguntaban si tenías hijos o estabas embarazada». «¡Qué fuerte!», responde Paula mientras la escucha. «Entre mis compañeros de clase de segundo de Bachillerato, no se habla de esas cosas. No percibo un machismo entre los chicos».

Pero sí lo hubo y aún lo hay, le recuerda Teresa. Quiso estudiar Arquitectura, aunque, reconoce, «vagueaba demasiado», así es que se decantó por Delineación porque se le daba muy bien el dibujo. «El padre de una amiga mía era profesor en la escuela y le dijo a mi madre que nada de estudiar allí que estaba lleno de 'quinquis'». Ahí finalizó su aventura como delineante, por lo que acabó decantándose por Decoración.

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También intentó ir a Inglaterra a estudiar el idioma, pero su madre, «que era un poco 'carca'», no la dejó y, finalmente, no fue. Hoy, Paula habla de Erasmus con sus compañeros y está pensando en estudiar «algo relacionado con la salud, posiblemente Medicina».

Inés tiene otro hijo y dice que a ambos les ha educado de igual forma. «Mi abuela alucinaba cuando nació mi primer hijo y era mi marido el que cambiaba pañales».

Esta abuela de Inés, madre de Teresa, había criado a siete hijos, seis mujeres y un varón, «que vivió a cuerpo de rey por ser el chico, aunque cuando se casó le tocó cambiar pañales y hacer tareas como hicieron antes cualquiera de sus hermanas», rememora Teresa. Ella misma tuvo tres hijas (Inés es la mayor) y dos hijos, y cuenta orgullosa los chicos cocinan muy bien y uno de ellos, incluso, tiene una gran habilidad para coser».

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Inés Suárez 52 años

«Me rechazaron en entrevistas de trabajo solo por ser mujer»

Es la actual directora de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, algo que, reconoce, «levantó mucha expectación en su momento». Cree que es positiva la presencia de hombres y mujeres en los ámbitos laborales porque eso genera «distintos puntos de vista».

«Mucha expectación»

Inés es la primera mujer que dirige la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, «lo que levantó mucha expectación», algo que le sorprende a su hija.

A modo de ejemplo ilustrativo, Inés relata cómo recientemente, a la hora de imprimir los diplomas de graduación, que ya vienen con unas plantillas cerradas, comprobó que al final constaba 'El director' y espacio para la firma, sin opción a poner 'La directora'. La única solución viable antes de plasmar su firma Inés fue añadir, junto a 'El director', 'La directora'.

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Cuenta también Inés que ella cursó los estudios de Ingeniería Superior en la escuela que hoy tiene a su cargo y al recibir el título impreso vio que constaba la palabra 'ingeniera', «algo a lo que ya me acostumbré pero que me sonaba fatal al principio, porque yo estudié ingeniería y no entendía que hubiese que distinguir a la hora de hablar de la persona titulada».

Es el lenguaje inclusivo que no entienden ni comparten ninguna de las tres; «cosas absurdas», repite Teresa. Son anécdotas muy reveladoras que Inés ha vivido, Teresa entiende perfectamente y Paula espera no tener que pasar por ello.

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El empeño de Teresa en introducirse en diferentes ámbitos le jugó malas pasadas en más de una ocasión. Se apuntó a un curso de carpintería y ebanistería en el que había varias mujeres, pero, como le gustaba mucho la talla de madera, se inscribió en otro. «Solo había dos mujeres y vi tal discriminación que abandoné». Sin embargo, a los dos años volvió a intentarlo, eran tres mujeres, el resto hombres, pero concluyó el curso. Tanto es así que, con el paso de los años, llegó a dar ella misma clases de talla de madera. «Eran todos jubilados de la mina y, cuando uno de ellos vio que yo era la profesora y que no me dejaba manejar, se fue y nunca más apareció».

Respecto a la brecha salarial, Inés opina que, «generalmente, viene motivada porque las mujeres no acaban de llegar al mismo nivel profesional», con lo que el sueldo siempre acaba siendo menor. «Es una realidad: con las mujeres, aunque ocupan cargos directivos, siguen dándose situaciones nada equilibradas».

Paula tiene un profesor de inglés que les habla a menudo de la discriminación y les hace reflexionar acerca del entorno en el que viven, incluso mostrándoles casos de lo que ocurre en otros países. «Yo puse como ejemplo aprender a romper los techos de cristal» (una metáfora empleada para ilustrar la discriminación que sufren las mujeres en el ámbito laboral).

Teresa, Inés y Paula insisten en que lo importante es «nunca tirar la toalla» si quieres conseguir algo. Luchar por las ilusiones o empeños que tengamos cada una de nosotras, creen, es esencial. Las tres lo saben y lo aplican día a día.

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Junto a ellas, la otra abuela, Teresa Manso, de 92 años, es «un ejemplo» de lucha, de supervivencia y de logros aun en momentos muy complicados. Vivió la guerra, tuvo cinco hijos y con 40 años quedó viuda con todos sus niños demasiado pequeños. «Se empeñó en estudiar» y lo hizo en la Escuela de Comercio, aprobó unas oposiciones y trabajó en la Seguridad Social, muchos años a turnos, hasta su jubilación. Su nieta Paula cuenta: «Mi abuela lo paga casi todo por Bizum».

La benjamina de este grupo reconoce que, gracias a la lucha de todas estas mujeres, «hoy tenemos lo que tenemos y a ellas hay que estarles agradecidas eternamente por abrirnos el camino a las siguientes generaciones».

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