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Para el común de los mortales, que salta de bomba a la piscina tapándose la nariz con los dedos, ver a Pacome Pegaz en acción es como ver a un extraterrestre. Este joven ibicenco, de veintiún años, no parece de carne y hueso cuando se tira al mar desde veintisiete metros de altura y emerge de entre las aguas con una sonrisa, como si tal cosa. Cualquier otra persona, después de esa pirueta, ya no sería persona, pero él está más que preparado para hacer este tipo de acrobacias porque lleva entrenando para ello desde los trece años. «Empecé porque vi por Instagram a unos chicos noruegos, los pioneros en esto, que lo hacían y flipé. No sabía que los humanos podíamos hacer estas cosas», se ríe.
De hecho, no todos los humanos pueden ni deben hacerlas porque esta disciplina, conocida como 'Dods Diving', implica mucho entrenamiento y mucha habilidad. Los asturianos podrán comprobarlo este verano cuando los saltadores recalen en el Puerto Deportivo de Gijón, de la mano de la empresa B3, EL COMERCIO y Relevo. Será el 20 de julio en una jornada que permitirá ver a alrededor de cuarenta especialistas que exhibirán sus dotes durante todo el día. Por la mañana, practicarán las figuras que mostrarán en la competición y ya por la tarde, durante dos horas, darán rienda suelta al talento y se lanzarán desde una torre cuadrada de trece metros que la organización instalará en la zona.
Sus mortales dejarán al público más de una vez sin aliento, aunque Pacome Pegaz dice, con seguridad y algo de chulería, que él habitualmente no pasa miedo. «Solo lo siento alguna vez, cuando voy a hacer alguna cosa nueva, como por ejemplo, saltar desde más alto. Pero, más que temor, son nervios en el estómago porque estamos bastante entrenados».
Para poder dar volteretas en el aire y para lanzarse de cabeza y en plancha, hace falta «mucho ejercicio físico, sobre todo de hombros», recalca e insiste, llamando a la prudencia: «Hay que ir poco a poco. Empiezas saltando desde un metro y luego ya pruebas con dos, después con tres...».
No es cuestión de volverse loco y tirarse, a la primera de cambio, desde un acantilado porque eso puede traer consecuencias fatales. Hay que prepararse mucho para luego poder vivir momentos espectaculares como el que tuvo Pacome hace unos días. «Estuve en Oregón (Estados Unidos) y saltamos desde una cascada. Fue increíble porque estaba rompiendo el agua abajo y había mucho movimiento», recuerda emocionado.
Fue una de esas piruetas que se guardan en la memoria para siempre y este joven espera que las de Gijón también se claven en la mente del público que acuda a ver el espectáculo y que incluso nazcan nuevos aficionados. «Está fenomenal que se hagan estas actividades para que la gente las pueda ver en vivo», reivindica, convencido de que no es lo mismo ver un vídeo a través de las redes sociales que sentir la adrenalina en directo. «Por internet, se tiende a juzgar muy rápido lo que hacemos. Cuando nos conocen de verdad, se dan cuenta de que somos atletas y de que, aunque somos unos niños, nos lo tomamos muy en serio. La gente cambia su mirada hacia nosotros».
Pacome quiere romper prejuicios y apartar la sombra de la inconsciencia de este deporte que va ganando adeptos. «Este año en España está empezando a hacerse popular», reconoce y lo aplaude: «Estaría bien que fuera más internacional, que hubiera más actividades y también más competiciones».
De esa manera, más y más gente se sumaría a esta disciplina, a la que este joven ibicenco espera seguir vinculado muchos más años: «Mi reto es mejorarme a mí mismo». Ya no le vale con los acantilados de Ibiza, Pacome quiere llevar sus saltos y sus acrobacias por todo el mundo y demostrar que lo suyo es casi un arte.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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