Secciones
Servicios
Destacamos
EUROPA PRESS
Sábado, 11 de enero 2020, 14:41
Este próximo lunes día 13 de enero se cumple un año desde que Julen, de poco más de dos años, cayera en un pozo, de más de 100 metros de profundidad y pocos centímetros de diámetro, en una finca en Totalán (Málaga) y del que fue rescatado sin vida 13 días después tras unas tareas titánicas contra la montaña y casi sin descanso por parte de cientos de especialistas y con todo el país pendiente del desenlace, que resultó ser fatal.
Los hechos sucedieron poco antes de las 14.00 horas de aquel domingo. Los servicios de emergencia recibieron un aviso de que un niño había caído por un pozo profundo en una finca en la zona del Dolmen del Cerro de la Corona, de dicha localidad de la comarca malagueña de la Axarquía, cuando estaba con sus padres y unos amigos. Todos los efectivos se pusieron en marcha para lograr sacar al pequeño con vida de ese agujero de apenas 27 centímetros de ancho.
Un operativo formado por bomberos, guardias civiles, expertos como ingenieros y mineros de Asturias; empresas relacionadas con la construcción, Protección Civil, Policía Nacional; coordinado por el delegado en Málaga del Colegio de Ingenieros de Caminos, Ángel García Vidal, comenzó entonces con esperanza una operación de rescate «inédita en todo el mundo» de la que España estuvo pendiente de cada movimiento.
«Es como si Julen fuese el hijo de todos. ¿Si su hijo estuviese ahí iría a por él, no? Pues nosotros vamos a por él», describió García Vidal durante las tareas. Un pozo paralelo al de donde estaba Julen, el encamisado o entubado de la perforación y una galería fueron algunas de las infraestructuras que se tuvieron que realizar para llegar hasta el pequeño, haciendo frente a dificultades como la dureza del terreno, que requirieron incluso de microvoladuras.
La subdelegada del Gobierno en Málaga, María Gámez, ha asegurado a Europa Press que esos 13 días de rescate significaron «enfrentarnos a lo desconocido y a un reto muy complicado», además de a una «enorme angustia colectiva y personal»; aunque también fue un hecho, ha dicho, «que nos tocó la fibra sensible a todos y eso es lo positivo, sobre todo por la capacidad de trabajar ante una situación así».
En este sentido, ha destacado ese trabajo conjunto «entre organizaciones y personas tan distintas, desde los ingenieros y mineros, a la Guardia Civil o los que colaboraron de cualquier otra forma». «Esa coordinación tan extraordinaria que en situaciones normales hubiese necesitado 27 protocolos y varios años para redactarse se resolvió sobre la marcha», ha subrayado.
Gámez ha manifestado que esa «buena voluntad tan extraordinaria de todos nos hizo trabajar a destajo, sin descanso, en unas situaciones en las que todo el mundo se olvidó de sí mismo y eso podía haber entrañado algún peligro físico», aunque ha precisado que «afortunadamente no pasó».
Los padres del pequeño, José Roselló y Victoria García, agradecieron todas las muestras de apoyo y estuvieron en todo momento en la zona pendientes de las tareas, que terminaron a las 01.25 horas del 26 de enero cuando los equipos de rescate accedieron al punto del pozo donde se buscaba a Julen y localizaron el cuerpo sin vida del niño a unos 71 metros de profundidad, debajo de un tapón de tierra que arrastró en su caída.
Los agentes de la Guardia Civil que sacaron el cuerpo de Julen expresaron que tuvieron una sensación «agridulce» y «sentimientos encontrados» cuando lograron dar con el pequeño, pero «no con el final que hubiésemos deseado». No obstante, aseguraron que «en ningún momento» dejaron de creer que pudiera estar vivo y dieron «más de lo que podíamos para llegar a él lo antes posible».
El informe definitivo de autopsia realizado por forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga señaló que el niño murió por la caída en el pozo, a los pocos minutos tras la precipitación, y apuntó a que la causa del fallecimiento fue por traumatismo craneoencefálico y raquimedular, presentando dos fracturas, una en la zona occipital y otra en la región temporal izquierda.
Todo lo que pasó aquel 13 de enero de 2019 y las condiciones en las que estaba la finca y el pozo se verá en el juicio que comenzará el próximo 21 de este mes contra el dueño de la parcela por un presunto delito de homicidio por imprudencia grave. Una vista oral que se celebrará en el Juzgado de lo Penal número 9 de Málaga capital y continuará del 22 al 24 y los días 28 y 30 de este mes.
El acusado se enfrenta a una petición de tres años de prisión por parte de la Fiscalía y de tres años y medio de cárcel por parte de la acusación particular, en representación de los padres del niño.
El fiscal, en su escrito de acusación provisional, incide en que el procesado «no había señalizado ni advertido» de la presencia de la prospección e insiste en que «era el único conocedor» de la existencia del pozo por el que cayó el pequeño, añadiendo que «los demás desconocían» la presencia del mismo ya que «apenas se veía».
La Fiscalía indica que el día de los hechos el acusado fue junto con su pareja y su hija menor, así como con los padres de Julen y el pequeño a la finca. Cuando llegaron, el procesado aparcó en la explanada en la que había realizado una obra con una canalización o zanja y se dispuso a mostrar la parcela al padre del pequeño.
En un momento dado, Julen se puso a correr, según el fiscal, y al verlo, la pareja del acusado comenzó a gritar el nombre del menor, reaccionando «de forma inmediata» el padre, corriendo ambos en dirección al pequeño para pararlo y evitar «que se hiciera daño con las piedrecitas o las paredes de la zanja».
Según el relato, al llegar a su extremo final «de forma repentina y sorprendente» desapareció de la vista, ya que «Julen se coló por la boca del pozo que se encontraba a ras del suelo de la zanja, en el extremo final y sin tapar, precipitándose en su interior». La boca del pozo era de 27 centímetros de diámetro, reduciéndose posteriormente hasta los 21-22 centímetros.
El padre del niño intentó sin éxito sacar a Julen del pozo «lesionándose los brazos en su intento de alcanzarlo, apartó los dos bloques de hormigón que rodeaban la boca y metió una goma de regar con el intento de que se agarrara» pero «era imposible» pues «desconocía» que el pozo tenía 110 metros de profundidad.
La acusación de los padres, por su parte, también achaca al acusado una «negligencia» que es «extremadamente grave» y una conducta omisiva, al prescindir de la observancia de cualquier medida de seguridad, considerando que existen «multitud de infracciones normativas».
Por su parte, la defensa del acusado señala que no se sostiene la acusación por homicidio por imprudencia grave contra su cliente, insistiendo en la «imposibilidad de haber previsto el riesgo» de que el niño cayera y en que avisó varias veces de la existencia de pozos.
La Brigada de Salvamento Minero de Hunosa que se desplazó a Totalán (Málaga) para ayudar en el rescate del pequeño Julen del pozo en el que cayó lleva más de un siglo participando en actuaciones a la desesperada para salvar vidas en minas y túneles de los que siempre son los últimos en salir.
Dos ingenieros, dos técnicos y cuatro brigadistas se sumaron a los equipos que trabajaron para llegar hasta el menor.
Los expertos mineros movilizados para la búsqueda de Julen forman parte de una brigada constituida en 1912 a instancias de la empresa Duro Felguera y a la que se fueron sumando otras compañías con el objeto de unificar las pequeñas brigadas de cada una y dotarlas de mejores medios para aumentar su eficacia ante los accidentes.
Tras la progresiva desaparición de las explotaciones de carbón, la hullera pública Hunosa asumió en su integridad la gestión y el mantenimiento de un equipo ahora formado por una quincena de brigadistas que mantienen su sede en las instalaciones del pozo Fondón, ya cerrado al igual que el resto de minas de la empresa salvo el pozo San Nicolás, y sede además de su archivo histórico.
En esas instalaciones permanece de retén una brigada de diez de sus mineros para actuar ante emergencias y realizar simulaciones dado que el conjunto de sus integrantes, todos ellos voluntarios, simultanean esa labor con su trabajo habitual en los pozos.
Sergio Tuñón, director técnico de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias, declaraba a su vuelta del rescate que «no ha sido el peor escenario técnico en el que la Brigada ha actuado. Mineramente no representó una complicación excesiva. Al final cavamos unos cuatro metros». Matizó además que hicieron su trabajo «como siempre por nuestro libro rojo, el Reglamento Minero».
Tuñón confirmó que cuando llegaron «nos subimos y nos adaptamos a una solución que estaba planteada», que fue «difícil de coordinar», y que tuvieron tiempo para planificar todo el trabajo. «Somos mineros, excavamos en roca, sostenemos todo conforme a un libro rojo» aseveró.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.