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CONSUELO CUESTA
Viernes, 5 de abril 2019, 11:12
Ramón Sampedro fallecía el 12 de enero de 1998 tras tomar el cianuro potásico que le facilitaba Ramona Maneiro. Cuando tenía 25 años, se tiraba al mar desde un acantilado de As Furnas (A Coruña). Debido al impacto, se rompía la séptima vértebra al chocar contra una roca. A consecuencia del golpe, se convertía en tetrapléjico.
Cuando tenía 55 años y tras 30 años postrado en una cama, decidía quitarse la vida. Para ello, precisaba de la colaboración de varios amigos. Once personas en total. De todas ellas, cada una tenía una función específica. Uno de sus amigos le compraba cianuro, otro calculaba la porción necesaria y el siguiente hacía el traslado del veneno. Otra persona lo ponía en un vaso con una caña, para que lo pudiera tomar mejor.
Una vez que los forenses encontraron el cianuro postásico en el cuerpo de Ramón Sampedro, la primera persona sospechosa fue su compañera, Ramona Maneiro. Siete años después de su muerte Maneiro declaraba que se había encargado de administrarle el veneno.
La vida de Ramón Sampedro desde el accidente no había sido fácil. Había presentado varias demandas a los juzgados de Barcelona y La Coruña alegando el derecho de cada persona de ser el dueño de su propia vida.
Entre sus declaraciones destacan: «El derecho de nacer parte de una verdad: el deseo de placer. El derecho de morir parte de otra verdad: el deseo de no sufrir. La razón ética pone el bien o el mal en cada uno de los actos. Un hijo concebido contra la voluntad de la mujer es un crimen. Una muerte contra la voluntad de la persona también. Pero un hijo deseado y concebido por amor es, obviamente, un bien. Una muerte deseada para liberarse de un dolor irremediable, también».
Ramona Maneiro fue la última persona que le vio con vida. Había decidido trasladarse a su casa de Boiro. «Como pueden ver, a mi lado tengo un vaso de agua que contiene una dosis de cianuro potásico. Cuando lo beba, habré dejado de existir, renunciando a mi bien más preciado: mi cuerpo», declaraba en su vídeo póstumo.
«Considero que vivir es un derecho, no una obligación. He sido obligado a soportar esta penosa situación durante 28 años, cuatro meses y algunos días. Pasado este tiempo, hago balance del camino recorrido y no me salen las cuentas de la felicidad. (...) Solo el tiempo y la evolución de las consciencias decidirán algún día si mi petición era razonable o no», concluyó Ramón Sampedro.
La vida de Ramón Sampedro fue llevada al cine de la mano de Alejandro Amenábar en 'Mar adentro'. Le fue concedido además el Óscar a la mejor película extranjera.
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