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Rafa Gutiérrez Testón combina lectura y café. DAMIÁN ARIENZA
Rafa Gutiérrez: «En los bares hay un mapa de todas mis edades»
Los bares de mi vida

Rafa Gutiérrez: «En los bares hay un mapa de todas mis edades»

Rafa Gutiérrez se suma a dar su apoyo a la hostelería asturiana ·

«Durante el confinamiento, vimos la foto fija de cómo sería una ciudad sin hostelería ni comercio y no queremos volver a verla»

PABLO A. MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Sábado, 22 de agosto 2020, 02:16

El librero Rafa Gutiérrez Testón afirma que ha visto pasar su vida asociada a los nombres y al calor de ciertos bares y, ahora, detrás del mostrador de La Buena Letra la sigue viviendo, no solo como parroquiano, sino también como compañero del pequeño comercio en un momento en que se siente especialmente cercano al sector de la hostelería y consciente del apoyo que necesita por parte de todos. Nacido en Coballes (Caso) y criado en Gijón, es en esta ciudad donde confiesa: «Podría trazar un mapa evolutivo de todas mis edades dibujando los locales que las marcaron y continúan haciéndolo». En ese sentido, merecen un capítulo especial unos: «Esos establecimientos a los que fuiste con tus padres, luego solo y en mi caso con mi hija, que también acabará yendo por su cuenta». Son locales, que, en su opinión, forman también la identidad de cualquier ciudad: «Cuando han logrado perdurar tanto en el tiempo, la definen. Son parte esencial de su ser y de quienes la habitan».

Para Gutiérrez Testón, vitalidad de un lugar y punto de encuentro social son conceptos indisolublemente unidos al de bar. Pone el ejemplo de lo que representan los chigres en los pueblos de Asturias: «Son el lugar donde todo sucede y se relacionan los vecinos. En el momento en que se cierra uno, significa que la vida se acabó allí». Una percepción de lo que podría ocurrir si algo similar se produjese en nuestros núcleos urbanos «ya la experimentamos en el confinamiento. Entonces pudimos contemplar una foto fija de cómo sería la vida en una ciudad sin hostelería ni comercio. Lo vimos y esa sensación no la queremos tener».

El librero desvela que, durante los meses en que estuvieron cerradas forzosamente las puertas de sus locales avezados, una de las cosas que más echó de menos «fue el cafetín de las mañanas leyendo el periódico. Y fue una de las primeras que recuperé en cuanto se pudo. Me parece la mejor manera de empezar el día, informándote, acopiándote de energía y viendo cómo la ciudad va despertando y cobrando su pulso», revela. Allí, cerca de su negocio, están el Café Gijonés y el Mepiachi, dos de esos establecimientos a los que concede categoría de «bar hogar, un sitio en el que estás a gusto y al que puedes ir solo porque sabes que te va a encontrar a esa gente con la que has ido formando comunidad», explica.

Su nómina de bares favoritos está encabezada por algunos de esos que le han ido acompañando toda la vida: «El Café Gregorio, por supuesto, con el recuerdo a Chano y al equipo de fútbol playa. También la hamburguesería Los Vikingos, donde yo iba de guaje y donde mi hija comió su primer perrito caliente. O la pizzería Las Candelas, otra segunda casa, y el restaurante Casa Tino, con los calamares de pincho en las mañanas de domingo», cita con gusto.

Por afinidad de oficio, destaca la consolidación de establecimientos que combinan las actividades de bar y librería: «Toma 3, La Revoltosa, La Habitación Propia o Identidad Secreta, una muestra de que Gijón es una ciudad despierta y en constante reinvención». Tomarse un café o leer un libro «son necesidades básicas para la gente y ojalá no tengamos que volver a renunciar a ellas nunca», desea con toda su convicción.

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