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«Algún día tenía que lanzarme y hacer esto», cuenta, desde El Toboso, el matemático ovetense Pachu Martínez Serrano, que, en el instituto, oyó que un chico había recorrido Castilla-La Mancha mientras leía los capítulos del Quijote y pensó que él tendría que seguir ... sus pasos algún día. Tuvieron que pasar diez años para que encontrara el momento, pero ahora mismo está inmerso en pleno recorrido, ataviado como si fuera el protagonista cervantino.
«El disfraz me lo hice con una chapa de aluminio, que la recorté para que pareciera una armadura», explica, y prosigue: «El casco es un cuenco de Ikea, la espada es un palo de bambú y 'Rocinante' es mi bici con una careta de caballo que tenía por casa», se ríe. De esa guisa, el ovetense empezó hace ya unos días a pedalear en Tembleque (Toledo) y, ahora mismo, ya está en El Toboso. «Vengo de conocer a Dulcinea», bromea.
Él confiesa que «ir a todos los pueblos mientras lees los capítulos es espectacular». Se despiertan sensaciones muy diferentes a las que sientes cuando estás leyendo en casa. «Al ir viendo los molinos, especialmente los de Campo de Criptana, te puedes meter en la idea de que son un ejército de gigantes por la manera en la que están colocados».
Además, llegar a los lugares en bicicleta, después de muchos esfuerzos, hace que sea todo un logro. «Es distinto ir en coche, aparcar y sacarte una foto. De esta manera, se disfruta mucho más cada momento».
Y, para actuar como un auténtico caballero, Pachu duerme todas las noches al raso. «Me pongo con el saco de dormir y con la esterilla donde pueda», confiesa. «Se duerme bastante bien. Solo un par de noches estuvo fresquito», se ríe, al tiempo que aclara el motivo de sus pernoctas salvajes: «Los caballeros no han de pagar cuando van a una posada, así que yo no puedo ir a un alojamiento y pagarlo», explica. «Por ejemplo, en Villanueva de los Infantes me dejaron pasar la noche en una casa municipal que, para mí, como Quijote, fue un palacio».
Mientras este asturiano cuenta todas estas andanzas, es fácil imaginarse la curiosidad que despierta en los pueblos que va recorriendo. «Las caras de la gente son un poema», se ríe. «Se hacen fotos conmigo y se les escapa una sonrisa, así que es muy prestoso».
Está disfrutando tanto la experiencia Pachu que ya está pensando en cuál será su nueva aventura. «Sería interesante, por ejemplo, recorrer los pasos del Cid o hacer algo en Asturias, recrear algún hito histórico». Aunque también piensa en ponerse «en modo romano», porque «descubrir el paisaje en bici es un placer».
Parece mentira que Pachu se haya vuelto un apasionado de la historia y de la literatura, cuando en el colegio eran dos asignaturas que no le gustaban nada. Ahora las disfruta, sobre su 'Rocinante' metálico, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre nunca se olvidará.
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