Cristina Álvarez
Cristina Álvarez
Tras casi veinte años de docencia, Cristina Álvarez no ha perdido ni un ápice de ilusión ni de interés por la enseñanza. Maestra de educación primaria y madre de dos hijas, su vocación la llevó a estudiar un máster en Neuroeducación y a fundar el ... canal de YouTube @unProfesor, donde cuenta con más de millón y medio de suscriptores. Ahora, Álvarez comparte su experiencia y conocimientos en '¡Ya vamos al cole!' (Espasa), libro que da consejos prácticos sobre cómo acompañar a los niños durante la etapa de primaria fomentando su autonomía para realizar las tareas escolares, enseñándoles a gestionar sus emociones o ayudándoles con la lectura, la escritura y las matemáticas.
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–Tomar el aperitivo del domingo con nuestros hijos puede servir para enseñarles cosas. A restar aceitunas según nos las vamos comiendo, por ejemplo.
–Totalmente. De hecho, el momento comida o cena ya es de los pocos que compartimos con nuestros hijos durante la semana, y eso nos ofrece muchas posibilidades: primero para que nos expliquen su día y, después, para trabajar las matemáticas, como dices.
–«Los maestros enseñan y los padres educan», se decía antes. Hoy, en cambio, esa responsabilidad se comparte.
–Sí, eso lo teníamos grabado a fuego, pero ahora los maestros tenemos que educar siempre: cuando hay peleas entre los niños, cuando surge un conflicto en clase, estamos educando. Igual que los padres también enseñan cuando sus hijos les preguntan algo. Es bastante compartido, sí.
–Para solucionar esos conflictos en el aula ¿es importante enseñarles a gestionar sus emociones?
–Mucho. Por suerte, los maestros cada vez nos estamos formando más sobre educación emocional, aunque nos queda por aprender. Los niños son muy conscientes de las emociones desde bien pequeños, porque las trabajamos en el aula desde infantil.
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–El primer capítulo de su libro está dedicado a la lectura. ¿Cómo motivamos a nuestros hijos a leer?
–Sobre todo, han de ver que la lectura está alrededor de ellos. No puedes motivarles a leer si a ti no te ven leer. Por eso, lo primero es dar ejemplo y procurar que en casa haya libros no solo en su habitación, sino en las diferentes estancias del hogar: en la cocina, en su habitación, en nuestra mesita de noche… También hay que relacionar la lectura con momentos positivos, bonitos, por ejemplo, regalándoles un libro por su cumpleaños. Pero, sobre todo, la lectura tiene que estar presente porque, si se trabaja desde pequeños, al final acabarán amándola.
–Asociar la lectura con algo placentero, no obligatorio.
–Y tener paciencia, que a veces decimos «¡ay!, es que los compañeros de mi hijo saben leer y él no». Pues ya lo harán. Todo el mundo aprende a leer. Es que parece que llegan a primaria y tienen que saber leer, cuando hay muchos estudios que demuestran que el cerebro del niño no está preparado del todo para la lectura hasta los siete años, así que no hay prisa. Van a aprender a leer todos, aunque si alguno tiene dificultades hay que mirarlo, claro. Pero, sobre todo, no hay que agobiarlos, porque entonces es cuando pierden ese gusto por la lectura.
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–Y quitarles el miedo a las matemáticas.
–A veces, somos nosotros los que les creamos ese miedo diciéndoles que es una asignatura muy difícil o que no se nos daba bien. Y es al revés: tenemos que convertir todos estos comentarios negativos en positivos diciéndoles todas las cosas para las que les van a servir las matemáticas en la vida. Muchos niños tienen ansiedad matemática, que existe como tal, y, como no pueden salir de ella, se bloquean, y toda su vida serán malos en matemáticas.
«Que se mejore Alvarito»
–El grupo de WhatsApp de padres también da miedo.
–Mira, podría ser una buena herramienta si se utilizara bien, el problema es que muchas veces no sabemos utilizarlo, y me incluyo, porque yo soy maestra y soy madre. Debería de servir para cosas que tienen que ver con la educación escolar de nuestros hijos, para cuestiones comunes, no para hablar de un caso particular o para mandar mensajes a deshoras.
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–O para desearle a Alvarito que se mejore.
–Sí. «Que se mejore», «que se mejore», «que se mejore» [risas].
–¿Qué hacemos con las pantallas?
–Las pantallas tienen beneficios puntuales, por supuesto, pero los niños no pueden estar tantas horas delante de ellas porque no son capaces de gestionarlas: si ya nos cuesta gestionarlas a los adultos, ¿cómo lo va a hacer el cerebro de un niño de diez o doce años? Las pantallas hay que utilizarlas para tener algún aprendizaje, pero lo que no puede ser es que los tengamos muy protegidos en la calle y, en cambio, los tengamos horas delante de una pantalla desprotegidos totalmente: puede que haya más peligros en casa frente a una pantalla que fuera.
–¿Y con las extraescolares? Algunos niños tienen más agenda que un ministro.
–A veces, por temas de organización, de conciliación, las extraescolares las necesitamos más nosotros que ellos. Si necesitas que tus hijos vayan a una extraescolar tiene que ser algo que les guste y escogido por ellos. Además, también necesitan tiempo para jugar, y para aburrirse, y para estar con su familia, por eso hay que dejarles alguna tarde libre para estar en casa o ir al parque.
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