César le resuelve dudas de matemáticas a Evans Isibor en plena calle en Bilbao. MAIKA SALGUERO

Un profesor de matemáticas para el joven que pide en la calle

César de Miguel da clases en la calle a Evans Isibor, que llegó a Algeciras en patera y que ahora pide limosna en el centro de Bilbao

ALBA CÁRCAMO

Viernes, 15 de octubre 2021, 01:36

«Yo no he puesto en el cartel 'ayuda para comer', he puesto 'ayuda para trabajar'». Puede pasar inadvertido, pero ese matiz es toda una declaración de intenciones. Porque es lo que quiere Evans Isibor, un empleo. Sentado en la repisa de una entidad ... bancaria en la bilbaína plaza Campuzano, pide para poder subsistir hasta que consiga su meta. Lo hace por las mañanas, porque por las tardes, desde septiembre del pasado año, acude a clase para obtener el certificado de ESO. Y, en esa pelea, el joven nigeriano, afincado en España desde hace casi dos décadas, cuenta con el apoyo de César de Miguel. Este profesor jubilado, vecino de la zona, le despeja con gran pasión esas dudas que, como a todo alumno que lleva veinte años sin pisar un aula, le pueden surgir.

Publicidad

Es habitual verles juntos todos los días enfrascados en el estudio en la acera. Evans, en el mismo lugar en el que se gana la vida; César, en un taburete junto a él. «A veces me entra la vergüenza porque pasa mucha gente y nos vamos a un banco más alejado», explica el estudiante, muy conocido y apreciado por los vecinos.

A sus 34 años, ha decidido retomar su formación porque, en realidad, es a lo que vino aquí. «Mi padre era granjero en Nigeria y teníamos para comer, pero no teníamos dinero para que siguiera estudiando», recuerda. Cruzó el desierto, Argelia, Marruecos... y en una patera llegó a Algeciras. Tenía 15 años y «poca suerte». Recibió cursos de soldadura y carpintería de aluminio e hizo prácticas en una empresa. Con la mayoría de edad, cuando abandonó optimista el centro de menores en el que residía en Madrid, se empleó en la construcción, montando aires acondicionados... Y llegó la crisis económica que, como a tantos otros, le lanzó al abismo. Abandonó Madrid, buscó fortuna en Murcia y, sin ella, recaló hace casi cinco años en Bilbao.

Todos los días

«Gracias a la solidaridad de la gente» alquila una habitación en una vivienda compartida. A veces le llaman «para limpiar pisos en los que han hecho reformas», pero poco más. Así que, todas las mañanas, se quita «la vergüenza» y se sienta a esperar la caridad de los viandantes.

Y ahí estaba, en su repisa, cuando, conoció a César. Primero le saludaba; luego se paraba a hablar, le compraba comida en el supermercado... Cuando le comentó que quería retomar sus estudios, se volcó en su aprendizaje. «He hablado con su tutora y coincidimos en que tiene que ampliar su conocimiento del lenguaje», precisa el profesor. «Conociendo el idioma, entiendes mejor los enunciados de los problemas; y sabiendo matemáticas, puedes comprender mejor la historia».

Publicidad

«Estoy ilusionado. Cuando termine la ESO haré FP. De un oficio en el que haya trabajo», dice Evans. ¿Tú cómo te veías cuando llegaste a España? «Pensaba que a los 30 tendría un trabajo digno, y no este castigo, esta humillación». Enseguida cambia el chip y, con ayuda de su «padre adoptivo», mira hacia adelante.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad