Polémica con los bancos de la plaza del Parchís

Escasea, y su precio «ha tomado gran incremento». Algunos ejemplares fueron vendidos ayer, a precio de oro, en el almacén de Sánchez León, en el muelle de la Aduana.

Pues lea, lea: «Para ser fuerte, viril y lleno de vida es preciso tener sangre roja abundante y nervios sólidos». De lo contrario, «ensaye hoy mismo un frasco de Fosfonio Nuxado».

Finalizó en Madrid. En él «se acusa a diez procesados de asociación ilícita, como integrantes de la comisión coordinadora nacional de las llamadas 'comisiones obreras'».

Francisco Álvarez presentó con Quique Faes su libro 'Extrema derecha y racismo en Asturias', teniendo como invitado al acto al historiador Rubén Vega.

Eran doce los bancos que preveía instalar allí el Ayuntamiento, ni once ni trece; de piedra, e, «indudablemente», «muy ornamentales y bellos dentro de sus mismas líneas de sencillez, y si se cuida su limpieza darán con la nota alegre de la piedra blanca, tono y carácter a esa plaza moderna y céntrica, que por su situación y por el nombre que lleva» (el Parchís, popularmente; a la sazón, del Generalísimo; hoy, del Instituto), «bien conviene que sea atendida con todo cuidado». El proyecto no nos acababa de convencer, como se ve. «Los doce bancos en cuestión sirven de adorno ahí donde hace falta cuidar los detalles y pensar en dar al sitio esa fisonomía característica, ese aire, ese ambiente que toda plaza debe tener. Pero han de cumplir también otra misión. ¿La llenarán en realidad?». Ocurría, según leemos, que en la plaza solían reunirse «un buen número de personas que daban su nota de alegría, de vida, a tal sitio, que si hemos de considerar como plaza debe ser algo más que a modo de pulmón para las cosas y espacio de tránsito». Eran pocos los asientos, sin duda. La plaza pedía más.