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La periodista Sarah McMullan acudía al hospital de Glasglow en estado muy grave tras contraer sepsis, una enfermedad que curiosamente había tratado unas semanas antes en un programa de la BBC. La reportera británica había realizado una entrevista a Kimberley Bradley, una mujer que había estado ocho semanas en coma y que casi pierde la vida a causa de esta dolencia.
McMullan no pudo detectar los síntomas hasta que se encontraba «muy mal» y necesitó un tratamiento de urgencia. 'El asesino oculto' es otro de los nombres con el que se denomina a la sepsis, debido a la dificultad para detectarla.
Tras salir del hospital la periodista compartía su historia con un claro mensaje: «Un mes después de hacer esta entrevista, terminé muy mal con sepsis (…) Estuve una semana en el hospital y un par de semanas más de medicación y descanso. Si sospecha sepsis, no dude en buscar ayuda. Yo debería haber actuado antes», confesaba en las redes sociales.
«Empecé a sentirme mal, sentí frío y se me puso la piel de gallina», declaraba en el programa BBC Radio Scotland. «Entonces comencé a temblar físicamente y todo el color desapareció de mi rostro. Mis labios se estaban poniendo azules y mis manos estaban blancas como la tiza», explicaba.
Reconocer los síntomas «es la diferencia entre que sea de vida o muerte en algunos casos». Por eso, el locutor también instaba a la audiencia a buscar ayuda lo antes posible si desarrollan síntomas como un aumento rápido de la temperatura o escalofríos incontrolables.
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La sepsis es una complicación que se desarrolla después de una infección. El sistema inmunitario del cuerpo comienza a funcionar a toda marcha, lo que puede provocar un suministro sanguíneo reducido a los órganos. Si no se trata, puede provocar insuficiencia orgánica múltiple y la muerte.
En casos graves, se presenta insuficiencia de uno o varios órganos, la presión sanguínea disminuye, el corazón se debilita y el paciente se precipita a un choque septicémico. Una vez que esto sucede, los pulmones, los riñones o el hígado pueden dejar de funcionar rápidamente y el paciente puede morir.
Hay alrededor de 123.000 casos de sepsis en Inglaterra cada año. Según el NHS, alrededor de 37.000 personas mueren cada año de esta infección.
Los síntomas frecuentes de la sepsis incluyen fiebre, escalofríos, respiración y frecuencia cardiaca rápidas, sarpullido, confusión, y desorientación. El problema es que muchos de estos síntomas también son frecuentes en otras afecciones, lo que hace que la sepsis sea difícil de diagnosticar, en particular, en sus etapas iniciales.
Una vez diagnosticado, muchas de las personas que sobreviven a la sepsis grave se recuperan por completo y su vida regresa a la normalidad. Las excepciones aparecen en pacientes con enfermedades crónicas preexistentes que pueden llegar a sufrir un daño permanente en los órganos.
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