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El peregrino distraído, de Cuevas del Mar a la Fonte del Cai
HISTORIAS DEL CAMINO DE SANTIAGO

El peregrino distraído, de Cuevas del Mar a la Fonte del Cai

Ruta de la Costa. El andariego que atraviesa los últimos pagos del concejo llanisco para adentrarse en el de Ribadesella tendrá pocas oportunidades de caer en la monotonía mientras camina

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Domingo, 31 de octubre 2021, 18:50

El peregrino que atraviesa los últimos pagos del concejo llanisco para adentrarse en el de Ribadesella tendrá pocas oportunidades de caer en la monotonía mientras camina. Desde su salida de la villa de Nueva, el paisaje le ofrece un repertorio de panorámicas tan variado y variable que le resultará difícil en ocasiones saber hacia dónde mirar: si hacia las escarpadas y casi siempre envueltas en niebla sierras del sur, que avanzan en la misma dirección del viajero para encontrarse con los riscos del Sueve, a las praderías y florestas por las que discurre la ruta jacobea, entre caserías, viviendas turísticas y huertos murados, o hacia las rocas blanquecinas de arenisca que asoman en el límite de la rasa costera marcando el despliegue de los acantilados.

Pero, aunque vaya entretenido, seguramente no le pesaría llevar en la mochila un par de libritos que le iban a acompañar mucho durante el trayecto y que podría abrir por cualquier página en una parada de descanso, seguro de encontrar allí una línea feliz que le ilumine al contemplar el entorno que lo rodea. Los escribió un maestro de Pría y habla en ellos sobre todo del misterio mágico que destila ese paisaje a quien lo ve con la emoción del asombro o la inocencia, como lo vería la mirada limpia de un niño.

El itinerario del Camino de la Costa en este tramo sigue las mismas coordenadas del mapa idealizado en el que situó José García Peláez, Pepín de Pría, sus dos narraciones en verso: 'Nel y Flor' y 'La Fonte del Cai'. El poeta llanisco localiza la acción principal de la primera en la playa de Cuevas del Mar y la segunda en una Ribadesella que lleva del Faro de Somos o los viajes para La Habana de su tiempo a una nebulosa fábula de impronta medieval.

La naturaleza a la que describe y exalta en una rica lengua asturiana en ambas obras es la que se extiende entre los cantiles de Pría sobre la ensenada de Cuevas para avanzar por una de las zonas de bufones más activas de la costa oriental y cruzar las aguas del Guadamía entrando ya en tierras riosellanas.

Desde allí, una gaviota, si volase siguiendo el perfil sinuoso de los acantilados, llegaría a la ermita de la Guía.

Bajo ella, en el puerto, está La Fonte del Cai de Pin de Pría con unos versos grabados de su poema 'A Ribesella': «Mar, namorada terne d'aquesta Ribesella/ que coles foles beses y alluries col to son,/ que cantes nes sos peñes, que dexes na so oriella/granes de sal que güélvense de miel pal corazón».

La historia que relata García Peláez nos traslada a la Edad Media de los románticos y los autores de libros de caballerías. Como en las novelas artúricas, en 'La Fonte del Cai' aparecen un Rey Pastor, un mendigo sabio, un joven príncipe destronado y una moza abandonada por su novio que busca una fuente milagrosa.

La Ribadesella medieval, con su puerto ballenero y sus dársenas amarrando barcos llegados de Bristol o La Rochelle, la de las rúas empedradas de 'regodones' que fatigaban los peregrinos a San Salvador y Compostela, no se pinta en los versos de Pin de Pría, pero se intuye cercana en los campos, montes y florestas donde se localizan los distintos episodios.

En la trama y el reparto de personajes no desentonaría uno de aquellos caminantes a Santiago que llegaban a Ribadesella, bien por tierra o desembarcados en sus muelles de diferentes puertos de Europa. Al salir de la villa, bordeando la ría, el peregrino se vería de pronto rodeado por la niebla y, tras avanzar un buen trecho, guiándose tan solo por la ruta que le iba señalando, su vara llegaría al claro de un bosque en el que la 'borrina' se había despejado.

Allí se encontraría con el mendigo sabio y continuando su viaje, también con la moza que buscaba una fuente milagrosa, el joven Arbidel y finalmente al Rey Pastor. De todos ellos prometió el peregrino llevar recado al Salvador de Oviedo y al apóstol de Santiago para que les auxiliasen en sus respectivas cuitas.

Distraído en ir escuchando las historias que cada uno de ellos le contaba, el caminante perdió más de una vez el norte de su ruta y tampoco le importó demasiado alargar unas leguas más sus jornadas por conocer los sucesos tan extraordinarios que le relataban.

El último con el que se cruzó, el Rey Pastor, le indicó con su palo de avellano el camino por el que debía seguir. Pronto volvió a verse envuelto en niebla. No se detuvo. Avanzó a través de un bosque de robles, luego entre los roquedos de los acantilados. Llegó a una ermita. Descendió por un sendero al pie del santuario, la niebla escampó y vio frente a él los caños de la Fonte del Cai. El peregrino había vuelto a la villa.

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