La gijonesa ahonda en su reflexión subrayando que «para bien o para mal somos latinos, nos gusta la cultura de sentarnos en torno a un café, una cerveza, una comida. Representa el ocio para nosotros». Y señala que especialmente «en Asturias y en Gijón, no se entiende el ocio sin poder ir a tomarte algo e interactuar con el camarero. Es algo que siempre valoré mucho y ahora más todavía. Todo este tiempo estuve pensando: '¡Qué ganas tengo de que acabe todo esto!'. Y a partir de ahora creo que voy a dejar unas propinas tremendas, porque se lo merecen», confiesa.
En su vida personal, los locales de hostelería ocupan un lugar importante como espacios de reencuentro con sus personas queridas y su ocio, un ámbito que prefiere separar del profesional: «Precisamente por el valor que les doy como sitios donde desconectar, los contratos prefiero cerrarlos en los despachos», matiza la actriz, antes de revelar que «naturalmente, podría hacer un repaso total de mi vida recordando bares». Su lista empieza en Gijón: «Iba mucho al Mavy's y al Tango, en el Muro, son locales de mi adolescencia. Y era de ir a El Jardín más que al Tik o El Oasis. Luego me fui a Salamanca y al volver solía parar por la Cuesta del Cholo, pero pronto descubrí que lo que realmente me gustaba era salir a cenar y allí estaban El Planeta, El Candil (que ahora es Zascandil), Casa Fede o El Lavaderu. Sigo fiel a esos sitios y me encantan cada vez que me escapo por ahí», revela.
Este verano el trabajo no le dará mucho margen para regresar a su ciudad, algo a lo que dice «estar acostumbrada» y en los tiempos que corren, añade: «Toco madera para que siga así». Confía en que «vamos a recuperar la normalidad, hay muchas ganas y creo que lo conseguiremos antes de lo que pensamos», piensa en «la gente a la que la crisis ha tocado y especialmente a la hostelería, que espero retome el pulso. Hay que ayudarlos a repuntar y el dinero que dejemos en los bares está bien invertido, por ellos y por todo lo que nos dan», declara convencida.