Un rincón de Les Campes, en la Pola. FOTOS: PABLO A. MARÍN ESTRADA
HISTORIAS DEL CAMINO DE SANTIAGO

Un paseo por tierras de vieja tradición hospitalaria

Unida al Camino. Más de un siglo antes de la constitución de La Pola como puebla, ya había había surgido un hospital para auxiliar a los romeros compostelanos fruto de la iniciativa de la piadosa María Ordóñez en el año de 1141

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Martes, 3 de mayo 2022

El camino a El Salvador, abandona el valle de Sariego, siguiendo el trazado del antiguo Camín Real, por El Castru para entrar en tierras sierenses. Las aguas cantarinas del río Cuna acompañan al viajero hasta cruzarlo por el puente Recuna, de posible origen medieval y que mantiene en pie, rodeado de alisos, la fábrica del maestro cántabro Juan de Cerecedo 'El Mozo', de la segunda mitad del siglo XVI. Daba acceso a la malatería de leprosos que existió en Marcenado, una de las varias instituciones hospitalarias que albergó Siero. Es sitio de paso hacia otros lugares de interés para el peregrino y aunque le desvíen un pequeño trecho de su ruta, merecerá la pena acercarse a visitar el templo románico de San Esteban de los Caballeros en Aramil. Su ábside de armoniosas proporciones y la ventana que se abre en su centro geométrico, sus cabezas picudas de estilo normando labradas en su portada principal, los lustrosos capiteles, la expresividad de los canecillos salvados del deterioro o esa impresionante calavera real colocada en uno de sus muros. Tras la breve excursión a esta pequeña joya del patrimonio rural asturiano, el caminante puede retomar su trayecto para continuar avanzando por la parroquia de Vega de Poja, una de las de mayor carácter del municipio.

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Al pie de la vía jacobea, en San Martín, se alza la ermita del Cristo de la Bienvenida, de datación incierta, tanto como la leyenda que la vincula a un posible complejo monástico y a la ayuda que prestaba con su prior a la cabeza a los peregrinos, proporcionándoles una libra de pan como alimento y un jergón de hojas secas para su descanso. Muy próxima está igualmente la iglesia románica de San Martín (s. XIII), con su estilizada portada de tres arquivoltas, hermosos capiteles y sus dos amenazantes cabezas de león incrustadas en sus muros interiores. La parroquia de Vega de Poja fue asiento destacado de importantes hornos alfareros y aquí, en el lugar de Villar, tuvo su origen la famosa Cerámica del Rayu, con la fábrica de loza fundada por la familia Cónsul a comienzos del siglo XVIII. El cierre de esta factoría llevaría a algunos de sus operarios a seguir moldeando sus piezas en sus propios talleres con una tradición que llegó hasta nuestros días. Antes de la llegada de los Cónsul -que provenían de Francia, según diversos testimonios documentales- en la zona ya existían artesanos del torno que producían una cerámica similar a la de Faro en Oviedo. En alacenas y desvanes de algunas casas de la parroquia se conservan aún piezas de los alfareros tradicionales que sirvieron en época reciente para que esta técnica fuese recuperada.

Entretenido en todas estas sorpresas, el viajero pronto estará entrando en las calles de La Pola de Siero, una villa cuyo nacimiento y desarrollo están directamente vinculados con el Camino a Santiago. Allí surgió, más de un siglo antes de su constitución como puebla, un hospital para auxiliar a los romeros compostelanos, una iniciativa personal de la piadosa María Ordoñez en el año de 1141. Fue llamado de San Pedro de los Albergues y pasaría luego a denominarse de San Fabián y San Sebastián, un refugio que seguiría en uso hasta mediados del siglo XIX. En torno al primitivo hospital fue asentándose población, en buena parte, llegada con las corrientes jacobeas y atraída por el pequeño foco comercial que se iba formando en ese núcleo. De su creciente pujanza derivaría el otorgamiento de la Carta Puebla concedido por el rey Alfonso X el Sabio en 1270. El texto del documento es bastante explícito en el privilegio dado a los «hommes de las tierras de Siero» y fija incluso el día establecido para el mercado: el martes, una costumbre que ha perdurado hasta la época actual. La tradición hospitalaria polesa prosigue hoy en el albergue municipal ubicado en la Casona de San Miguel, un edificio del siglo XVII con impronta mariñana.

«Si todos siguieran el ejemplo de Oviedo, otro gallo cantaría»

Mario Alonso, presidente de la asociación Amigos del Camino Siero Jacobeo

P. A. M. E.

El poleso Mario Alonso Nieto preside desde enero la Asociación Amigos del Camino Siero Jacobeo, creada hace seis años por integrantes hasta entonces de la veterana Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Siero, Sariego y Noreña. Ha peregrinado a Compostela en diferentes ocasiones y por diversas rutas y en su propio concejo ha sido testigo del aumento de la afluencia de romeros en los últimos años. «El crecimiento ha sido muy grande, la pandemia frenó mucho pero ahora mismo, en estas fechas estamos viendo bastante movimiento. A partir de Semana Santa y hasta octubre el flujo suele ser constante, pero el 'fuerte' siempre es en verano con una riada de gente impresionante», afirma. Destaca el vínculo temprano del municipio sierense con las peregrinaciones: «Pegada a la iglesia parroquial, donde ahora está la Librería Campoamor, estuvo la Alberguería de San Pedro alrededor de la que creció La Pola», apunta. Acerca de la difusión del Camino en Asturias es bastante crítico: «Creo que todos los ayuntamientos por donde pasa deberían seguir el ejemplo de Oviedo o de otros que ya llevan tiempo como Salas o Tineo, y otro gallo nos cantaría. Es algo que ven en los bares o el comercio, pero los dirigentes no y no saben lo que tienen ahí», lamenta.

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