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HELENA RODRÍGUEZ
Jueves, 3 de noviembre 2022, 10:48
Cuando Haizea Olleta y Ekaitz Saez se enteraron de que iban a ser aitas de una nena tuvieron claro cómo se iba a llamar. No se plantearon si el nombre elegido era de chico o de chica, así que cuando la pequeña llegó al mundo, ... el pasado 30 de marzo, la inscribieron en el Registro Civil. Como le ha pasado a la pareja vitoriana con su hija Hazia, enseguida les indicaron que su opción no era considerada correcta. Siete meses después, la documentación oficial identifica a la criatura, por determinación judicial, como Ekia. Para su familia, es y será Eki (Sol).
«Cuando estuvimos mirando el tema de los nombres pensamos que igual nos podían poner pegas, pero no imaginábamos que en pleno siglo XXI nos pasase esto. Y, desde luego, no teníamos ni idea de que si había un conflicto la jueza o el juez de turno podía imponernos uno», cuentan estos vecinos de Zorroza. La nena aparece como Eki en la cartilla de embarazo de su amatxu, en su cartilla de bebé «e incluso en algún volante médico». Cuando llegó al mundo, el padre hizo el trámite registral desde el hospital. Pero, en el momento en que la documentación llegó a un juzgado de Barakaldo, «nos comunicaron que no podíamos bautizarla así porque, según Euskaltzaindia, es un nombre de varón».
Por recomendación del propio juzgado, pero decidida a mantener su elección inicial, la pareja se puso en contacto con la institución de la lengua vasca para conocer la naturaleza del problema. Ekaitz se encargó de llamar «cada día» a la academia, pero «no paraban de darle largas». «Nos dijeron que se iban a reunir para tratarlo, pero creo que era para evitarnos, porque nunca resolvieron nada». La paciencia se les iba agotando.
Euskaltzaindia dispone de un departamento de onomástica que se dedica en exclusiva a recopilar nombres en euskera y resolver dudas. «Nosotros no tenemos potestad sobre cómo se le llama a un niño. Eso lo hace el juez, que es quien, en caso de no tenerlo claro, nos consulta. Aquí nos limitamos a decir si figura en nuestra lista, si es de chica o de chico y su significado. En ningún caso decidimos nada», aclararon ayer a este periódico desde la institución.
Los padres de Eki no se desanimaron y se pusieron a investigar vías para conseguir su objetivo. «Encontramos en prensa un comunicado que lanzó en 2018 Euskaltzaindia en el que pedía a los registros civiles mayor flexibilidad a la hora de asentar a los recién nacidos. Daba cuenta también de que habían quitado la marca de género a 50 nombres», recuerda Haizea, en relación a una recomendación que, efectivamente, la academia vasca reconoció ayer. Confusos y enfadados, siguieron «insistiendo». En vano: «Nos dijeron que no iba a haber cambio con Eki; que ese nombre no tenía un movimiento social detrás, porque en dos años solo habían recibido una solicitud para ponerlo a una niña».
Con ese camino cerrado, se centraron en conseguir la documentación suficiente para convencer a la juez de que debía respetar sus deseos. «Aportamos los papeles del hospital y hasta escribimos a la Embajada de India, porque allí Eki existe como nombre. Pero nunca nos contestaron y la magistrada desestimó nuestra petición», lamenta la madre de la pequeña, quien, no obstante, reconoce que «el trato que nos dispensaron en el juzgado fue impecable». De hecho «pactamos que le pusieran Ekia, ya que la jueza había pensado en ese nombre o en Ekiñe, muy parecidos al que nosotros queríamos».
Desde el juzgado les indicaron los pasos a seguir. Tramitaron un recurso ante la Dirección General de la Seguridad Jurídica y Fe Pública, que será finalmente el organismo encargado de resolver el caso. Eso sí, va para largo. «Nos han comentado que puede que pasen más de dos años, pero nos da igual. Nos parece lógico agotar ese procedimiento porque, si nos dieran la razón, abriríamos el camino a más familias».
Haizea y Ekaitz no pueden ocultar el cansancio emocional que todo el proceso les ha generado. Y enumeran los múltiples obstáculos que encaran por este baile de nombres: «No pudimos tramitar las bajas de maternidad ni paternidad hasta un mes más tarde, no la pudimos inscribir en la Seguridad Social y hasta tenemos problemas para abrirle una cartilla en el banco». Y es que para ellos, diga lo que diga la Justicia, su nena se llama Eki, «y ese es el nombre que usamos en toda la documentación oficial que tenemos que hacer». Si les preguntan y no quieren dar demasiadas explicaciones, «decimos que en el registro se confundieron, que le añadieron una 'a', pero que su nombre es Eki y punto».
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