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El calentamiento del planeta avanza más rápido de lo esperado y sus consecuencias comienzan a ser «dramáticas». También en España. Así se desprende del informe 'Cambio Climático 2022: Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad', aprobado ayer por los científicos reunidos en el Panel de Expertos de ... Naciones Unidas. Las 3.600 páginas del documento revelan con evidencia científica la gravedad del impacto. Hay regiones con mayor resiliencia debido a su adaptación temprana y otras sin margen de mejora por sus escasos medios de contención. España es uno de los países más perjudicados, especialmente su zona mediterránea. Los científicos desglosan la situación de España en su 'Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático'.
La mortalidad de los árboles en España es una de las más altas de Europa por la suma de estos factores: temperatura máxima invernal, la poca lluvia primaveral y sobre todo la sequía, una tendencia que comenzó hace 70 años. Las plagas y la deforestación no han tenido tanto peso en la desaparición de la flora, cuyas áreas protegidas podrían servir de «refugio» en un escenario de fuerte aumento de temperatura global. La sequía agravaría la desertificación en el sur de España. «La vegetación esclerófila podría reemplazar a los bosques caducifolios y provocar la muerte regresiva de algunas especies forestales, como el roble», avisan los expertos. La encina, protagonista de la dehesa, quedaría tocada de muerte.
La reducción de recursos hídricos renovables y aguas subterráneas es significativa. En el noreste de España, la disminución de las precipitaciones y de la cubierta vegetal podría hacer que el suministro de agua caiga a la mitad en el año 2100 si el termómetro llega a una subida de 3,5ºC, una posibilidad de consecuencias catastróficas. Once de las quince demarcaciones fluviales se encuentran en estrés hídrico por la demanda de la agricultura.
La velocidad a la que cambia el clima y la degradación de los ecosistemas truncan la capacidad natural de adaptación de las especies animales. Los primeros en desaparecer serán los animales mejor adaptados al frío. En España desaparecerían los anfibios de alta montaña.
Junto al sur australiano, las aguas de la costa norte española han experimentado un considerable calentamiento. Caerá entre el 60% y el 30% la producción del mejillón por su «alta sensibilidad y baja capacidad de adaptación». La proliferación de algas nocivas en todos los mares aumentará el riesgo de contaminación de los productos extraídos por la pesca o la acuicultura. Como ejemplo, en España ya se detectan más envenenamientos por ciguatera (intoxicación alimentaria por comer pescado contaminado con ciertos organismos unicelulares).
En 2019, Europa experimentó varias olas de calor sin precedentes. El norte tuvo valores récord para esa época a principios del verano, con temperaturas de 6-10 °C por encima de lo normal. Los sistemas de alarma temprana redujeron la mortalidad «sustancialmente».
El calentamiento global adelanta la floración, la madurez y la cosecha. En las regiones mediterráneas la calidad de la fruta disminuiría, pero en regiones frías ampliaría la gama de variedades y mejoraría la calidad. El aumento de CO2 tendrá efectos mixtos en el crecimiento y la calidad de la vid. El mapa vitivinícola cambiará a menos que se empleen estrategias de adaptación.
La península ibérica se ve afectada ya por olas de frío que se alternan con las de calor. La del 2017 es un ejemplo citado por los científicos y una de sus consecuencias es el alza de los precios de la energía, lo que acrecienta la vulnerabilidad de la población.
Las playas retrocederán en la costa mediterránea casi un metro de media, al aumentar el nivel del mar de 0,53 a 1,75 metros para dentro de 80 años. La erosión costera de Mallorca es de las más graves. Eso creará pérdidas al turismo, algo que ya sucede en Cataluña, donde se están adaptando con coberturas impermeables, drenajes y obstáculos al mar. Los aeropuertos pueden verse afectados por «marejadas ciclónicas» en el Mediterráneo. Una situación más preocupante que en las playas del norte de España.
Los olivos podrían bajar su producción en el sur de España un 21% y desplazar los cultivos hacia el norte y tierras elevadas, a partir de 2036 con un par de grados de temperatura. Con 3ºC más la caída de la cosecha podría llegar a superar el 60%.
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