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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 9 de febrero 2020, 03:45
Cuando era un adolescente sus colegas le decían que era un poco antiguo. Y es que Alejandro Roy (Gijón, 1971), del barrio de El Llano, que estudió en el Manuel Martínez Blanco y el Jovellanos, frecuentaba la Agrupación Artística Gijonesa, ... le iba la canción ligera y hasta compitió en un programa televisivo de la época que se llamaba 'Gente Joven'. En aquel precedente de 'OT' cantaba por Francisco o Nino Bravo aún ajeno a lo que iba a pasar con su vida. El pequeño de Jesús y Conchita no sabía muy bien lo que era la lírica, pero el hecho de trabajar en el taller de pintura de su padre al tiempo que estudiaba le permitió conocer a un vecino que regentaba una tienda y que acaparaba discos de ópera y zarzuela. Y él, que había empezado a estudiar tarde solfeo, se aficionó y con dieciséis años comenzó a estudiar canto en Oviedo. «La verdad es que nunca me he sentido el director de mi propia vida, que me ha llevado donde menos me esperaba. Mi afición era pintar, dibujar, me pasaba las horas, cantar era un hobby, pero la carrera ha ido yendo sola y yo he ido dejándome llevar», anota.
En Oviedo comenzó a estudiar canto; en Oviedo conoció a Lola Fernández Merino, la que hoy es su mujer y madre de sus dos hijas, y con la que en sus años mozos paseaba por el campo de San Francisco, y desde Oviedo tomó rumbo a Madrid, con ella, para continuar aprendiendo. En 1994 estaban ambos en el coro de RTVE, formándose como cantantes y viviendo primero en la calle de Alcalá y después en el barrio de Salamanca. Hasta que se fueron a Florencia a estudiar con su gran maestra, la mezzo Fedora Barbieri. «Hay un ambiente culturalmente riquísimo en la ciudad, pero también es una ciudad caótica. Vas por la calle y sientes que te arrastra una multitud de turistas». Un par de años después volvieron a España. Para seguir cantando, para seguir aprendiendo. «En esta profesión hay que estudiar siempre, hasta que te jubiles tienes que aprender». Porque hay que debutar nuevos roles, porque la voz cada año es diferente y el entrenamiento cambia.
Alejandro se ha dedicado al oratorio, la zarzuela, la música sacra y la ópera, pero ahora es la última la que le ocupa de forma casi exclusiva. «Debuté en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1997, con 'La hija del regimiento', de Donizetti». Pensó aquello de «dónde me he metido», pero la cosa salió bien y el bel canto le ha llevado a escenarios impresionantes. Uno de los más notables, «la Arena de Verona. Es un teatro enorme donde cantas al aire libre. Allí interpreté 'Tosca' e hice un bis», rememora, y no se olvida de que también en la Zarzuela fue el primer tenor en bisar un aria treinta años después de la última vez. Esos son, pues, dos de esos lugares en el mundo que se graban en la memoria. El tercero, el Metropolitan de Nueva York, donde el pasado año cantó 'Turandot'. Pendientes están la Scala de Milán, el Covent Garden londinense y el Real de Madrid. No olvida Alejandro ni del Campoamor ni el Jovellanos, siempre especiales.
Tres meses al año aproximadamente pasa ahora en Asturias. El resto, de apartamento en apartamento, de teatro en teatro. «Es difícil hacer una vida normal, pero me adapto bien, y a veces es una experiencia extraña. Por ejemplo, el verano pasado estaba en Suecia en un festival, en un sitio precioso, con lagos, pinos, en una soledad tremenda, y el siguiente viaje era Nueva York, así que el cambio es enorme».
Enriquece esa vida en danza, hablando en italiano e inglés y añorando a las chicas y esos días en los que puede acompañarlas al colegio, recogerlas de las extraescolares. «Cuando estoy en Asturias intento estar lo más posible con las niñas y con mi mujer. Con ella también preparo mis papeles. Es mi maestra de canto de ahora y de siempre».
Le gusta leer y pasear, adora los animales y su casa se ha convertido en un albergue de perros y gatos en el que es feliz viendo a sus hijas crecer tocando el piano, cantando y bailando. «Si hay algo que me gustaría hacer en el futuro es dedicarme a la enseñanza. Me gustaría transmitir a otros mis experiencias, lo que he aprendido de otros y de mí mismo».
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