«Uno de mis principales objetivos es dignificar el papel de las artes escénicas en Asturias»

Es ágil de verbo, cómplice en el trato y enérgico en sus planteamientos. Nacho Ortega (Valladolid, 1971) hace tiempo que contesta a quien le pregunta que es actor y que, además, se dedica a la docencia. Reconoce que, tiempo atrás, la imagen que de su oficio tiene la sociedad le hacía, como a mucho otros, ocultarla en parte. «No se considera una carrera profesional digna, es como si fuese un 'hobby'. Así que hasta yo mismo, cuando era joven, acepté el consejo de mis padres y estudié también Historia del Arte, por si acaso», reconoce. Ahora, tras varios años como jefe de estudios de la Escuela Superior de Arte Dramático, asumirá desde el día 1 de julio el cargo de director, tras la salida de Joaquín Amores. «Somos el mismo equipo y muchas de las líneas, obviamente, serán las mismas. Los cambios están más en las personas que en el trabajo que se va a llevar a cabo», avanza.

Aunque también es cierto que cada maestrillo tiene su librillo, y Ortega tiene varias líneas de trabajo que espera poner en marcha en los próximos cuatro años –prorrogables– en los que estará al frente de la ESAD. Uno de sus principales objetivos, asegura, será precisamente ese: «Dignificar el papel que juegan las artes escénicas en Asturias». Y es que, aunque cada vez tiene más claro que el grado que ofrecen es tan profesional como cualquier otro grado universitario, «no hemos sido capaces de trasladar esa visión a la sociedad asturiana». Es por eso que su principal apuesta será el diálogo, el encuentro con instituciones y el trabajo. «Trabajar por cambiar lo que está mal por delante de quejarse en el chigre de lo mal que está», propone.

Así, tratará de avanzar en algunas de las carencias que observa de la mano de «la Consejería de Educación y también de la de Cultura, así como de la Universidad de Oviedo, instituciones, investigadores, docentes y, sobre todo, las compañías de artes escénicas y los profesionales». Entre los retos, hacer ver la importancia de su oficio, «de las 45 compañías profesionales que tenemos en Asturias, de otras tantas de teatro amateur, de que aquí está una de las 14 escuelas superiores de España, de que tenemos un caldo de cultivo y una riqueza que no siempre se aprecia desde fuera y que deberíamos promocionar más», lamenta.

Y esa circunstancia provoca desigualdades. Por ejemplo, aunque las enseñanzas de la ESAD equivalen a un grado universitario, no pueden obtener sus alumnos el suplemento europeo que les permitiría trabajar profesionalmente en el resto del continente. «Como no estamos incluidos en la Ley Orgánica de Universidades, este trámite queda en manos de las comunidades autónomas, y Asturias es una de las que no lo tiene», apunta. También echa de menos las artes escénicas en el Master de Formación del profesorado. «Como no se dan estos contenidos en la ESO, nadie se encarga de formar a los profesores en este campo», apunta.

Cree necesario por otro lado recuperar en la ESAD la especialidad de Dramaturgia y Dirección, que voló hace unos años y que, «a pesar de las promesas y de que todo está preparado sigue sin cristalizar». También cree necesario este vallisoletano que vino a Asturias por amor –a una actriz, Mayra Fernández, con la que montó primero La tejedora de sueños y que ahora brilla con Luz de gas Teatro, y a la escena– crear un centro de documentación del teatro asturiano que recoja el corpus de obras en castellano y asturiano que existen y se vayan creando «para ponerlas al servicio de investigadores presentes y futuros».

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