«Mi madre se propuso librarme de la mutilación genital femenina. No quería que yo pasara por lo mismo que ella cuando solo tenía cinco años». La lucha de Asha Ismail contra la mutilación genital femenina (MGF), fundadora de 'Save a Girl. Save ... a Generation', comenzó cuando dio a luz a Hayat Traspas y vio que había tenido una niña. En ese momento supo que no quería que su hija sufriera lo mismo que ella solo por haber nacido niña.
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La mutilación genital femenina (MGF) se considerada internacionalmente como una violación grave contra los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas. Sin embargo, esta práctica continúa realizándose en alrededor de treinta países, pese a que muchos de sus gobiernos en los que se desarrolla lo han prohibido. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra cada seis de febrero el Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. Una parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 5 es acabar con la MGF en el año 2030 y para lograr este meta, la ONU centra sus esfuerzos en la movilización de la juventud.
Más de cuatro millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de sufrir mutilación genital y se estima que 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy en día han sido víctimas de la amputación de sus genitales externos con fines no médicos. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que esta práctica no tiene beneficios sanitarios, sino todo lo contrario: puede acarrear graves consecuencias para las mujeres y niñas amputadas, desde fuertes dolores, pérdida de la sensibilidad en la zona, hemorragias, trastornos psicológicos o incluso la muerte.
«Muchas mujeres terminan suicidándose en su noche de bodas porque el dolor y el trauma era insoportable. Pero la gente piensa que se volvieron locas», explica Hayat Traspas.
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Patricia Pérez
Hace menos de una semana se dio a conocer el caso de una niña de doce años que falleció en Egipto —donde es ilegal— tras ser sometida a una operación de MGF sin ningún tipo de anestesia. El propio Gobierno egipcio ha informado de que más del 92 por ciento de las mujeres casadas de entre 15 y 49 años han sido víctimas de la ablación.
La ablación se realiza principalmente en países de África, del Medio Oriente, de Asia y en algunas pequeñas comunidades latinoamericanas; asimismo, persiste en poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia y Nueva Zelanda.
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En España viven alrededor de 70.000 mujeres que proceden de lugares en los que esta práctica es una realidad, de cuales unas 18.000 niñas menores de catorce años podrían ser mutiladas, según ha informado la Secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul.
Esta práctica es ilegal en España y se juzga como violencia de género; sin embargo, estas 18.000 menores pueden sufrir la mutilación de sus genitales durante una visita a su país. «El miedo a que sus familias no las acepten puede provocar que sus padres decidan viajar a su país para practicarle la mutilación» sostiene Hayat Traspas.
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Tipo 1 o clirtoridectomía: amputación total o parcial del clítoris. En casos muy infrecuentes solo se elimina el prepucio, el pliegue que rodea al clítoris.
Tipo 2 o excisión: extirpación parcial o total del clítoris y de los labios menores o, también, los mayores.
Tipo 3 o infibulación: estrechamiento de la abertura de la vagina cortando y recolocando los labios vaginales y, en ocasiones, cosiéndolos. Puede conllevar también la resección del clítoris. Esta práctica a veces requiere la posterior realización de un corte para reabrir la apertura vaginal, algo necesario para mejorar su salud, hacer posible el coito o facilitar el parto.
Tipo 4: perforación, incisión, raspado o cauterización.
La necesidad de poner punto y final a esta práctica llevó a Asha Ismail a crear la asociación 'Save a Girl, Save a Generation', una ONG que en sus inicios pretendía arrojar luz sobre un problema que sufrían millones de mujeres en todo el mundo, pero que en España era prácticamente desconocido.
La fundadora de la ONG fue mutilada en Kenia cuando tenía cinco años, algo que a ella no le asustaba porque «era algo de mayores». «Las niñas que ya habían sido sometidas a la MGF no jugaban con las que aún no lo habían hecho», relata su hija Hayat Traspas.
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Sin embargo, algo no iría tan bien cuando Asha Ismail trató de impedir que su hermana pequeña pasara por lo mismo. Por desgracia, en esa ocasión su intento fue frustrado, aunque años más tarde sí logró salvar a su hija.
El trabajo de la asociación 'Save a Girl, Save a Generation' se centra ahora en la creación de una casa de acogida en Kenia para las mujeres que se nieguen a que sus hijas sean sometidas a esta práctica. Además, en España ofrecen apoyo a las mujeres migrantes que no saben hablar español y tratan de concienciarlas sobre la problemática de la MGF y de sus falsos mitos. «Se cree que existe un motivo religioso, pero ningún texto religioso establece que sus mujeres tengan que ser mutiladas», describe.
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Por otra parte, Sewanatu, de Sierra Leona, tenía seis años cuando fue sometida a mutilación genital. «Mi abuela me pidió que la acompañara y, cuando le pregunté a dónde íbamos, me respondió que iba a pasar a formar parte de la familia. No entendí de qué hablaba, pero la seguí y vi a otras cuatro personas. Una de ellas cogió mi pierna izquierda, otra la pierna derecha; la tercera una mano y la cuarta la otra. Abrieron mis piernas y me mutilaron», ha relatado a Europa Press.
Unicef afirma que estudios realizados en los países de África y Oriente Medio en los que persiste la MGF revelan que las niñas tienen menos probabilidades de sufrir la ablación hoy en día que hace treinta años. Esta organización dependiente de la ONU señala que desde 2008 más de 15.000 comunidades de veinte países han abandonado esta práctica. Además, sostiene que el apoyo a la mutilación genital femenina está disminuyendo en países como Egipto y Sudán, donde su incidencia es prácticamente universal.
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No obstante, Plan Internacional sostiene que, si todo sigue como hasta ahora, el número de niñas sometidas a la MGF en 2030 aumentará a 4,6 millones —en la actualidad esta cifra es de 4,1 millones de menores—.
En este sentido, Unicef insta a tomar medidas para completar una legislación que parece insuficiente, como someter la MGF a un escrutinio público para poner en tela de juicio la percepción de que están de acuerdo todos los habitantes de los lugares en los que se permite.
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Pese a los intentos de erradicar la mutilación genital femenina a través de su prohibición legal, continúa siendo una costumbre en varias decenas de países de África, Asia, y Oriente Medio. Los motivos de la prevalencia de la MGF son variados, aunque todos tienen un fuerte componente de arraigo cultural y una vinculación con la desigualdad entre hombres y mujeres.
Algunas de las sociedades consideran la ablación como una forma de preparar a las niñas para su vida adulta y para el matrimonio. De hecho, a veces se cree que las mujeres que no han sido mutiladas no encontrarán esposo. También se utiliza la mutilación genital para garantizar la virginidad de las mujeres antes del matrimonio y su fidelidad después de él; este factor está especialmente vinculado con el estrechamiento de la apertura de la vagina.
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Para Hayat Traspas, la base de la mutilación genital femenina se encuentra en la estructura patriarcal de las sociedades en las que se ejecuta. «Las mujeres quieren realizar esta práctica a sus hijas porque realmente creen que es lo mejor para ellas. Ningún hombre ha presenciado una mutilación porque 'es algo de mujeres', pero todos quieren estar con una joven 'virtuosa' y virgen», explica.
La MGF también se asocia en estos países a la feminidad y recato, desarrollando la idea de que las niñas son puras y hermosas cuando se eliminan las partes impuras o no femeninas (es decir, las que estas sociedades consideran masculinas).
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