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Se llamaban Juan Carlos Herrero y Jesús Ferrero y llevaban tres días retenidos a unos 500 kilómetros de su destino en Kosovo, tras partir como apoyo de un convoy de ayuda humanitaria de la ONG Paz Ahora. «Hemos movido muchos hilos diplomáticos», nos aseguraba, por teléfono, Herrero, quien estaba tranquilo, tratando de conseguir un visado que resolviese el tinglado. «Podría suponer el abrir un corredor definitivo para el traslado de ayuda humanitaria». Pero la operación no estaba exenta de dificultades. El gobierno serbio denegaba el trámite, a pesar de las acciones de la embajada de Yugoslavia en Madrid. Ya a principios de enero, Álvarez-Cascos se mostraba pesimista sobre esa posibilidad, porque «los criterios de Serbia sobre Kosovo son muy estrictos». Lo eran, y ese era, precisamente, el germen del problema: a día de hoy, Serbia sigue considerando ese estado como una región de su propio territorio. Finalmente, el convoy no pudo llegar a su destino, pero sí repartir los alimentos en varias ciudades de Albania. Nos lo contaron unos meses después, sanos y salvos, ya en casa.
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