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Lunes, 16 de octubre 2023, 00:56
Un 'La Aldea Perdida' con trasfondo en las guerras carlistas: esa era la gran apuesta del cine español hace 75 años, cuando José Luis Sáenz de Heredia estrenó 'Las aguas bajan negras'. En el reparto se encontraban Alicia Romay, Raúl Cancio, José Jaspe y Ricardo Acero, quienes visitaron Gijón para estrenar el film, según anunciaba EL COMERCIO tal día como hoy. Se esperaba, además, a Fernández de Córdoba y a Tomás Blanco. Fue el evento social del año en la ciudad. En las paredes de los Campos Elíseos, donde se celebró el acto, se colgaron flores y laureles; se repartieron pasteles y los actores alternaron con las autoridades, pero no dijimos más. Lo que se vivió aquella tarde, más allá de que los intérpretes, que se sentaron en un proscenio, fueron ovacionados por el respetable, quedó solo para el recuerdo de los asistentes.
Quizás porque aquí, en Asturias, la película gustó... moderadamente. «Buscando defectos a este 'film'», dijimos, «solo pondríamos reparos al indumento chillón de los personajes castrenses, que desentonan». Era solo el primer 'pero', porque, a pesar de la disculpa, se hicieron muchos más. No se explicaba, eso sí y para bien, «como no sea conociendo las modernas disponibilidades del cine, que aquel tajo donde pican el carbón y aquellas escenas dramáticas en la jaula de la mina hayan sido logradas dentro de los estudios y no del natural».
Más allá de la técnica, 'Las aguas bajan negras' era un western a la asturiana rodado, en gran parte, en Madrid (aunque para algunas localizaciones el equipo se desplazó a Lada), y con la carga ideológica que cabía suponerle a Sáenz de Heredia. Por ejemplo: se decía que los bailes poseían un gran «brío racial». Todo muy comercial, eso sí. Lo mejor, según EL COMERCIO, fue la interpretación y, por supuesto, el hecho de que el preestreno nacional tuviera lugar en Los Campos. Era, dijimos, «una bella película de fuerza y emoción», con geniales interpretaciones y que suponía «un nuevo éxito de Colonial Aje, a quien agradecemos que escogiese a nuestra región para ser escenario de esta nueva ofrenda al cine patrio, que dio a Gijón el honor de la primera puesta en España».
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