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El conocido camarero del café Colón, Cipriano Álvarez 'Guerrita', ha abierto en el 36 de la calle Corrida el 'restaurant' 'Petit Bouillon'. Promete tener por norma «servir bien y barato».
Parece ser que existen almacenistas de aceite que se dedican a acaparar el dorado bien, y eso hace incrementar los precios del producto. EL COMERCIO informó de que en Vitoria ya se habían tomado medidas legales para evitar el encarecimiento: se prohibió la acaparación.
«Visitad en Madrid Casa Gorri y estaréis en Asturias», reza un anuncio. El establecimiento ofrece un «ambiente asturiano», vinos, mariscos, aperitivos y «buena sidra de la tierrina».
El próximo 2 de diciembre las jugadoras del Medina de Gijón recibirán al de Valladolid. Hasta entonces, descanso.
Lo conocimos con 16 años y ahora ya tenía la mayoría de edad. De niño a hombre, Fernando Ramallo se había convertido en la más joven promesa del cine español desde que protagonizara 'La buena vida', «la primera película del 'hermanísimo' de Fernando Trueba». A aquel film había seguido 'Carreteras secundarias', codo a codo con Antonio Resines y Maribel Verdú, y ahora -por hace 25 años- Ramallo nos lo contaba todo en Gijón. Aquí se desarrollaba, claro, el Festival Internacional de Cine. Ese era el motivo de su visita. En nuestra ciudad, Ramallo reconoció que «nunca antes de 'La buena vida' había pensado en la pantalla grande, ni en la pequeña, ni siquiera sabía quién era Robert de Niro, y ahora sé que seré actor siempre, por encima de todo».
El día que se le había presentado la oportunidad, él se rio. Ocurrió que el equipo de la película había ido a su colegio a promocionar el casting, en el que él no quiso participar. «Pero un amigo del 'insti' me retó, y, por ganarle, me presenté». Se hizo con el premio de la apuesta, pero también mucho más. Para Ramallo era todo nuevo. Seguía sorprendiéndose de que la gente le viera en la pantalla y no le criticara. «Creo que ese fue el verdadero comienzo», reflexionaba. Ahora, inmerso en el rodaje de la serie 'Ellas son así', que se emitiría ya en 1999 en Telecinco, ya comenzaba a tener sus exigencias. El joven, que en aquella ficción televisiva interpretaba al hijo de María Barranco, deseaba compartir pantalla con Ingrid Rubio. «Con ella me encantaría rodar una gran historia de amor», reconocía sin pelos en la lengua y gran desparpajo. «Sí, con Ingrid me gustaría».
Centro del foco mediático, Fernando Ramallo solo lamentaba la rapidez con la que no le había quedado más remedio que« madurar y decir adiós a mi timidez». Para él, la magia del cine estaba en enfundarse en la piel del personaje de turno, «a las órdenes de un director de cine, sin que nadie se de cuenta de la distancia que hay entre los dos». Todo eso, sin embargo, también se terminó. El cine dejó de llamar a su puerta un día, pero ahí sigue. En lo que se tercie. Un actor de raza.
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