El Descenso que casi acaba con disturbios

Sin embargo, el conflicto surgió por otro motivo: la seguridad. En total, se habían inscrito 103 artilugios, pero sólo treinta superaron el control previo. Como se sabe, desde el primer el Descenso sólo se admitía artilugios disfrazados y de tracción animal, en su acepción más humana. Pero desde mediados de los años noventa comenzaron a proliferar los turismos adquiridos en el desguace por adolescentes que aprovechaban para participar en la fiesta.

Los riesgos eran más que evidentes y, en ese, año se advirtió que se cumplirían las normas. Pero caso omiso. Cuando la mayoría se enteró de que no iban a salir se montó el lío. «O todos o ninguno» era la versión antroxada del grito de Fuenteovejuna mientras se caldeaba el ambiente en el pabellón de exposiciones de La Magdalena.

Se quemaron contenedores, se rompieron maceteras, hubo lanzamiento de huevos al interior, incluso un intento de romper el portón trasero con una cinta transportadora que estaba en el exterior. El entonces concejal de Festejos, Juan Enrique García, optó por suspender el Descenso. Al conocer la decisión, el jefe de la Policía Local, Eloy Benito Calzón, reclamó tiempo para movilizar a todos los agentes y reclamar antidisturbios por la que se podía liar. Ante ese panorama, se anuló la suspensión de una fiesta que, finalmente, ganó el Dragón Picapiedra y donde hubo cuatro heridos, todos ellos adolescentes, por el accidente de uno de los artilugios vetados.