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Cartel contra la blasfemia en la estación de tren de Pinzales.
Cruzada contra la blasfemia
En 1948. Hace 75 años

Cruzada contra la blasfemia

En el María Cristina se celebró un concierto a beneficio de la entidad que luchaba contra el mal hablar, 'cáncer social' del viejo Gijón

Miércoles, 22 de noviembre 2023, 02:31

Decían quienes formaban parte o apoyaban a la Cruzada Antiblasfema, curiosa asociación que tal día como hoy, pero de 1948, celebró un sonoro concierto en el María Cristina para recaudar fondos, que el mal hablar era equiparable a padecer una grave infección. Porque se pegaba, lo primero, y también porque la indecencia en las palabras producía una «pésima impresión». Pero, sobre todo, porque no tenía justificación posible. Así lo argumentábamos: «Lamentable es el abandono en las calles de una ciudad, triste cosa el ver que en las casas la suciedad señala un peligro cierto de epidemias, enfermedades y la nota repugnante de hacer inhabitable lo que debe ser grato retiro del hogar, pero aún siendo todos esos casos dignos de censura y verdaderamente lamentables, siempre podrá haber algo que al menos explique, ya que no justifique, la incuria. Pero lo que nunca tendrá ni explicación ni justificación, lo que siempre merecerá la más dura condenación de toda persona decente, es la grosería e impudicia en el hablar».

Como de palabras (malsonantes) iba la cosa, aprovechamos la ocasión para ofrecer a nuestros lectores todo un ramillete de eufemismos que definieran a la blasfemia y al blasfemo. 'Inmundicias', por ejemplo, al producto, y 'escatófago' el productor. «El denigrante calificativo aún le viene estrecho a quien, además de llenarse la boca de indecencias, hasta trata de conseguir que estas ofendan no solo el decoro de quienes le escuchan sino también a sus más altos sentimientos». De ahí la necesidad de recaudar fondos a golpe de piezas de Rachmaninoff en el María Cristina, bajo la batuta del maestro Mario G. Nuevo y con un ropero destinado a sacar dinero, esta vez, «para los niños pobres de los suburbios», tal vez víctimas primeras de la epidemia blasfema. Y razonábamos: «Si se procura alejar del comercio con las personas sanas al leproso o al infectado por males repugnantes, ¿qué no se ha de hacer con ese que lleva a todas horas en la boca la triste prueba de su suciedad y del mal, que, por lo visto, por llenar en absoluto su cuerpo se desborda por su boca?». Pues eso.

1948. Hace 75 años.

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