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Como los votaban los cabezas de familia, a los aspirantes al Tercio Familiar los presentábamos antes de cada elección en las páginas de EL COMERCIO. Hace 50 años, eran diez hombres y una mujer quienes se postulaban al cargo. Encabezaba nuestras informaciones el más joven, Higinio Blanco, un perito mercantil de 41 años «diplomado en los cursos de dirección de Dale Carnegie» y director de la Cooperativa de Agricultores. Enrique del Riego, de La Calzada, tenía 50 años y era o había sido minero de Hunosa, lo que le avalaba para el cargo, según decía, por ser conocedor de los problema del común.
Había un legionario: Jesús Germán Fernández, mierense aunque residente en las 1.500, lo había sido en Sidi Ifni, aunque ahora trabajaba como graduado social en Toribio Alonso Construcciones. «Sigo fiel al Credo Legionario legado por nuestro fundador Millán Astray, sintiéndome seguro de mí mismo y con temple»: esos eran, para él, sus principales galones. Más parco en palabras, el agente comercial Mario García decía deberse solo: «Por mi deseo de colaborar por Gijón». También se presentaban José Ovidio García, profesor de Química en el instituto Jovellanos y en la Escuela de Mwaestría; y Joaquín Loredo, médico en Pumarín y «padre de familia numerosa, con seis hijos».
También una mujer, María de la Resurrección Guadalupe González, farmacéutica y discípula de Gregorio Marañón, a la que, además, había que presentar como persona «pendiente a la vez de su hogar y de su familia». De ellos no se mencionaba la vocación doméstica. Estaba en la lista Julio Paquet, que pedía «que Gijón vote por la cultura», y Félix Prieto, hoy detentor de una plaza en La Calzada. Luis Aurelio Sánchez, administrativo en Uninsa y presidente de la Sociedad Canina de Asturias, se presentó con solo 28 años de edad, 21 menos de los que tenía José María Tirador de la Hoz, inspector de Seguridad e Higiene, quien se presentó como «descendiente de una antigua y conocida familia gijonesa». También era consejero local del Movimiento, y prometía «callar y hacer». Las cartas quedaban ya sobre la mesa.
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