azahara villacorta
Lunes, 13 de abril 2020, 02:56
Tras el 'shock' que ha supuesto el coronavirus para una sociedad a la que la pandemia pilló completamente desprevenida, es el momento de reflexionar sobre el modelo de región y de país que queremos cuando todo esto pase. Tras un golpe que ha sacado a ... flote algo mucho más profundo que una simple crisis sanitaria, llega el tuno de escuchar a los expertos. Diez de ellos, profesionales de distintos ámbitos, nos hablan de una Asturias que ciertamente será distinta, de un mundo con problemas globales y cambios económicos y sociales en el que veremos modificarse desde nuestra manera de relacionarnos hasta nuestras prioridades cotidianas y en el que las administraciones públicas deberán estar a la altura de una recuperación sin precedentes. Son opiniones que transitan del pesimismo del sociólogo Ángel Alonso, que defiende que «volveremos a nuestras ocupaciones y nuestro cainismo», al optimismo de la directora de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, la alemana Karin Ohlenschläger, que sostiene que «es el momento ideal para que una región pequeña y flexible como Asturias se convierta en un ejemplo a seguir».
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«Esto va a suponer un antes y un después». Lola Escudero, jefa de la UCI del HUCA y también coordinadora autonómica de trasplantes, es así de tajante sobre los efectos de la pandemia en la sociedad asturiana.
Unas consecuencias que ella sitúa en dos planos. «El primero, el personal, porque todo esto nos enfrenta mucho a la fragilidad humana. Nos hace darnos cuenta de que somos tremendamente frágiles y de que la distancia entre la vida y la muerte es muy escasa. Yo creo que eso nos tiene que hacer reflexionar y que nos va a cambiar incluso la forma de enfrentarnos a la vida. Buscaremos más el 'carpe diem', vivir el momento, además de ayudarnos a valorar cosas que antes teníamos y ahora no como poder besarnos y abrazarnos. Muchas veces, teníamos la felicidad al alcance de la mano y no nos dábamos cuenta y, ahora, como seres sociales que somos, lo echamos mucho de menos. Es duro».
Y, en el plano institucional, Escudero cree que «la sociedad se ha dado cuenta de lo importante que es tener una buena infraestructura hospitalaria y sanitaria». Una percepción que debe calar en los gobiernos: «A partir de ahora, espero que inviertan en ciencia y sanidad».
El otro día, un colega sueco le comentaba al psiquiatra Julio Bobes que, «en Suecia, nadie se esperaba que España reaccionase así» frente a esta amenaza. Yes que «los españoles, a los que nos cuesta adherirnos a los que mandan las clases dirigentes, estamos dando una lección de civismo. Salvo excepciones, el país se está comportando de manera ejemplar en general y es la primera vez que el nivel de obediencia es tan amplio».
El cambio fue gradual, recuerda Bobes, al frente de un estudio que medirá el impacto psicológico del confinamiento y la alarma social:«Nos ha costado ponernos en la realidad. Hemos empezado por un periodo de banalización en la que la gente decía: 'Bah, una gripe'. Hasta que hemos comprendido que había que paralizar el país».
Así que sostiene que «el proceso nos ha enriquecido». Eso sí, advierte:«Cuando esto termine, nos vamos a encontrar una sociedad amputada, que ha perdido a miles de amigos y familiares». Con el agravante de que «miles de personas no han podido elaborar ningún tipo de duelo. Para algunos será asumible a corto plazo, pero para otros no, y eso derivará en trastornos mentales. Unas veces de tipo traumático, otras depresivo».
Marcelo Palacios, presidente del comité científico de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), es de los que sale a aplaudir todos los días a las ocho de la tarde. Y, según este médico, ese reconocimiento, «tanto al personal sanitario como a otros sectores fundamentales, de los empleados de supermercados a las fuerzas de seguridad», es un buen síntoma, porque «se ha producido un acercamiento» que antes no existía.
«Hemos dado muchísimas muestras de solidaridad y de trabajo en grupo. La sociedad española es maravillosa. Que haya algunos que no se enteran o no se quieren enterar es otra cosa, pero la inmensa mayoría está reaccionando de una manera extraordinaria», defiende este hombre que solo espera «que las administraciones habrán extraído una enseñanza:que la ciencia y la sanidad son fundamentales». Por lo demás, «el mundo va a ser distinto, se va a organizar con unos parámetros diferentes, pero las personas seguiremos siendo las mismas, con nuestros afanes e intereses, y unos serán cívicos y solidarios y otros no». Eso sí:«Tenemos que estar preparados para lo que pueda venir. Este virus nos pilló desprevenidos, pero no será el último».
Para Pablo Junceda, director general de Sabadell Herrero, «los asturianos están siendo ejemplares en el cumplimiento del confinamiento», así que está convencido de que, con ese mismo espíritu, «aunque tardaremos meses en volver a la normalidad, Asturias recuperará su pulso económico». Hará falta, eso sí, «que las administraciones públicas se impliquen en ayudar a las empresas en sus necesidades. No olvidemos que son las empresas y los empresarios las que crean riqueza, empleo y bienestar», señala.
En líneas generales, Junceda defiende que «se producirá un cambio de mentalidad» que se traducirá en que «se reforzará el valor de la persona como la clave de todo, tanto en la sociedad como en el mundo empresarial». Un cambio que también afectará al terreno laboral. Y, así, por ejemplo, «se ha demostrado que, en muchas actividades, el teletrabajo es una buena opción y que se hace absolutamente imprescindible ahondar en la digitalización de las empresas». Y, finalmente, también cree que «el reconocimiento de los ciudadanos a nuestros servicios públicos se va a mantener en el tiempo. Van a desaparecer muchos partidarios del 'todo funciona mal'».
«Vislumbro una Asturias muy poco diferente. Volveremos a nuestra actividad habitual y a reconocer nuestros paisajes y recuperaremos nuestra forma peculiar de entender la vida y de relacionarnos. El mayor cambio, sin duda, va a ser de mentalidad: valoraremos más lo que invertimos en nuestro sistema de salud y a las personas que cuidan de ella. Y espero que también valoremos más la aportación de la ciencia al desarrollo y su contribución esencial para hacernos más fuertes frente a enemigos cada vez más sofisticados». Esa es la apuesta del rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, sobre los días que están por venir.
Aunque advierte que la tarea que resta no es menor:«Tendremos que reconstruir nuestra maltrecha economía a partir de las ruinas y eso nos brindará nuevos retos y generará oportunidades. Seguramente cambiará un poco, quizás temporalmente, nuestra forma de compartir, pero tendremos la oportunidad de enmendar errores, agudizar el ingenio y reinventar la solidaridad, la cooperación, la generosidad, la compasión, la disciplina, la humildad y otras muchas cualidades del ser humano que nos habíamos olvidado de practicar».
A nadie se le escapa la demoledora vertiente económica de esta crisis para las empresas españolas, en la que Juan Velarde destaca un factor a tener muy en cuenta:«En este momento, en el mundo, hay un fenómeno que ya ha apuntado bien el catedrático Jaime Requeijo y que es la desglobalización. Y, a Asturias concretamente, le va a afectar de una manera muy considerable, todavía más que a otras zonas de nuestro país. Porque ese fenómeno provoca que multitud de actividades asturianas relacionadas con la globalización se resientan. Por ejemplo, la actividad siderúrgica de Avilés y, en general, todo lo que se exporta desde el Principado al resto del mundo, las conexiones financieras con el ámbito hispanoamericano... Todas estas cosas, en estos momentos, se están derrumbando como consecuencia de la pandemia».
«Veo la situación con un optimismo prudente y con satisfacción al comprobar la respuesta colectiva de todos los asturianos». Así dibuja el horizonte la delegada del CSICen Asturias, Ángeles Gómez. Porque, «cuando acaben las mayores restricciones, aún nos quedará un largo camino por recorrer en el que todos debemos seguir las instrucciones de los expertos y tener paciencia para seguir encarando la reconstrucción personal, económica y social». Ysi hay una lección que confía que hayamos aprendido es la de «la necesidad de financiar de forma continuada y suficiente sectores críticos como la sanidad, la ciencia y la educación, sectores que además tienen mucha inercia y no se recuperan con facilidad de años de recortes». Por lo demás, «seguro que hemos conocido mejor las comunidades en las que vivimos» y que «le habremos perdido el miedo al teletrabajo, que favorecerá la conciliación familiar». En suma, «volver a la vida que teníamos requerirá esfuerzo, no será tan simple como presionar un interruptor, pero en nuestras manos está, y, si hemos podido confinarnos para combatir al COVID-19, podremos volver a la vida que teníamos, o a una mejor, la que queremos tener».
A Miguel Ángel Presno, catedrático de Derecho Constitucional, le gustaría que del coronavirus saliera «una comunidad más consciente de la vulnerabilidad propia de la llamada 'sociedad del riesgo global'. Yapunta que «esa autoconsciencia tendría que traducirse en un fortalecimiento de nuestro debilitado Estado de bienestar, que, como se está viendo ahora, es la herramienta adecuada para luchar contra la vulnerabilidad sin depender ni de la lástima, la emoción que impulsa la sociedad caritativa, ni siquiera de la solidaridad, donde el bienestar depende de organizaciones voluntarias. No es que estas últimas sobren, pero deberíamos tender a que no fuesen necesarias». Pero, además, Presno defiende que «deberíamos tomar consciencia de la enorme brecha social que hay todavía en nuestro sistema educativo y que se ha evidenciado en cifras como que «el 21,6 % de la población infantil no puede permitirse tener un ordenador en sus hogares. Es importante que no olvidemos estos datos cuando salgamos de la pandemia pero siga habiendo cientos de miles de menores víctimas de las desigualdades sociales y económicas», niños «que seguirán en situación de riesgo», alerta.
«Las experiencias de estas semanas dejarán huella. Recordaremos la importancia que tiene el sistema sanitario y otros servicios públicos –incluidos la investigación, la educación y la cultura– para la convivencia y la estabilidad democrática. Recordaremos la vulnerabilidad del modelo socioeconómico actual. Y ojalá saquemos provecho de este espíritu de solidaridad, de este 'todos a una', para crecer». Esos son los deseos de Karin Ohlenschläger, directora de Laboral Centro de Arte. Porque, aunque admite que «es fácil caer en un cierto pesimismo», eso «no nos sirve»:«Aunque sea por razones pragmáticas, es el momento de afrontar nuevos retos, de poner en práctica otras iniciativas, de dar un paso adelante. De gente con ideas y proyectos, con voluntad, visión y valentía. De pensar e invertir en la construcción de otras realidades». El «momento ideal para que una región pequeña y flexible como Asturias se convierta en un ejemplo a seguir» a la hora de «priorizar el cuidado de las personas, el entorno natural y otras formas de producción, con un cambio en el modelo económico y empresarial y con «la cultura como espacio de encuentro tras una época muy difícil para todos».
Las lecciones que debemos extraer de esta crisis son múltiples, en opinión del sociólogo Ángel Alonso. Empezando por una que impone la globalización:«Debemos tomar conciencia de que a este tipo de catástrofes no se les puede dar ya una respuesta local». Aunque –y aquí vienen malas noticias–, en el medio plazo, no es «nada optimista». Yse explica:«Volveremos a nuestras ocupaciones y a nuestro cainismo. Durante estos días, nos hemos unido socialmente de una manera un tanto artificial, un tanto infantil si quieres, con coreografías, performances, esos aplausos un tanto impostados, pero la polarización política, el no reconocimiento del otro, sigue prácticamente intacto».
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