El perro se sube al sofá de dos plazas que hay en la sala del juzgado donde el menor debe testificar sobre un caso de violencia que ha sufrido o que ha presenciado. El animal espera a que el niño se acomode y coloca su ... cabeza en su regazo para que lo acaricie. Hay siete perros entrenados para acompañar a los menores en los tribunales de Madrid, donde funciona el programa 'Perros en los juzgados'. Pueden llamarse Pecas, Dólar, Lía, Dana o Eika, la más veterana, que tiene 11 años. El más joven tiene 7.
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Niño y mascota se han conocido minutos antes, en la entrada del edificio de los tribunales, tras el arco de metales. El can le espera con un truco. «Los menores suelen tener mucha ansiedad, ideas preconcebidas, miedos. El espacio judicial impone y el barullo hace que se ponga más nervioso», explica la psicóloga Vanessa Carral, codirectora de Dogtor Animal, la organización que comenzó este proyecto en 2014. «En la recepción ya se genera un pequeño vínculo. Los niños al ver al perro sonríen, se desinflan como un globo. Quieren saber cómo se llama o qué raza es».
Pueden ser labradores, 'golden', galgos o mezclas. «No buscamos una raza sino un individuo tranquilo, bien socializado con entornos, olores y diferentes tipos de personas», explica Carral. Ese pequeño lapso es suficiente para entablar un nexo que tranquiliza al niño desde el principio. A partir de ese momento, estará en contacto directo con el perro.
Cuando le llaman a testificar, el menor coge al animal por la correa y entra al recinto. Va asistido por un técnico del programa, que vela por el bienestar animal de la mascota. El niño se encontrará con la psicóloga judicial. Al otro lado le verán y escucharán el juez, las partes, la forense.
En los episodios más duros, los pequeños suelen hablar al perro. No dejarán de acariciarlo, en ocasiones lo abrazarán. «Siempre que están más tranquilos, encuentran mejor sus palabras, verbalizan bien lo que ha sucedido. Con miedo, tristeza o frustración los niños lloran o se bloquean», valora Carral. «Hacemos una contención emocional para evitar la revictimización secundaria que se suele dar en entornos judiciales».
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Ya son unos 600 menores los que se han beneficiado del programa. Mitad niños, mitad niñas entre ocho y doce años. El 62% testifica en un caso de violencia. La mayoría de género. Otros casos son por la custodia -pleitos en los que a veces el hijo tiene bastante tiempo sin ver a uno de los progenitores-, o por abuso sexual. Memorias amargas que causan ansiedad.
«Cuando termina la exploración, cerramos a nivel emocional, desviando la atención al perro, con un juego y una foto», dice Carral. Algunos preguntan si volverán a ver al perro. Será una suerte si no lo hacen, porque indicará que los nuevos procedimientos, como la prueba preconcebida, funcionan y evitan que tengan que hacer más de una declaración. Que la foto con el perro sea el único recuerdo.
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