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Lluís Homar, en el Teatro de la Comedia, sede de la CNTC, organismo que dirige el actor. virginia carrasco
Meditación y silencio, la llave del bienestar

Meditación y silencio, la llave del bienestar

la semana de lluís homar ·

No profesa religión alguna, aunque le atrae la espiritualidad oriental. Busca la paz de las iglesias y la hospitalidad de los árboles. En plena madurez ha descubierto la gratificación de la docencia

Antonio Paniagua

Domingo, 6 de febrero 2022, 01:00

Durante mucho tiempo quiso ser Marlon Brando, estrella a la que reverenciaba como a un dios pagano, pero los años le enseñaron que era mucho más fascinante poblar el cuerpo y el alma de Lluís Homar. Cuando está a punto de cumplir los 65 años, este actor de larga trayectoria dirige la Compañía Nacional del Teatro Clásico, cuya sede se encuentra en Madrid. Se afana por conquistar la serenidad, en comunión con la naturaleza, un empeño que logra paseando por los jardines de Madrid. Místico con aires de hippie, vive a caballo entre Madrid y Barcelona y encuentra un secreto placer en desempeñar actividades que para otros resultan odiosas, como programar lavadoras y adecentar la casa. Insigne miembro de Teatro Lliure no ha perdido el pavor a quedarse en blanco delante del público.

Lunes

7.30 horas. El desayuno es el único momento del día en que no tengo hambre. Puedo pasar dos o tres horas sin llevarme nada a la boca. No pruebo el café ni el té porque me ponen nervioso. Como más que nada cosas saladas: pan integral con un poco de jamón de York o pavo y un vaso de leche fría, que puede ser de soja, avena o almendras, pero nunca de vaca. Eso sí, necesito mis dos galletitas o mi ración de dulce. Por consejo de mi mujer, Alba, tomo algo para calinizar el organismo y lograr el equilibrio corporal, agua con limón, un vaso de agua caliente…

8.00 horas. Me ducho, dejo la cocina y la casa ordenadas y hago media hora de chi kung y otra media hora de meditación, que es un viaje hacia uno mismo y una manera de abrirse hacia otro espacio, al cosmos, al universo. El silencio y la naturaleza son absolutamente fundamentales. De hecho, en estos momentos, el objetivo inmediato que buscamos mi mujer y yo, si el trabajo y la crisis lo permiten, es irnos a vivir al campo, sin perder el contacto con la ciudad.

8.30 horas. Me ha atraído siempre la espiritualidad oriental, pero no me adscribo a ninguna confesión ni soy budista, me muevo en un orden laico. He hecho retiros, de esos en los que pasas diez días meditando, desde las siete de la mañana a las once de la noche, tomando solo comida vegetariana. Con toda humildad, tengo una parte mística.

Martes

12.00 horas. Visitar el Retiro, que está a diez minutos de mi casa, es como ir al campo, lo adoro. En mi día de descanso lo recorro paseando durante dos y tres horas. Es un espacio donde encuentro la serenidad, allí me cito con mis árboles amigos, con el ahuehuete, una especie traída de México que data de 1633. En la época de Napoleón se salvó de la tala porque su tronco era tan gran grande que servía como soporte para alojar varios cañones. Si no tengo tiempo para desplazarme al Retiro, me voy al Jardín Botánico, donde también hay árboles maravillosos.

14.30 horas. A veces me da por cocinar. Me gusta hacer tareas de la casa, poner lavadoras, tender la ropa, ir a comprar.... Son actividades que me procuran placer. No soy de los que van al bar todos los días. Si acaso, como me gusta comer bien, me agrada ir con mi mujer a un buen restaurante japonés.

Miércoles

18.00 horas. Después de dos décadas de terapia Gestalt, hace exactamente tres años mi terapeuta me dio el alta. Cuando me lo dijo me puse a llorar. ¿Perdón?, no me lo creía. Ahora sé que tengo las herramientas para sobreponerme. Sé que en un momento dado puedo coger el teléfono y llamarle si tengo algún problema, pero al principio me sentí como el niño que aprende a andar y necesita ser cogido de la mano. Con la misma capacidad que me caigo, puedo levantarme.

20.00 horas. El pánico escénico siempre anda merodeando. A veces, cuando estoy en el camerino, tengo la sensación de que si salgo a escena seré incapaz de juntar dos palabras. Por suerte en el 99% de las ocasiones se sale adelante. Pero ¿y si no sucede así? Siempre existe el peligro de que te quedes en blanco. Antes, salía al escenario con un clavo torcido en el bolsillo como amuleto. Antes de enfrentarme al público, me miro al espejo y sonrío.

Jueves

12.00 horas. Escribir me impone muchísimo, me da mucho vértigo. Publiqué unas memorias, pero me ayudó una persona, de modo que yo hablaba y otro daba forma a lo dicho. Entonces, cuando me puse a agrupar mis recuerdos, se me quedaron cosas en el tintero. Mi hijo mayor sufrió un cáncer. Afortunadamente todo fue bien, pero fue una gran sacudida. Siempre digo que ese verano que pasé con mi hijo por su enfermedad fue uno de los mejores de mi vida. Supuso un aprendizaje muy importante. Fueron momentos evidentemente difíciles, pero al mismo tiempo muy ricos.

13.00 horas. Llevo un año y medio viviendo a caballo entre Madrid y Barcelona, donde vive mi mujer. Intentamos vernos cada quince días, ella se traslada aquí más que yo a Barcelona. En Madrid he descubierto el disfrute de entrar en espacios de quietud, en las iglesias; hay infinidad de ellas. ¿Cómo puede haber tantas en tan pocos metros cuadrados? Ayer fui a una de la Gran Vía. Pero otras veces busco el lugar donde estuvo enterrado Lope de Vega, la iglesia de San Sebastián, o el convento de las Trinitarias, donde fue inhumado Cervantes.

Viernes

17.30 horas. Durante mucho tiempo me he preguntado, ¿a qué me hubiera dedicado si no fuera actor? Afortunadamente, la vida me ha llevado por unos derroteros que no imaginaba. Mi padre era dueño de las Escuelas Homar, en el barrio barcelonés de Horta, pero yo nunca sentí la llamada de la docencia, cosa extraña porque somos ocho hermanos y todos se han dedicado a la enseñanza, incluso el que es cura. Pero ahora justamente, cuando voy a cumplir 65 años, siento la necesidad de traspasar mi experiencia a los miembros de la sexta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico.

19.30 horas. Pese a que me encuentro muy a gusto con el silencio, me place conversar, compartir algo que me apasiona. No son facetas contradictorias.

22.30 horas. La lectura ocupa un lugar muy importante en mi vida. Mi libro de cabecera ahora es 'Biografía de la luz', de Pablo d'Ors. Aparte de eso, siempre estoy leyendo textos del Barroco, de Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina, genios irrepetibles cuyas obras siguen vivas más allá de cuando fueron creadas. Son obras del siglo XVII que nos hablan de forma absolutamente palpitante.

23.30 horas. Un buen día para mí consiste en dormir ocho horas, cuidarse, meditar y trabajar. Mi problema ahora es que llevo unos días durmiendo mal. Me despierto a menudo en mitad de la noche. Para conciliar el sueño intento refugiarme en un sitio en que mi alma esté alegre, proyectar una mirada amorosa.

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