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Ainhoa de las Heras
Bilbao
Viernes, 3 de enero 2025
A sus 84 años, Alicia solía salir a diario a tomar un café a los bares de debajo de su casa, en la calle Arrandi, en pleno corazón de Barakaldo. La anciana se sentaba en una mesa y pasaba un rato. A veces, le pedía ... al camarero «hazme algo de comer, hijo». Cuando el suelo estaba mojado, uno de los hosteleros de la zona solía acompañarla hasta el portal para que no se cayera.
Menuda y enjuta, la mujer, viuda, había acogido en su casa a uno de sus tres hijos, Enrique P., de unos 60 años, desde que éste se separó de su mujer. «Para no vivir debajo de un puente, había venido donde su madre», dicen los vecinos del bloque, que aseguran que la convivencia entre ambos era complicada y que las discusiones en la vivienda eran continuas. A menudo, madre e hijo bajaban juntos y se tomaban algo en el mismo local de hostelería.
«De cara a la galería, en la calle, la relación era normal. Donde la llevaban mal era en casa. Él no quería ni que le tocara la ropa, se lo tenía prohibido», sostienen quienes les conocían. La última de las riñas se produjo ayer a primera hora de la tarde. Los residentes escucharon una vez más gritos procedentes del primer piso. Según dicen, la presidenta de la comunidad había acudido a una comisaría de la Ertzaintza el pasado verano para alertar de que el hijo «maltrataba» a la madre. «Era vox populi».
Ante la violencia que parecía haberse desatado este viernes en el domicilio, dos de las residentes decidieron llamar al 112, el número habitual de urgencias, y pedir ayuda. Cuando se presentaron en el lugar las primeras patrullas de la comisaría de Sestao, que cubre el municipio fabril, los agentes localizaron el cuerpo de la mujer tendido en el suelo con aparentes signos de violencia.
Según los primeros indicios recogidos por los forenses durante el levantamiento del cadáver, la muerte pudo producirse por golpes, si bien este extremo tendrá que confirmarse durante la práctica de la autopsia, que se realizará este sábado en el Instituto vasco de Medicina Legal (IVML), ubicado en el Palacio de Justicia de Bilbao. Agentes especialistas de la Policía Científica recogieron evidencias en el piso, al que también se desplazaron la jueza de guardia de Barakaldo y la secretaria judicial, además de investigadores de la Policía autonómica. La principal hipótesis que se baraja es que se trata de «una muerte en el ámbito de la violencia familiar», indica el Departamento de Seguridad en una nota de prensa.
Los agentes extrajeron al sospechoso, un hombre alto y de gran corpulencia y con gafas, con las manos esposadas a la espalda, sobre las ocho menos cuarto de la noche de ayer. Llevaba una camisa a rayas y pantalón gris. Un patrullero sacó después su chamarra. Cuando el detenido era introducido en el vehículo policial, una mujer le gritó «asesino» y rompió a llorar. «¡Cómo le puede hacer eso a su propia madre! Era una mujer humilde, más noble...», lamentaba Nikol.
El hombre había estado tomando «una cervecita y una piparra», como siempre acostumbraba, sobre las tres de la tarde en un bar de su calle y después repitió la misma consumición en, al menos, otro local de hostelería de la zona, según los testigos. «Estaba tan tranquilo. Creo que ni ha saludado al entrar y al marcharse sí se ha despedido», comentaba un testigo. Sospechan que después, cuando subió a casa, fue cuando presuntamente cometió el crimen.
Según apuntaban los vecinos, debió de encontrar a su madre manchada porque a su edad sufría algún problema de incontinencia, lo que desató su ira. «Eso le ha endemoniado y ha empezado a insultarla», decían. La Ertzaintza tomó declaración a los residentes que habían escuchado los gritos. «Esto era una muerte anunciada», lamentaba ayer uno de ellos.
La familia tuvo una tienda de papeles pintados en Barakaldo En la actualidad, Enrique P. trabaja en una conocida empresa de limpieza. Había tenido denuncias por parte de su exmujer por episodios de violencia de género y había estado incluso en prisión por alguna otra agresión, según indican fuentes cercanas al caso.
Los incidentes se repetían en la vivienda familiar. La semana pasada se produjo «un supuesto escape de gas misterioso» y antes también «se quemó una cazuela en el fuego». «Él le había avisado de que la iba a matar. Pero siempre piensas que son cosas que se dicen y no se hacen. La verdad es que yo no me lo esperaba», admitía una conocida.
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