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Barcos en el puerto de Navia. FOTOS: PABLO A. MARÍN ESTRADA
Malatos, bohemios y otros romeros hacia el río que une los dos caminos
HISTORIAS DEL CAMINO DE SANTIAGO

Malatos, bohemios y otros romeros hacia el río que une los dos caminos

Barayo y Navia. Si el viajero tiene propensión a fantasear, podrá imaginarse a los romeros de la época dorada de las peregrinaciones

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Domingo, 13 de febrero 2022, 12:37

El itinerario jacobeo de la costa entra en tierras de Navia atravesando el río Barayo para pasar por el pueblo del mismo nombre y un poco antes por El Bao, un topónimo tan trasparente como las aguas que cruza por su vado. La ruta sigue por el interior, pero el peregrino amigo de ir sin prisa y disfrutando los guiños que el paisaje le hace para desviarse a lugares dignos de conocer para no olvidar, ganará mucho y no perderá más que un rato de su tiempo dejándose llevar a la vera de ese cauce, culebreando en sus meandros hasta llegar al estuario donde desemboca y si es día de sol tenderse a descansar entre las dunas de la playa. Todo el enclave es Reserva Natural y gracias a ello los únicos accesos al arenal son a pie. Si el viajero tiene propensión a fantasear, podrá imaginarse a aquellos romeros a Compostela de los siglos dorados de las peregrinaciones que pasaron por allí antes que él y lo poco que ha cambiado el entorno. Más que por curiosidad, como el caminante de hoy, pudieron seguir el curso del Barayo para bañarse en la pequeña laguna que forma al llegar a la playa y se tumbarían luego en su fina arena para secar en una mañana luminosa de verano. Por ríos, vados y bordeando la marina sobre el Cantábrico iban avanzando hacia Santiago en esas mismas coordenadas, siempre a un paso del peligro como avisaba el viejo cantar francés: «A Louarque sur la mer/ faut passer,/sans y faire demeurance,/Navia et Rive Dieu (Ribadeo)/ dangereux».

En el lugar de Barayo existió una malatería medieval en la que tal vez acabaron su periplo algunos de esos viajeros. El camino a la tumba del apóstol era largo y malas compañías como la de la lepra podían unírseles en cualquier trecho. Podían consolarse pensando que si no habían llegado a su destino ansiado, al menos sí cerca de otro Santiago, el de Villapedre, en cuya iglesia -la documentada en el siglo XIII que precedió a la moderna- los afortunados que seguían hacia Galicia se detenían a rezar ante la imagen del Zebedeo. A pocas leguas, otro santo de su protección, San Roque les aguardaba a las puertas de la villa de Navia para que pudiesen también dejarle una plegaria por los que habían quedado en la leprosería de Barayo. Pronto, a la vista, asomaría el río que cruzan las dos rutas principales asturianas y que nace a los pies de otro hito de la memoria jacobea: el Cebreiro, coronado por el santuario donde la tradición refiere que se guardaba el mismísimo Santo Grial.

Más conexiones con el apóstol les aguardaban en la villa, como su patrona parroquial, Nuestra Señora de la Barca. Como él en la suya de piedra, ella también había arribado por mar, como recoge la leyenda piadosa según la cual la talla románica que se veneró hasta finales del XIX fue rescatada por unos pescadores naviegos en una de sus costeras al norte. De los miles de peregrinos que pasaron por estas tierras en otros tiempos, apenas nos quedan unos pocos nombres, los que registraron en sus enterramientos los libros sacramentales. Casi todos terminaron su viaje en el siglo XVIII, especialmente activo en el flujo de romeros como lo muestra la existencia de dos hospitales en esa época, el de Santa María Magdalena y el de San Antonio. Sabemos de un Jorge Pistón «natural de Zerdeña», de dos franceses «de la provincia de Vascona» (Gascuña) y de varios alemanes: el tudesco Jacobo Keller, al que siguieron los pasos cuatro bohemios: Matías Sporce en 1755 y diez años después el matrimonio formado por Daniel y Rosalía, que peregrinaban con su hijo Juan. El rapaz se salvó y siguió camino adelante. Se sabe solo eso, pero por justicia poética tuvo que llegar a Compostela.

«Asturias no debe quedar descolgada de la apuesta del Camino»

Servando Fernández, cronista oficial de Navia

P. A. M. E.

Servando Fernández es cronista oficial de Navia y preside la Fundación Amigos de la Historia, de Puerto de Vega. Entre los hitos que jalonan la vinculación del concejo con las peregrinaciones jacobeas destaca el hospital del Santísimo y la Magdalena en Navia, documentado ya desde el s.XV. «También la malatería de San Lázaro en Barayo, muy anterior, como muestra un testimonio del arcediano de Ribadeo del siglo XII que la cita: la antigua capilla está debajo de la carretera actual, pero aún perdura el llamado Pozo de los Malatos. Además tenemos el culto que se rinde a Santiago en Villapedre, con dos imágenes, una de ellas posiblemente del hospital de Luarca. Los registros del Santísimo y la Magdalena constatan igualmente entre los fallecidos a muchos peregrinos de procedencia franca». Por último, la leyenda sitúa en tierras naviegas a San Francisco de Asís: «En el palacio de Anleo hay un clavo donde se dice que colgaba su hábito y su culto aparece en numerosas iglesias y capillas de la zona».

Sobre la ocasión que brinda el Xacobeo opina que «habría que apostar por los dos caminos de la región, todos lo están haciendo y Asturias no debe quedarse descolgada. Es una baza cultural y turística clave para el desarrollo de nuestras comarcas».

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