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Pilar Fonseca
Jueves, 26 de mayo 2022, 20:55
Alprazolam, diazepam, lorazepam y oxazepam. Estos son los nombres de los medicamentos más consumidos en nuestro país. España y Portugal son, por orden, los dos países en los que más benzodiacepinas se consumen para intentar controlar o reducir los problemas de ansiedad de la población, según los datos de la OCDE y de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de Naciones Unidas.
Por cada 1.000 habitantes se estima que se toman 100 dosis de ansiolíticos, sedantes o hipnóticos destinados fundamentalmente a tratar la ansiedad, el estrés o la depresión, según señalan los datos que maneja la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) del Ministerio de Sanidad. Este dato se suma al hecho de que las recetas de ansiolíticos en consultas médicas han aumentado en un 4% y las de antidepresivos en un 6%.
La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) evidencia que dos de cada tres casos de trastornos de ansiedad o depresión son atendidos únicamente por un médico de familia. Distintos estudios científicos evidencian que si a estos pacientes se les hubiera podido dar un tratamiento y una atención por parte de un profesional de la psicología o la psiquiatría, el 70% de ellos habría dejado de padecer la enfermedad mental que le llevó a solicitar ayuda médica.
Podría pensarse que nos encontramos ante una nueva pandemia mundial en torno a las enfermedades mentales, quizá por la forma en la que los servicios nacionales de salud de cada país están enfocando estas patologías.
Hace solo unos meses se publicaba en nuestro país el libro de James Davies 'Sedados' (Ed. Capitán Swing), una obra firmada por un conocido profesor de Sociología y Psicoterapia de la Universidad de Roehampton, en Reino Unido, que además ha trabajado como psicoterapeuta en el Servicio Nacional de Salud de su país. En él critica lo que considera un sistema sanitario que medica a las personas en lugar de tratar su dolencia, que consigue que esta se agrave en lugar de curarla.
En muchas ocasiones en España y Reino Unido, la primera respuesta que reciben los pacientes afectados por la salud mental es la medicación. Pero, explica el escritor, a veces no solo no soluciona el problema sino que puede llegar a enquistarlo o incluso agravarlo.
Hace unas semanas se ponía en marcha por parte del Gobierno central la línea telefónica de asistencia y prevención del suicidio, el 024. En el primer día de funcionamiento a través de este teléfono se atendió en torno a mil personas y algunas de ellas pudieron ser derivadas a los servicios de emergencia.
En 2020 las tentativas de suicidio aumentaron en un 30%, casi 4.000 personas en nuestro país se quitaron la vida ese año y se calcula que entre 80.000 y 100.000 lo intentaron.
El suicidio es la principal causa externa de muertes entre la población, según el Instituto Nacional de Estadística y se coloca como uno de los principales problemas de salud pública que las administraciones tratan de gestionar mientras se derriban mitos a su alrededor que complican la posibilidad de su prevención.
No es solo una realidad en España, ni un problema exclusivo de nuestro país. En todo el mundo, cada 40 segundos una persona acaba con su vida. En Asturias, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.
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James Davies critica en su libro duramente la forma de gestionar este terrible problema. Asegura que la manera de proceder en muchas ocasiones seda el sufrimiento humano de la población para hacerlo compatible con las necesidades del mercado.
El experto considera que en muchos casos la solución puede venir de la mano de terapias psicológicas que permitan «curar» los sentimientos, en detrimento del consumo de ansiolíticos y antidepresivos. Sin embargo, esta es una opción difícilmente de asumir para los sistemas de salud
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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