Pilar fonseca
Miércoles, 23 de febrero 2022, 14:59
Los llamados «azúcares libres» son los monosacáridos y disacáridos que se añaden a los alimentos pero que no están en su composición natural. Se pueden encontrar estos «azúcares libres» incluso en productos alimenticios destinados a niños y a personas con diabetes.
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La miel, los ... jarabes, los zumos de fruta, los concentrados de zumo de fruta, el azúcar moreno, la panela, el sirope de arce o el agave entran dentro de esta categoría y no son aconsejables en la dieta diaria, independientemente de la edad que se tenga.
La Organización Mundial de la Salud ha marcado el máximo por día de estos azúcares en 25 gramos y la población en general sobrepasa esta cantidad a diario, poniendo en riesgo su salud y por tanto su calidad de vida.
Eso que siempre se ha dicho de que el cerebro humano necesita azúcar no es del todo cierto. Lo que necesita el cerebro como el resto del cuerpo es glucosa, una sustancia que el organismo produce a partir de proteínas y ácidos grasos y que obtiene también, directamente de las frutas, verduras y legumbres de nuestra dieta diaria.
Al día, según los expertos, necesitamos en torno a los 130 gramos de glucosa para que todo el organismo funcione correctamente en condiciones normales.
El problema no está en que con una dieta equilibrada no lleguemos o nos pasemos de esos 130 gramos de glucosa diaria que necesitamos. El problema real, está en el consumo de los mencionados «azúcares libres» y procesados que hacen que estemos muy por encima de las cantidades recomendadas y que consiguen que pongamos en riesgo nuestra salud.
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Así de sencillo y al mismo tiempo así de complicado.
Médicos, nutricionistas, endocrinos, todos coinciden en señalar que el azúcar procesado, los azúcares libres, están teniendo efectos nocivos en la salud de la población a nivel mundial. Efectos tangibles, medibles, que reducen la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.
Se ha comprobado que el consumo excesivo de azúcares libres o añadidos está directamente relacionado con la malnutrición ya que hace que se reduzca el consumo de alimentos ricos en proteínas, carbohidratos, grasas saludables, minerales como el hierro o el zinc y vitaminas como la D y la E.
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Al mismo tiempo, el consumo de azúcar añadido provoca el aumento del peso y de la presión arterial. El organismo absorbe rápidamente este tipo de azúcares lo que le obliga a producir gran cantidad de insulina que desencadena la estimulación del almacenamiento de grasas en el organismo. Esto además lleva implícita la hipertensión arterial.
El consumo de azúcares añadidos deteriora la cavidades dentales y provoca la aparición de caries, considerada una enfermedad crónica, por la producción masiva de bacterias que se alimentan de ese azúcar y producen el ácido responsable del deterioro del esmalte dental.
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Distintos estudios científicos han llegado a la conclusión de que el consumo elevado de azúcares libres aumenta el riesgo de padecer Alzheimer. La alta ingesta diaria de azúcar afecta a nuestras facultades cognitivas y no precisamente para bien ya que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como la demencia o el Alzheimer.
El azúcar produce unas moléculas que dañan el colágeno y la elastina de las células del organismo lo que provoca que a la piel le cueste más recuperarse, envejezca antes, aparezcan antes arrugas e incluso se desarrollen procesos de acné.
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Se mire por donde se mire, sacar el azúcar añadido de la dieta es una de las mejores decisiones que se pueden tomar para cuidar la salud.
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