Pilar Fonseca
Lunes, 18 de abril 2022, 19:01
Todos tenemos más o menos claro cómo es un adolescente pero lo que no siempre está claro es qué es y cómo se entra en esta complicada etapa, no sólo psicológicamente, sino también desde un punto de vista físico.
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El adolescente es casi al mismo tiempo un niño y un adulto, aunque la realidad es que en este proceso no es ni uno ni otro. Es un cambio brusco, rápido e inesperado para chicas y chicos e incluso ni siquiera sus madres y padres, que ya pasaron por ahí, saben exactamente cómo gestionar en cada momento.
La adolescencia arranca cuando aumenta la secreción de testosterona y estrógenos. El crecimiento se acelera, se producen los famosos «estirones» y en promedio el niño puede llegar a crecer 8 centímetros y la niña 10 centímetros.
Si se tiene en cuenta que hablamos de un crecimiento sólo comparable al que se produce durante el primer año de vida del bebé, es evidente que todo está algo descontrolado en el cuerpo y la mente del adolescente.
Aparece el vello por distintas partes del cuerpo, primero fino y después más grueso. El pene crece, el clítoris se alarga, la voz se vuelve más profunda, las caderas y los muslos se ensanchan. El cuerpo deja de parecerse a lo que era y los adolescentes lo notan, no terminan de ubicarse del todo.
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El cuerpo y el sistema nervioso participan en este desarrollo general, lo que lo complica es que no es un desarrollo que se produzca de una manera armónica.
Con todos esos cambios en su cuerpo es lógico pensar que los adolescentes necesiten del grupo, de su apoyo y de la mirada de otros y otras que están pasando por la misma situación.
Es una etapa evolutiva en la que a menudo van a comportarse por mimetismo, por miedo a ser rechazados por el grupo en el que se sientan más integrados, más arropados, mejor entendidos.
Según señalan psicólogos y psiquiatras, muchas enfermedades mentales pueden aparecer durante la adolescencia, algunas como los trastornos alimentarios, por ejemplo, son la tercera enfermedad crónica más común entre las y los adolescentes.
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Durante la adolescencia la necesidad de romper las normas es algo natural, es la forma que se tiene de encontrar los propios límites, lo que no significa que no necesiten de esas normas y esos límites que marcan sus progenitores y la convivencia en sociedad.
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Sin duda, los adolescentes han sido uno de los colectivos que más ha sufrido durante los distintos confinamientos que se han marcado durante la pandemia por la covid-19 precisamente por cómo les afecta el aislamiento y la necesidad de relacionarse con iguales, de convivir con otros adolescentes, de sentirse parte del grupo.
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Eso ha podido afectar al colectivo hasta el punto de haberse duplicado la cifra de suicidios en menores de 15 años durante el año 2020 con respecto al año anterior, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística.
Otro ejemplo en el que insisten los profesionales ha sido en lo mucho que se han disparado los trastornos de la alimentación. La pandemia ha provocado una eclosión de los síntomas según señalan los psiquiatras, algunos adolescentes han llegado a consulta con una mayor intensidad de los síntomas que han evolucionado sin embargo en menos tiempo y se han mostrado más bruscamente, desde la inestabilidad emocional asociada hasta autolesiones o en casos más extremos, ideas suicidas.
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Para los profesionales de la salud mental que trabajan con adolescentes, la pandemia ha sido un factor de riesgo para que afloraran los trastornos alimenticios en la población vulnerable.
La anorexia es la enfermedad mental con mayor tasa de mortalidad, según la Fundación Cofares, por encima de la bipolaridad o la esquizofrenia.
Hace relativamente poco, la revista especializada 'The Lancet' publicaba un estudio en el que se analizó la mortalidad adolescente en los últimos 40 años debida a enfermedades no contagiosas. Los científicos mostraban su preocupación con los datos que recogía este estudio por el aumento de las enfermedades mentales en este grupo de edad y sobre todo, por aquellas relacionadas con trastornos de la conducta alimentaria y la pandemia no ha venido a solucionar este problema, sino todo lo contrario: se han disparado los casos y las señales de que hay que estar alerta para solucionar el problema.
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