Luis Fernández-Vega, en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, en Oviedo, donde ejerce como director médico. FOTOS: PABLO LORENZANA
Luis Fernández-Vega - Medalla de Asturias

«Miro a España con preocupación. Hay crispación y una artificiosa falta de un proyecto en común»

«Me gustaría que Asturias tuviera más oportunidades para unos jóvenes que, en muchos casos, se ven obligados a emigrar»

M. F. Antuña

Gijón

Lunes, 20 de marzo 2023, 03:42

Es un hombre de vocaciones y pasiones múltiples. Ama la medicina, la vida y la tierra este oftalmólogo que lleva décadas cuidando de la vista de otros sin descuidar la suya propia, la que le permite mirar a Asturias y al mundo con optimismo, pero ... no sin cierta preocupación. Luis Fernández-Vega Sanz (Oviedo, 1952) recibirá la Medalla de Asturias apenas un año después de abandonar la presidencia de la Fundación Princesa de Asturias, un cargo que también le ha permitido observar con gafas de cerca lo que acontece en el hoy.

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-¿Qué ve cuando mira a esta Asturias que le premia?

-Un espacio magnífico para vivir, con personas amables y acogedoras, que deben esforzarse más para superar los problemas que la aquejan y fiar más a sus propias capacidades para hacerlo que a las ayudas externas, por más que estas sean también, a veces, necesarias.

-¿Y qué es lo que no ve y le gustaría ver en esta tierra?

-Más oportunidades para unos jóvenes que disfrutan de una formación estimable y que, en muchos casos, no pueden poner en práctica y se ven obligados a emigrar con un más que complicado retorno. Es una pérdida demográfica y de talento que no nos podemos permitir.

-¿Recuerda cómo era la Asturias de su infancia, cómo era la Asturias que dejó atrás para irse a Madrid a estudiar?

-La infancia tiende a idealizarse y, aunque yo atesoro de ella los mejores recuerdos, supongo que algo de esto habrá. La vida era mucho más apacible, al menos yo así la veía, y giraba en torno a unos pocos, pero sólidos, principios en los que la familia era primordial. Cuando me desplacé a Madrid, el cambio fue importante. Tuve que tomar decisiones por mí mismo, ser mucho más autosuficiente y 'socializar', como se dice ahora, muchísimo más debido a mi estancia en un colegio mayor del que guardo también muy buenos recuerdos. Un asturiano siempre añora Asturias, y en eso tampoco fui una excepción. Madrid me abrió muchas oportunidades, pero, en cuanto podía regresar, lo hacía sin dudar. Aquí estaba mi familia, algunos de mis mejores amigos y, llegado el tiempo, mi novia -ahora mi mujer, mi querida Vicky- y, por tanto, mis mayores afectos.

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-Los ojos están para apreciar la belleza. Dígame qué lugares de esta tierra aún le apabullan.

-No es fácil escoger en una tierra con espacios naturales tan exuberantes. Tengo una inclinación especial por los ríos y sus riberas, pero también Peñamayor, tan próxima a la casa familiar de Ceceda, es una referencia permanente. Y desde hace años en Salinas, que me posibilita largos paseos, encuentro esa tranquilidad tan necesaria después de una actividad intensa durante la semana. En un amanecer en un día de primavera a la orilla del río Cares es difícil no emocionarse.

-Cuando a uno le dan un premio como este, es también momento de echar la mirada atrás. ¿Qué sensación le provoca en el plano profesional?

-No le oculto que cierta satisfacción personal, pero muy consciente de que he sido un engranaje en una trayectoria familiar extraordinaria que ha sabido contar siempre con un equipo de excepción, y eso ha hecho mucho más fácil los retos planteados y alcanzados.

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-¿Cómo de satisfactorio es el ejercicio de la medicina?

-El ejercicio de la medicina, que exige un componente vocacional tan grande, es lógico asociarlo al alivio y curación de las dolencias que nos aquejan, y eso es de todo punto gratificante. Sin embargo, tiene el contrapeso de las limitaciones que todavía existen para atajar ciertas patologías y eso conlleva no poca frustración, con lo que, aunque va ganando espacio el primer bloque gracias a la investigación, el resultado todavía no está lo suficientemente desequilibrado en la buena dirección, a mi juicio. ¡Tenemos que seguir trabajando mucho y bien!

-¿Duele no poder siempre ayudar?

-Pues claro que duele. En oftalmología, la frontera está en el nervio óptico. Si este está atrofiado, es igual que cuando una bombilla no luce por tener cortado el cable. Esa es la barrera y, por tanto, tenemos que seguir trabajando.

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«Mi intención es trabajar de forma más relajada, pero confieso que tengo dudas de si lo lograré»

–Desde el Instituto Oftalmológico también llevan a cabo misiones solidarias. Relate algún momento especial que ese trabajo le haya propiciado.

–Es algo de lo que estamos muy orgullosos y que ejecuta la Fundación que lleva el apellido familiar y dirige de forma admirable mi mujer, Vicky. Yo recuerdo, con especial emoción, las estancias en Camboya, en la misión de Kike Figaredo, quien realiza una labor extraordinaria, y donde el alivio médico que pudimos aportar a cientos de pacientes tenía como mayor recompensa la sonrisa limpia, franca y generosa de quienes habían acudido a nosotros. También se realizan acciones más cercanas en nuestro entorno, proporcionando ayuda a colectivos desfavorecidos.

–Una cosa le digo: el ministro Escrivá debe estar encantado con usted. ¿No le tienta parar, descansar, disfrutar del tiempo libre y dejar de trabajar?

–Pues sí, es muy posible que esté él más encantado conmigo que yo con él. Ya se sabe que pagar impuestos es imprescindible aunque no agradable, sobre todo, en cuanto a los más injustos y desiguales respecto a otras comunidades autónomas, como Patrimonio, Sucesiones y Donaciones. En lo que se refiere a mi situación personal, soy de los que piensan que muchas veces descansar no es hacer nada, sino hacer algo distinto. Mientras la salud me acompañe, dedicaré a nuestro Instituto y sus pacientes la mayor parte de mi tiempo y tengo la intención de hacerlo de forma un poco más relajada, pero confieso que tengo dudas sobre si lo lograré. Es un objetivo que no suscita mucha credibilidad en los que me rodean.

–¿De qué disfruta usted en ese tiempo libre?

–Me gusta la lectura, la música, la pesca y la naturaleza en general. Y, desde luego, pasar tiempo con mi mujer, hijos y nietos. Creo que en esto, por fortuna, no soy nada original.

-¿Cómo ve la profesión en estos tiempos de protestas?

-Vivimos tiempos complejos a los que hay que añadir nada más y nada menos que una pandemia con efectos dramáticos y repercusiones que perdurarán en el tiempo, por lo que el nuevo acomodo no será fácil ni rápido. Por fortuna, disponemos de un sistema sanitario sólido, con profesionales muy bien formados y con una dedicación admirable. La sanidad aconseja siempre miradas a largo plazo y no debiera haber lugar en ella para las improvisaciones. Las decisiones que se adopten ahora determinarán el futuro de décadas, de ahí la necesidad de luces largas. Hacen falta más profesionales seguro, pero estos no se improvisan ni pueden producirse atajos en una formación que debe ser cada vez más exigente.

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-¿Cómo valora el sistema público de salud?, ¿se le ocurre alguna receta para mejorarlo?

-Desde luego, de forma muy favorable, y lo digo desde el conocimiento de causa de haber dedicado al mismo una buena parte de mis más de cuarenta años de profesión. Por supuesto no dispongo de ninguna receta mágica, aunque es muy probable que no sea eso lo que le hace falta, sino quizás que sus responsables escuchen más a los profesionales, que son su esencial soporte.

-¿Qué me dice de la docencia?, ¿qué tiene de especial enseñar, formar a otras personas?

-Estoy muy satisfecho de esa parte de mi actividad. Tuve una vocación temprana para la misma y prueba de ello es que conseguí la cátedra con menos de treinta años. Ejercer la docencia te exige actualizar conocimientos permanentemente y el contacto estrecho con los alumnos te aporta frescura, capacidad de innovación y ese espíritu que hace ver las cosas de otra manera. Nunca me arrepentí de haber dedicado a ella una buena parte de mi tiempo y de hecho aconsejo a mis hijos que se esfuercen en compatibilizarla con su creciente actividad profesional.

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-Le tengo que preguntar qué toma usted para desayunar para hacer tantas cosas.

-Es cuestión de organizarse un poco y tener un buen equipo de colaboradores. Y no le oculto que también ayudan jornadas de muchas horas, incluidos no pocos festivos. Pero eso es lo que he visto siempre en mi casa y creo que es una seña de identidad más de la familia.

-¿Qué se lleva de sus años como presidente de la Fundación Princesa de Asturias?

-La mayor gratitud por haber formado parte de un equipo que lleva a cabo un trabajo de excepción para difundir los valores que hacen mejor a la sociedad.

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-¿Qué le ha aportado a usted trabajar cerca del Rey y de su familia?

-Corroborar la impresión que ya tenía a través de la observación y seguimiento de su trabajo y un contacto más episódico, y es que ejercen su alta magistratura con la mayor entrega y dedicación, no exenta al mismo tiempo de proximidad. Y creo que somos muy afortunados los españoles por el acierto, equilibrio y templanza que aportan a todos en todo momento.

-¿Cómo ve a Leonor?

-Como una joven de su tiempo en extremo responsable, muy consciente de su papel y del que habrá de jugar en su momento. Ahora comenzará su formación militar, como hizo en su momento su padre, lo que contribuirá a completar una educación integral que sin duda enriquecerá su perspectiva. Para el recuerdo me quedarán siempre sus primeras palabras públicas en el Teatro Campoamor.

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-Antes le preguntaba por su visión de Asturias, ahora le pido que lance una mirada sobre esta España nuestra. ¿Cómo la ve?

-Pues no le oculto que con preocupación. Una preocupación, si se quiere, serena, pero que no por ello deja de serlo. Algunos de los problemas que nos aquejan derivan de una falta de valores que pueden ser más o menos comunes con sociedades de nuestro entorno, pero nosotros hemos añadido una crispación muy poco deseable y una artificiosa falta de un proyecto en común que, de no atajarse, no presagia nada bueno. Frente a ello quiero ser optimista, pues el pesimismo no ayuda, pero le aseguro que a veces me cuesta.

-El mundo vive tiempos de incertidumbre.

-Parecía que cada generación iba a vivir mejor que la anterior, pero esa tradición se ha quebrado. Los supuestos derechos han ganado la batalla a lo que se consideran obligaciones, y el esfuerzo y mérito cotizan a la baja, algo que creo que no es bueno. A los jóvenes se les está dando una educación más blanda, y eso acarreará problemas en el futuro. Junto a ello, hay indudables progresos en la lucha contra el hambre y la enfermedad y los derechos de minorías marginadas, cuando no perseguidas, se ven reconocidos cada vez más. Desde luego, la creciente e imparable incorporación de la mujer a todos los espacios es algo enormemente positivo, más allá de que sea de justicia, y su favorable repercusión es ya una realidad tangible.

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-¿Hasta qué punto le preocupa todo lo que tiene que ver con el cambio climático?

-Creo que en este tema, de gran trascendencia, mi mirada -si se me permite- es más corta. Me preocupa el entorno natural, la preservación y recuperación del mismo, que no sea ajeno a la basura que generamos, que reciclemos cada vez más... Nosotros en el Instituto tenemos una práctica muy exigente en este tema que va mucho más allá de los residuos médicos o quirúrgicos, por ejemplo. Trabajamos para la reducción de nuestra huella de carbono en distintas fases de nuestros procesos y contemplamos la incorporación de nuevas formas de energía -en este caso, solar- para nuestro autoabastecimiento. Creo que la suma de muchas pequeñas cosas podrá ofrecer grandes resultados.

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