Theresa, en el Hospital de La Paz, donde ha vivido lo más duro de la pandemia. E. C.

«Llevaría a visitar una UCI a los que se saltan el encierro»

HÉROES ANTE EL CORONAVIRUS THERESA GRANDA, ENFERMERA ·

La enfermera luanquina trabaja en el Hospital de La Paz, donde vivió lo más duro de la pandemia

P. A. MARÍN ESTRADA

Domingo, 10 de mayo 2020, 02:28

«Cansada física y psicológicamente, horas infinitas asfixiada con las gafas y mascarilla», «tras un mes de pandemia, el agotamiento se va acumulando», «aún con tantas cosas en contra no me planteo abandonar, continuo haciendo lo mejor que puedo mi trabajo», son algunas ... de las anotaciones que la enfermera luanquina Theresa Granda ha ido trazando, al volver de cada jornada de trabajo en la UCI del hospital La Paz, en el hotel donde se aloja junto a compañeros desplazados, como ella, desde otras comunidades. Lleva allí desde marzo, cuando decidió ofrecerse a la sanidad madrileña para ayudar en plena curva ascendente de la pandemia: «Me llamaron a los cinco minutos para incorporarme. Tenía la posibilidad de hacerlo en Cabueñes, pero yo quería estar en la primera línea del foco, donde más falta hacía», relata ahora desde la habitación en la que dialoga cada día con su cuaderno. «Cuando uno es feliz con lo que hace, el riesgo que corres compensa», escribió en él.

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Se considera «enfermera vocacional» y afirma que «el arte más bonito es cuidar a los demás», aunque la experiencia vivida le ha llevado a admitir «que en una situación así, hay que ser muy fuerte. Yo he llorado mucho, he llamado a mi madre llorando y otras veces prefería no hacerlo para que no me viera así». Recuerda sobre todos las primeras semanas: «Era una verdadera locura, para ahorrar EPI (equipo de protección individual) entraba una compañera en la UCI y estaba cuatro horas sin salir, reutilizábamos las mascarillas, los médicos no sabían qué medicación aplicar. Era una guerra sin armas, una lucha constante en la que no veías un paso adelante: los pacientes no experimentaban mejoría y el desbordamiento llevó a no admitir en cuidados intensivos a las personas más mayores», detalla. Con el incremento de contagios llegarían «turnos interminables, sin descanso ni para ir al servicio o beber agua». En uno de ellos, Theresa se desvaneció: «Tenía síntomas de ahogo, mareo y náuseas. Estuve dos aislada hasta que me hicieron la prueba de PCR y salió negativo. Al día siguiente me reincorporé».

A pesar de lo vivido y de haber visto enfermar muchos compañeros expresa que «nunca tuve miedo. Tal vez al principio, luego fui pensando: 'si me contagio ya me curaré'». Desde que está en Madrid reconoce «no haber dormido bien una sola noche» y aunque la situación actual es muy distinta a la de hace un mes «psicológicamente te toca pensar en todos los pacientes que se han ido porque no se sabía cómo medicarlos, los familiares que no se han podido despedir o ver morirse a personas jóvenes y sanas». Por ello no duda en manifestar que «la realidad que yo he vivido aquí es más dura de lo que la gente piensa. A esos que vemos saltarse las medidas o creen que esto no van con ellos los llevaría visitar una UCI. El virus sigue ahí». Dice que lo que más echa de menos «es un abrazo o un beso. En la UCI nos abrazamos con los EPI puestos».

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