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Si nos atenemos a los libros de Historia, el ejército rojo de Mao Zedong recorrió 12.500 kilómetros en 370 días en su denodada lucha contra Chiang Kai-shek, perdiendo a 50.000 hombres en el camino pero dejando para la posteridad el destilado épico ... que todavía embriaga a millones de chinos. Pues bien, desde hace semanas al gigante asiático le tiene en vilo otra marcha, esta protagonizada por una manada de elefantes que abandonó a mediados de abril la reserva de Xishuangbanna, en la provincia de Yunnan, fronteriza con Laos y Birmania. Lo que al principio parecía un deambular errabundo, sin oficio ni beneficio, se ha tornado en un auténtico espectáculo de masas.
Comenzaron siendo 15 -incluidas tres crías, una nacida durante el viaje-, aunque uno de sus miembros decidió apartarse del grupo y ahora vaga sin gozar de notoriedad alguna. Nadie sabe cuál fue el detonante, aunque expertos apuntan a que la diáspora pudo estar motivada por la falta de alimento en su hábitat natural. La selva tropical lleva décadas retrocediendo ante el imparable avance de las plantaciones de caucho y té, lo que ha reducido la vegetación y fragmentado el, en otro tiempo, frondoso bosque. También se especula con que detrás de este comportamiento -¿errático?- esté el aumento de la población de paquidermos, que se ha disparado en la provincia de Yunnan en los últimos años hasta alcanzar los 300.
No son las únicas hipótesis que se barajan: en las últimas semanas ha cobrado fuerza la teoría de que este desfile tiene su origen en la intoxicación por alcohol de su líder, que devoró restos fermentados, arrastrando en su 'borrachera' a toda la manada. El extravío, todo sea dicho de paso, dura ya dos meses.
Los integrantes de esta hazaña, que llevan sumados 500 kilómetros -y subiendo- pasean sus carnes tolendas por bosques frondosos, ríos revueltos y hasta ciudades, desatando con cada tropiezo el afecto incondicional de quienes siguen sus aventuras por redes sociales, cadenas de televisión y radios. Nadie puede negar que se están haciendo notar. La estela que dejan a su paso suma ya destrozos que superan el millón de euros y al menos 56 hectáreas de cultivos arrasadas. Aunque no hay víctimas entre la población, el Gobierno chino vive pendiente de su deriva para mantener alejados a los curiosos, que a estas alturas son legión, no vaya a ser que el circo se les vaya de las manos.
Que no entren en nucleos habitados está resultando más difícil. 440 agentes, 115 vehículos y 14 drones siguen a los elefantes, a los que ni camiones ni sirenas han hecho ni por un momento cejar en su empeño. La ciudadanía, entretanto, disfruta viendoles por televisión entrando a una vivienda y bebiendo por turnos de una bañera después de que el más avispado abriera el grifo con la trompa. Hasta el portavoz de Exteriores, Zhao Lijian, se ha pronunciado al respecto en Twitter. Lo llama «hermoso accidente». Esperen a que entren en una cacharrerría.
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