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PABLO A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Lunes, 23 de julio 2018, 02:09
No es un pájaro ni un avión. Tampoco Supermán aunque vuele, lleve capa y disponga de dos identidades. Es John Taylor -su alias artístico- y Luis Muñoz, el nombre con el que se presenta este norteamericano con raíces españolas, cuya dedicación profesional continúa la ... que ejercieron su padre, sus tíos y su abuelo: «Sí, soy el Hombre Bala», dice, con la mayor naturalidad, mientras nos extiende su mano. Acaba de descender del cañón que le dispara cada día sobre el público del Circo Coliseo y en el que ha estado paseándose por las calles de Gijón en una mañana difícil para llamar la atención de los viandantes. Sobre el cielo de la ciudad despliegan sus acrobacias las naves del Festival Aéreo y hasta la mirada del propio artista se va siguiendo el rizo en el aire que realiza uno de los aparatos: «¡Mamma mía!», exclama, buscando nuestra complicidad.
Se ríe abiertamente cuando le devolvemos esa misma expresión de asombro al escucharle relatar que en cada uno de sus vuelos diarios sobre las cabezas de los espectadores recorre una distancia de unos 37 metros a una velocidad superior a los 100 kilómetros/hora. «Cruzo la pista de lado a lado y paso a menos de un metro del techo de la carpa. Cualquier error por mínimo que sea puede ser fatal», explica, poniendo como ejemplo lo sucedido hace unos días a un colega suyo en un circo de Chile. «No vi los videos que circulan, prefiero no pensar en ello, pero aproveché para pedirle al jefe un aumento del caché», explica con humor. Para evitar cualquier percance, confía en su propia preparación física, su capacidad de concentración («durante el viaje no piensas nada, te centras en el cálculo de la caída», afirma), el perfecto estado del mecanismo de impulso y la seguridad de que al mando «del botón» está su padre, Luis Muñoz y su experiencia de treinta años volando como hombre bala. «Es un buen hijo», admite el patriarca -presente en la conversación- y simulando el gesto de accionar el disparo, añade: «Por la cuenta que le trae».
Luis Muñoz/John Taylor tiene 25 años pero aparenta diez menos. Sus medidas: 1,68 de altura y 65 kilos de peso le permiten introducirse en la boca de este cañón histórico («tiene exactamente 89 años», detalla) que albergó antes los cuerpos de su padre, su tío y el fundador de la saga, el abuelo Captain Muñoz, un madrileño que recorrió los cinco continentes como Hombre Bala y acabó instalándose en Florida (USA), donde nacieron su hijo Luis y su nieto.
El actual heredero de la saga lleva algo más de un año recorriendo España con su número, tras haber pasado un largo periodo desempeñando su otro oficio, el de especialista de cine. Ha participado en medio centenar de películas y ha doblado en más de una ocasión a los mismísimos Tom Cruisse y Bruce Willis en escenas de riesgo. Lo cuenta con la misma naturalidad con la que se nos presentaba al descender del cañón. «Quería recuperar mis raíces españolas y seguir dándole vida al arte que practicaron mis mayores. La experiencia está siendo muy bonita. La gente aquí es mucho más cercana que en Estados Unidos y eso me gusta», declara.
«¿Por qué he vuelto al circo? En tiempos de mi abuelo habría unos cien hombres bala en todo el mundo; con mi padre unos veinte y ahora somos dos o tres. Es un buen motivo y también para que el público lo tenga en cuenta», argumenta. Bromea al hablar de su vida fuera de la pista: «Si conozco a una chica, claro, no le digo a qué me dedico. ¡Saldría, como yo del cañón, disparada...!». Luego él mismo se escabulle. Sí, como una bala.
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