Secciones
Servicios
Destacamos
LUIS ANTONIO ALÍAS
GIJÓN.
Lunes, 5 de noviembre 2018, 01:52
La tragedia del vapor 'Cabo Machichaco' el 3 de noviembre de 1893, hace 125 años, forma parte de los peores recuerdos de Santander. Y si previamente no hubiera aparecido el cólera en Bilbao, pudiera ser que de Gijón. Porque la explosión de este barco que se dedicaba al transporte de mercancías y pasajeros entre San Sebastián y Sevilla, en un tiempo donde la mar proporcionaba la más rápida vía de comunicación costera, mató a casi un millar de personas, que ya es decir, y dejó a cerca de tres mil heridos.
Un accidente en mar y un horror en tierra. El barco, que provenía de Bilbao, había tenido que pasar una inspección sanitaria en la isla de Pedrosa, lazareto de Santander al fondo de la bahía, por causa de unos casos de cólera que Bilbao había declarado, retraso que le impidió llegar a Gijón dos días antes. Anclado ante el puerto de la capital cántabra, llevaba varias garrafas de ácido sulfúrico en cubierta, y 51 toneladas de dinamita para uso minero que no fueron declaradas a la autoridad portuaria con el fin de evitar las complicaciones de un desvío hacia puertos alejados de toda población, y poder así atracar tranquilamente en el centro para realizar cargas, descargas y reparaciones.
Entonces una garrafa de sulfúrico cayó, rompió y produjo un incendio que atrajo a los muchos paseantes portuarios de una soleada tarde otoñal. Y corrida la voz, los espectadores pasaron a multitud, mientras los bomberos y las autoridades civiles y militares veían satisfechas cómo progresaba la lucha contra las llamas.
Y de pronto alguien vio la dinamita ocupando buena parte de las bodegas de proa y dio la voz de alarma.
Demasiado tarde: la explosión fue de tal magnitud que varios edificios de la calle Menéndez Núñez se vinieron abajo, los trozos de metal y esquirlas despedidas segaron vidas igual que balas de ametralladora, la ola subsiguiente arrastró a centenares de personas mar adentro y aparecieron trozos humanos a kilómetros de distancia, por ejemplo dos piernas sobre el tejado de un almacén cerca de Peñacastillo.
Santander quedó prácticamente sin autoridades y sin bomberos. Y sin un número de ciudadanos que se cifra entre 600 y 1.500, con un epílogo igualmente sangriento: quince obreros fallecieron dos semanas después en una segunda explosión al tratar de desguazar los restos.
Gijón quedó afectadísima por el hecho y EL COMERCIO inició una colecta para las numerosísimas víctimas vivas: viudas e hijos sin recursos de quienes no previeron que la curiosidad mata y y el diablo no sólo carga armas, también bodegas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.