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Equipo.No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Foto de familia del equipo del Teléfono de la Esperanza en Asturias. Pablo Lorenzana
Cuando el hilo del que pende la vida es telefónico
Teléfono de la Esperanza - Acción social

Cuando el hilo del que pende la vida es telefónico

Una compañía que cura. En 2023 fueron 8.400 las llamadas que llegaron al 985 225 540, que atiende las 24 horas los 365 días a quien necesita que alguien le escuche. Incluso que le salve la vida

Chelo Tuya

Gijón

Jueves, 26 de septiembre 2024, 17:49

Más de 300 asturianos siguieron adelante con sus vidas el año pasado tras marcar nueve números. Con la decisión de suicidarse ya tomada, apostaron por jugárselo todo al 985 225 540. Decidieron que el hilo del que pendía su vida fuera telefónico. Y tras escuchar «Teléfono de la Esperanza, dígame» su conducta autolítica trocó en otra de supervivencia. En toda España, fueron más de 4.000 los casos de suicidios evitados tras oír la misma frase.

De ahí que EL COMERCIO haya decidido conceder al Teléfono de la Esperanza en Asturias el Premio Acción Social 2024. El fallo del jurado destaca que merece el galardón «por atender las situaciones de crisis ofreciendo una respuesta inmediata y combatir la desesperanza, en un trabajo constante que atiende a la salud mental y emocional de los asturianos».

Porque eso hace esta entidad sin ánimo de lucro que el próximo año cumplirá 50 años en Asturias, cita a la que llegará con el premio del decano de la prensa asturiana bajo el brazo. Y con más de cerca de las 9.000 llamadas anuales, puesto que el año pasado ya cerró con más de 8.400 «Teléfono de la Esperanza, dígame» pronunciadas a lo largo de los 365 días del año y sin parada las 24 horas del día. Siempre con la atención psicológica por bandera y con una palabra marcada a fuego en el ánimo de sus 81 voluntarios actuales: acompañar.

Medio siglo en Asturias y cuatro años más en toda España. El primer hilo telefónico listo para dar respuesta a quien la necesitaba se puso en marcha en Sevilla el 1 de octubre de 1971. Cuando el invento de Antonio Meucci, que hizo famoso Alexander Graham Bell, aún era un objeto de lujo en el país, Serafín Madrid decidió abrir una línea de atención psicológica en la ciudad del Guadalquivir. Su propuesta se extendió a otras comunidades hasta llegar a los 29 centros actuales, además de los nueve convenios con otros tantos países de Europa y América. En Asturias, son dos las sedes de la ONG: la de Oviedo, la primera, que ahora está ubicada en la avenida de Bruselas, y la de Gijón, que se abrió en 2016 en el Centro de Servicios Sociales de El Natahoyo, en la avenida de Moreda, que alberga, además de diferentes departamentos municipales, las sedes de algunas entidades sin ánimo de lucro.

Ocho de cada diez están solos

Una multiplicación de la oferta que tuvo su efecto en la demanda. En 2010, no llegaban a las 5.000 las llamadas anuales. En 2024, la previsión es que la cifra final esté más próxima a las 9.000 que a las 8.400 del año pasado. ¿El motivo? En el 80% de los casos, la soledad. La no deseada. La que ha puesto en alerta a gobiernos de todo el mundo y que ha llevado al Principado a poner en marcha una partida de 16 millones para llevar a cabo políticas que tengan, también, como base la palabra clave del Teléfono de la Esperanza: acompañar.

Incluso a aquellos que tienen personas a su alrededor. Porque la soledad no deseada llega, también, a quien sale cada día a trabajar, a estudiar o hacer alguna actividad de carácter social. Una soledad que llega, «por una baja estima», tan baja que hace que «hay muchas personas que no hablan con nadie en todo el día». Lo dice la actual presidenta de la entidad en Asturias. Ladis García que, psicóloga de profesión, llegó, como el resto de voluntarios, «por echar una mano, para ayudar».

Ya que esa, la voluntariedad, la solidaridad, la de dedicar tu tiempo, en jornadas de cinco horas, es la clave de un servicio para el que, cada año, ofrecen cursos de formación para que la voluntariedad no esté reñida con la falta de conocimiento sobre lo que se debe y lo que no se debe hacer tras decir «Teléfono de la Esperanza, dígame».

Nunca, jamás, se escuchará a ese lado de la línea telefónica, en el que ahora hay 93 voluntarios y una única persona con salario, ni críticas ni consejos ni, por supuesto, el clásico 'pues yo haría'. La misión de quien da respuesta es «escuchar, acompañar, guiar, pero siempre respetando la voluntad de quien llama». La voluntad y el anonimato, «puesto que se garantiza la intimidad de quien llama», aunque esa es una línea que ya se cruzó desde hace años, puesto que, además de atención telefónica, se ofrece a quien lo desee, terapia, tanto personalizada como de grupo.

Las mujeres, protagonistas

Y un anonimato que se rompe también con las nuevas generaciones. Porque los nativos digitales, los que parecen estar permanentemente conectados, también sufren la soledad. Quizá más que la de los adolescentes de épocas anteriores. Para ellos y sus nuevos métodos de comunicación, está abierto un chat en el Teléfono de la Esperanza, para atender las cuitas y responder con tanta rapidez como efectividad para, sino solucionar, sí empezar a ver luz al final del túnel.

Lo que no cambia ni el paso del tiempo ni la llegada de nuevas tecnologías es el protagonismo de la mujer. Tanto entre el voluntariado como entre quienes llaman buscando esperanza, la mayoría son mujeres. Eso no significa que ellos no den o pidan ayuda. Lo hacen. Y cada vez más pronto. Incluso los que acaban de empezar a vivir, tienen su vida pendiente de un hilo. Suerte que sea telefónico.

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