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M. F. ANTUÑA
Domingo, 25 de abril 2021, 01:58
Ciento treintamil metros cuadrados construidos. Un coloso que alberga una facultad, un centro de formación profesional, un centro de arte, un conservatorio, una escuela de arte dramático, un teatro inmenso, una cadena de radiotelevisión pública, un centro de innovación tecnológica, pisos, servicios varios del Principado de Asturias y, en tiempos de no pandemia, un número considerable de turistas. La Universidad Laboral, la Uni para los que allí se formaron cuando era el instituto más grande de España, Laboral Ciudad de la Cultura ahora, es un monumento, un Bien de Interés Cultural, un espacio único con todavía muchos metros cuadraros disponibles, un lujo para quienes lo moran y también un problema común por aquello de que, como pasa con cualquier inmueble protegido, para poner un clavo hay que pedir un millón de permisos.
Si usted le pregunta a San Google cuál es el edificio más grande de España le vomitará de inmediato varias referencias que conducen inevitablemente a la obra de Luis Moya llamada a ser una ciudad ideal y autosuficiente. Ahora es un lugar de encuentro de actividad cultural y docente, por el que a diario, sin pandemia, pasan unas 5.000 personas, según la Consejería de Cultura.
Complicado es decir ahora cuántas personas laboran o estudian en el edificio de Cabueñes, porque el teletrabajo y la formación semipresencial lo tiene funcionando a medio gas, y prueba de ello es que la cafetería tiene cerradas sus puertas. Pero, antes, ahora y después, la Laboral es un cóctel muy particular y sabroso, que da cobijo a funcionarios, estudiantes universitarios, a alumnos de FP, al público que acude a los conciertos y funciones, a compañías teatrales que utilizan sus espacios para residencias técnicas y artísticas.
Una palabra se repite en muchos de los moradores de la Laboral: «Un lujo». Lo es por el espacio y el batiburrillo interno, que se completa con el del aledaño Parque Cientítifico y Tecnológico y el cercano campus universitario, que en conjunto crean la gran milla del conocimiento.
La actividad no para. De la misma forma que hay informativos matinales y nocturnos, hay clases de mañana y tarde, hay quien se sienta delante de un ordenador y escribe, hay quien baila y hay quien finge.
No finge Joaquín Amores cuando habla maravillas de las instalaciones de la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) que dirige, que tiene este curso 98 alumnos, aunque lo habitual es que sean unos 108 y cuenta con un claustro de 22 profesores, a los que se suman doce empleados de personal no docente. Para ellos solitos, 5.500 metros cuadrados. «El problema de la escuela es que tiene mucho pasillo y vestíbulo, pero lo aprovechamos como espacios escénicos». Todo tiene uso en una escuela amplia y bonita. «Lo único que no tenemos es almacén, en las escuelas de teatro existen para guardar escenografías», relata Amores, que tiene más pros que contras pero alentado a encontrar la queja plantea otra en aras de mejorar: «Un wifi que funcione bien, con estos muros a veces cuesta dar las clases telemáticas». Reñida está la cobertura con las históricas paredes, pegadas a las del conservatorio, con su propio teatro, el Alejandro Casona, pero también con el de la Laboral a su disposición. «Nuestros alumnos hacen su debut en el mejor teatro de España para mi gusto».
Su vecina Julia Álvarez, al frente del Conservatorio, evalúa de forma similar su lugar de trabajo. Y eso que ella tiene una petición clara conocida ya en el Principado: tres aulas de danza, puesto que ahora ocupan espacios de la ESAD. Entre personal docente y no docente, superan el centenar de trabajadores y bordean los mil alumnos, aunque este curso ha bajado la cosa por el virus. Ofertan los cursos completos elementales y profesionales de Música y Danza y están siempre a tope de actividad. Más por la tarde que por la mañana. De nueve a nueve y media, doce horas y media, no se detienen. «Es un centro muy grande, tenemos 6.000 metros», revela la directora, que explica cómo con el progresivo crecimiento y la incorporación en 2013 de la danza han ido adaptándose. Pero faltan tres aulas y eso quieren. Y si fuera posible habilitar algunos de los espacios disponibles para conseguir un salón de actos para los ensayos de la orquesta, también. Y eso que hay colaboración, que si se necesita el teatro no hay problema para usarlo. «Por lo demás, el conservatorio es un modelo, es el más grande de España, las personas que vienen de fuera quedan maravilladas del espacio».
María Goitia, directora del centro de FP, está al frente de un equipamiento con 1.600 alumnos y una plantilla de unas 125 personas. A la formación profesional reglada se unen los cursos de empleo. Entre aulas, talleres, laboratorios y oficinas técnicas, se reparten medio centenar de espacios docentes. Son ocho las familias profesionales que imparten y 21 ciclos. «Para nosotros el lugar es una ventaja, estar en la milla del conocimiento nos beneficia, con el Parque Tecnológico, la facultad, es un entorno estratégico y privilegiado», señala Goitia, que reconoce los achaques del inmueble pero presume de la otra cara de esa moneda, los talleres históricos. «Es un lujo venir a un taller de soldadura como el que tenemos, o de calderería y mecanizado, automatismo, química industrial...», afirma. Son la joya de la corona de un centro de formación profesional que está abierto a crecer. Y lo hará: el próximo cursos habrá un módulo nuevo de actividades físico deportivas y esperan que pronto se concreten los llamados cursos de especialización, los másteres de la FP. «Está al caer. Ya se está hablando de la implantación y algunos podría ser que encajen con nosotros».
Levi Pérez es el decano de la Facultad de Comercio, Turismo y Ciencias Sociales Jovellanos, con 1.467 alumnos en sus aulas. «En términos generales es un privilegio estar aquí, el entorno es magnífico, las instalaciones son modernas, en el caso de nuestra facultad se trasladó en enero de 2007, todo el mobiliario e instalaciones son bastante recientes, está todo a capricho», resume. Eso sí, tienen un hándicap, la distribución de espacios -unos 18.000 metros cuadrados que son más que suficientes- se hizo pensando en clases pequeñas, como las que impulsaba Bolonia, y al final, ese sueño no se hizo realidad y que no haya aulas grandes condiciona su día a día. Pero más allá de eso, al decano y sus estudiantes les gusta lo que les circunda, esa mezcla de cultura, arte y música. «Las relaciones con el resto de entidades, con los vecinos, son muy buenas», señala. A diferencia de otros centros, la facultad, que oferta cuatro grados -tres presenciales y uno a distancia- y un máster, no cuenta con sedes departamentales, las clases las imparten profesores de 17 departamentos diferentes de otras facultades. Y qué ocurre: «Estamos notando que cada vez tenemos más profesores que nos solicitan un despacho permanente y eso es indicador de que hay buen ambiente de trabajo, magníficas instalaciones y un entorno agradable». Dicho lo cual, vienen los problemas. El edificio no es propiedad de la Universidad y para el mantenimiento y la gestión de espacios la responsabilidad está en la sociedad pública que gestiona el complejo. No hay conflictos pero tiene su complicación: «Si queremos hacer una intervención, una obra, hay que solicitar más permisos que en la Universidad de Oviedo, eso se agrava con la declaración de BIC, que es fantástico, pero tiene su lado negativo, que para poner un tornillo o cambiar una puerta, quitar un vidrio de una ventana hay trabas burocráticas». Pero prefiere Levi Pérez hablar de sinergias. Las que se producen con los aledaños al edificio de Moya, en el Parque Científico y Tecnológico, donde sus alumnos hacen prácticas. También se prevé intensificar la colaboración con el centro de arte. Y puestos a pedir: «Queremos crecer en másteres, tenemos dos o tres propuestas lanzadas».
La vecindad es variada. Tanto que allí se ubican las oficinas del Serpa, una sociedad pública del Principado para la prestación de servicios de desarrollo rural, de interés agrario, de acuicultura y pesca marítima, de interés medioambiental, turístico, docente, cultural y deportivo. Asunción Mormeneo, responsable de recursos humanos, explica que en plantilla son un centenar de personas pero en Laboral trabajan unas sesenta en sus mil metros cuadrados. «No creo que haya nadie que se queje, es un lujo trabajar aquí, tenemos salas muy espaciosas, despachos, zonas comunes». Y tienen un lugar hermoso al que mirar. Que no es baladí. Y cuando no hay pandemia, «hay muchísimo movimiento», que también se agradece. Así que puestos a pedir, dos cosas: más transporte público no condicionado a la docencia y más servicios de hostelería.
La Radio Televisión del Principado de Asturias (RTPA), en vísperas de su 15 aniversario, disfruta las vistas al jardín interior del antiguo convento de las Clarisas, hermoso espacio que aporta 3.520 metros cuadrados útiles, a los que se añaden los 3.000 de los jardines y los más de 2.000 del parking, pero que sí tiene su problemática a la hora de hacer televisión. Francisco González Orejas es el director general del ente en el que trabajan a diario en torno a doscientas personas. «Un lugar como este tiene ventajas e inconvenientes. Es un edificio bonito y está dentro de un conjunto monumental y un entorno privilegiado, pero en algunos casos no es cómodo porque cuando se construyó nadie pensó que iba a ser sede de una televisión», señala Orejas. Su gran problema pasa por el tamaño de los platós: se han quedado pequeños. Hoy los informativos exigen apertura, movilidad, amplitud. Y ese es un hándicap que el edificio no contribuye a resolver. Contradicciones de la vida, sobran dos plantas por arriba, que no se usan, pero falta altura para el plató de informativos porque la techumbre está pensada para un convento. La idea a futuro pasa por pasar el plató de informativos al de programas y llevar este a alguna nave exterior. Crecer dentro es complicado para ellos.
Las grandes naves de Laboral Centro de Arte quizá podrían albergar un gran plató. Pero lo suyo es otra cosa. Karin Ohlenschläger dirige un equipo formado por nueve personas. Además de la vertiente puramente expositiva, el centro acoge residencias de artistas -63 en 2020- . «La mayoría de los artistas aprovechan al máximo su estancia en Laboral. Algunos trabajan en el laboratorio de sonido; otros preparan obras escénicas o prototipan en el fablab. Incluso hemos tenido una pintora en residencia para realizar cuadros de gran formato», relata la directora artística. Luego están los visitantes, 134 la semana pasada para ver sus propuestas, y se organizan todo tipo de actividades, dentro y fuera del centro. «Nuestras instalaciones espaciosas y equipamiento técnico y laboratorios están a disposición de todas y todos los asturianos», señala, y lamenta que los gastos de mantenimiento y el suministro energético sean elevadísimos. Y que hagan falta ya mejoras en las instalaciones: «El estado de conservación es deficiente. Requiere urgentemente reparaciones en el tejado que estamos reclamando desde hace muchos años y cuanto más tiempo pasa, más daño se produce en la estructura del edificio».
El Centro Mundial de Innovación de TK Elevator, con 50 personas trabajando en más de 2.000 metros cuadrados de oficinas y un laboratorio de prototipos a escala real de más de 3.000, es otro ilustre morador. Se dedica a las innovaciones radicales en sistemas de transporte de pasajeros, tanto horizontales como verticales. Allí se investiga sin tregua, tanto que es la entidad asturiana que más patentes ha generado entre 2009 y 2019, con un stock acumulado de más de 80 para todo el mundo. «La estrecha colaboración con la Universidad, la industria y el entorno creativo y emprendedor de la Laboral nos ofrece un espacio único en Europa para soñar, diseñar y desarrollar innovaciones únicas para la movilidad urbana», afirma Javier Sesma, vicepresidente de desarrollo de negocio de TK Elevator.
Están también los minipisos de Laboral Casa Joven, que gestiona Vipasa, otro foco de vida, otro vecindario distinto en un recinto que acoge las oficinas de la Sociedad Pública de Gestión y Promoción Turística y Cultural del Principado de Asturias -con 44 trabajadores-, que es, precisamente, la que gestiona todo el complejo. Se encarga además de coordinar y desarrollar las distintas acciones de promoción y comercialización turística de la región y gestiona equipamientos de índole cultural, turística y deportiva. Visitas guiadas, programación artística que se desarrolla fundamentalmente en el teatro y el paraninfo y talleres forman parte de su cotidianidad. De enero a marzo de este año hubo 2.680 espectadores en la programación desarrollada y 120 personas participaron en talleres. Allí se gesta Laboral Cinemateca y allí se halla el Centro de Recursos Escénicos del Principado de Asturias, que ofrece residencias a las compañías asturianas. En 2020, doce proyectos recibieron una residencia de producción, y para el primer semestre de este año se han otorgado seis y un accésit. Hay también actividad congresual y, por supuesto, la de oficina que exige que todo esto funcione. Saben bien quienes trabajan allí que aún quedan muchos espacios libres por ocupar en la ciudad ideal. Pero esa es otra historia.
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