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Manuel Pizarro | Presidente del Instituto de España
«La gente se aburre de ser feliz»La entrevista ·
«Si sacas a relucir los odios, el problema es cómo luego acabas con ellos», recuerda este académico y jurista que lo ha sido todo. O casi todoSecciones
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Manuel Pizarro | Presidente del Instituto de España
«La gente se aburre de ser feliz»La entrevista ·
«Si sacas a relucir los odios, el problema es cómo luego acabas con ellos», recuerda este académico y jurista que lo ha sido todo. O casi todoLa trayectoria profesional de Manuel Pizarro (Teruel, 1951) ocuparía un par de columnas de esta página a nada que se ofreciera con un mínimo detalle. ... Por resumir, en el ámbito socioempresarial ha sido presidente de Endesa, Ibercaja, la Confederación Española de Cajas de Ahorros, la Bolsa de Madrid y el patronato del Parque Nacional de Ordesa y consejero de Telefónica; también es abogado del Estado y agente de Cambio y Bolsa. Pasó brevemente por la política pues fue diputado en el Congreso entre 2008 y 2020 por el PP, y a día de hoy ocupa la vicepresidencia de la Fundación FAES. Y, más importante, es consejero de Estado y preside la Real Academia de Jurisprudencia y el Instituto de España.
- El Instituto de España reúne a las Academias, centros de pensamiento, cultura a investigación, sosegada, libre e independiente, según sus fundamentos. No parece una tarea fácil en tiempo de griterío, populismo y emociones antes que reflexión.
- La realidad es complicada siempre porque nunca hay un tiempo tranquilo. Sin pensamiento previo no debe haber acción porque si no se piensa se hacen mal las cosas. Decía Carlos Fuentes que la cultura es la respuesta que el hombre da a las inquietudes que la vida le va ofreciendo. Y eso hacemos las academias, cada una en su campo. Por eso es tan importante que haya una excelencia en las personas que están en ellas; yo me excluyo, como es lógico. De ese pensamiento tiene que nacer la acción del gobernante y de la sociedad civil. No olvide que las academias aparecieron en un momento en que la razón adquirió mucha fuerza en la vida social.
- Para que el papel de las academias sea fructífero la sociedad debe reconocer su autoridad moral. ¿Cree que es así?
- La autoridad la tienes cuando te la reconocen los demás. Y eso pasa cuando estás a la altura de lo que la sociedad piensa que debes hacer. Si hay personas destacadas en su actividad y se suma la ejemplaridad, eso queda ahí. Luego será la sociedad la que te lo reconozca, pero es cierto que en una época de mucho ruido es más difícil distinguir las voces de los ecos.
- Los dirigentes políticos, al menos algunos, no parecen pensar eso. Lo de las academias les parece rancio y no representativo.
- Habría que preguntarlo a quien lo diga. Los académicos han sido elegidos por su excelencia en su profesión y ellos a su vez eligen a otros. Y luego el pasaje evangélico de por sus obras los conoceréis puede verificarse también aquí. Cada uno tiene su currículum que se puede contrastar, y ver si está bien elegido o si esa persona tiene alguna tacha que la invalide. Lo que se trabaja en las academias es lo que queda. Aquí se han hecho cosas que no eran precisamente halagadoras para el poder. Yo creo que el pensamiento nunca debe serlo.
- ¿La independencia de las academias está en juego? Varias han pasado por dificultades económicas.
- Eso compromete la independencia pero tienen varios siglos y siguen vivas. Siempre se puede estar mejor, pero no estamos mal.
- ¿Deberían ser las academias entidades a las que acudieran los poderes públicos para pedir dictámenes, asesoramiento…? Se estima que solo el Gobierno central tiene unos mil asesores.
- Si tiene tantos asesores, para qué quiere a las academias (sonríe). Quien pide un dictamen es libre de hacerlo a quien desee. En asuntos importantes, que contaran con la Academia o que se acudiera al Consejo de Estado estaría bien. Estamos encantados de que nos pidan dictámenes
- Ha estado en política y es vicepresidente de la Fundación Faes, así que sigue ligado a ella. ¿Qué parte de culpa tienen los políticos del ambiente tóxico creado en torno a cualquier debate?
- He sido político profesional dos años en el sentido de que viví solo de eso. Quise irme por mi pie tras haber sido portavoz del PP en la comisión constitucional, donde hicimos casi todo por consenso. Ahora bien, siempre he dicho que la gente que aparece en la política no son marcianos. Para ver la sociedad que tenemos no hay más que examinar la lista de los programas más vistos en TV. Es de ahí de donde salen los políticos. Pero no es de ahora.
- ¿No ha empeorado?
- El paisanaje que se encuentra don Quijote es el paisanaje español, más próximo al Lazarillo de Tormes o al Buscón de Quevedo que a cualquier otra cosa. Es al que se refiere Jovellanos en Asturias en sus últimos días, cuando habla de «país sin cabeza, desgraciado de mí». Un país complicado, al que yo adoro, con una sociedad capaz de lo mejor y lo peor. Con grandes figuras en todos los ámbitos pero con esos programas favoritos de la tele de los que hablamos. Son una delicia los consejos que da don Quijote a Sancho a cuenta de la isla de Barataria, pero nadie los sigue. Lo bonito es el final: si haces esto, le dice, serás un hombre respetado y querido. Pero hay que contrastar esos consejos con lo que va encontrando.
- Suele decir usted que un líder es quien va delante y marca el camino, no quien se dedica a dividir. Pues parece que en todas partes los líderes ya lo son solo de los suyos.
- Quien ha sido elegido presidente debe dirigirse a todos, no solo a su partido. Y quien no lo entiende hace un flaco favor al país. ¿Se imagina alguien que dijera que es padre solo de la mitad de sus hijos o un presidente de una empresa que solo mirara a la mitad de sus accionistas? Los países divididos, las empresas divididas, las familias divididas no llegan a ningún sitio porque la fuerza destinada a ganar el futuro la emplean en pegar al de al lado. Decía José Martí que hay dos clases de hombres: los que aman y crean y los que odian y destruyen.
- La convivencia es muy compleja y el populismo da soluciones simples a problemas complejos. ¿Qué hacemos ante eso?
- A mí me gusta copiar y luego mejorar el modelo. Lo importante es con quién te comparas porque ahí vas a llegar. Si lo haces con un líder populista, debes examinar a dónde ha llegado su país. Si te comparas con un país poderoso y respetado en todo el mundo, debes ver qué controles y contrapesos tiene para limitar el poder. Una de las formas de medir a los países es por el grado de libertad y tolerancia con quienes no piensan igual.
- Pero ahora todo el debate se ciñe a eslóganes. Es difícil así argumentar nada.
- Eso viene del mundo del márketing. La libertad es un conjunto de contrapesos guiado por la transparencia y la responsabilidad. Hay que predicar la transparencia en las instituciones y obrar de esa manera cuando llegas a ellas.
- Otro problema es que a veces ni siquiera somos capaces de hacer las preguntas adecuadas. ¿Cómo vamos a hallar así las respuestas?
- Analizar adecuadamente es fundamental. En el Derecho, los hechos son sagrados; la prueba es importantísima, como el diágnóstico en la medicina o el análisis sociológico. Si la gente habla sin saber de lo que habla, lo que tenemos es barullo. Y en el barullo, los países desaparecen.
- Voy ahora con su propio diagnóstico. Ha hablado varias veces del riesgo de destruir a las clases medias. ¿Cree que eso está pasando en España?
- Tezanos publicó en su revista, algo después de la crisis de 2008, que en España se había destruido mucha clase media y eso siempre ha generado inestabilidad. La clase media está formada por gente que es dueña de su futuro sin estar a merced del Estado o pendiente de que alguien la proteja. Cuando se destruye la clase media, se destruye un estabilizador social, y si eso sucede puede pasar cualquier cosa.
- ¿Las cesiones de competencias que se están produciendo, más allá de que muchas se deban a la necesidad de votos, diseñan lo que en el fondo es un estado federal o van más allá?
- Quien tiene que decirlo es el Tribunal Constitucional. Pero uno de los problemas que se están viendo es que no se cierra el sistema, sino que hay varios distintos: uno es totalmente paccionado, el navarro, y eso es casi confederal; luego hay otros federales o casi federales, como las autonomías del 151; luego las del 143… Hay un problema: la Constitución fija competencias exclusivas (art. 149) y transferibles (148) pero cuando luego tienes el 150.2 desfiguras todo lo anterior y abres el sistema que has cerrado previamente. El TC tendría que ser garante de si eso se cumple pero ya vemos cómo está funcionando. Ahí lo dejo.
- ¿La Justicia está politizada? Todos los partidos están interesados en participar en los nombramientos del CGPJ o en influir por la puerta de atrás en las salas del Supremo.
- La Justicia es la base. Si no funciona o es lenta, el país no puede funcionar. Me habla usted de politización y de todo eso la sociedad ha sido cómplice. Hay una primera doctrina del TC que decía que había un bloque de constitucionalidad del que formaban parte un grupo de normas cuasiconstitucionales y para modificarlas hacía falta la misma ceremonia que para la Constitución. Lo dijo el TC y luego no se ha cumplido y con mayorías absolutas ordinarias se han modificado controles y contrapesos.
- ¿Se han acabado los pactos de Estado? Ahora parecen imposibles.
- Son necesarios siempre porque el Estado debe funcionar para el 100% de los ciudadanos. Yo he vivido esos pactos en la Transición y después. Se buscó entonces la mayor convergencia posible. Cuando se quiere, se consigue. En cuestiones de Estado, el consenso tiene que ser como cuando se hizo la Constitución. Ahora no pasa aquí ni en casi ningún lado. Depende de coyunturas y estrategias. Si la tuya es demonizar al contrario para que no le voten, no puedes hacerlo. En política lo peor no es la mentira sino la contradicción.
- Hay quien dice que no hay motivos para la preocupación porque la democracia es la gestión de las desavenencias. ¿Es de esa opinión?
- Sí, siempre que no se toquen los pilares del templo, que son las instituciones. Cuando esas desavenencias llegan a la Justicia, o al Tribunal Constitucional, o a la función pública, se rompen las bases de la convivencia, que es el principio de igualdad ante la ley. Cuando no se trata igual a todo el mundo y según la ideología que tenga alguien sabes la sentencia que va a salir en un determinado tribunal, o la subvención que vas a dar o la rendición de cuentas que vas hacer, eso ya no funciona.
- Usted suele decir que solo se aburren los tontos. Llevamos muchos años sin motivos para aburrirse. ¿No sería mejor una rutinaria normalidad?
- Ha pasado muchas veces. La gente se aburre de ser feliz. Lo contó Zweig: el Imperio Austro Húngaro se cansó de los valses y de estar a gusto. Europa, que era el mejor de los mundos, se autodestruyó. Eso es muy preocupante. Para que no suceda, cada elemento del tablero tiene que estar en su sitio: intelectuales, prensa, funcionarios… Cuando eso salta por los aires y se rompe la maquinaria, es muy difícil recomponerla más tarde. Si sacas los odios el problema es cómo luego acabas con ellos.
- Si se define la importancia de alguien por el interés de los poderes públicos en espiarlo, acabo de hacer una entrevista a alguien muy importante… A usted lo espiaron durante la OPA a Endesa.
- No me he considerado nunca nada. Pero me produce tristeza que se destine dinero público a una pugna entre dos sociedades mercantiles. Los tribunales dictaron sentencia pero nadie dio una explicación de por qué se metieron en un asunto privado.
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