AZAHARA VILLACORTA
Domingo, 28 de marzo 2021, 03:14
Las organizaciones de mujeres no albergan sombra de duda: el relato de Rocío Carrasco «es el de una mujer maltratada». Una mujer rota, hundida, encerrada durante años «en una cárcel en la que no se ven los barrotes» -en palabras de Mariti Pereira, presidenta ... y fundadora del único dispositivo de Asturias especializado en atención a víctimas de violencia sexual: Cavasym-, hasta la desesperación de intentar suicidarse. Devastada por una violencia que no solo ha ejercido su exmarido, Antonio David Flores, sino también la justicia, los servicios sociales, los medios como ese que ahora vuelve a mercadear con su dolor en 'prime time' y, en definitiva, todo un sistema patriarcal que la ha juzgado sin escucharla y la llamado «puta» y «mala madre» cada vez que pisaba la calle.
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«Yo sí la creo», repite, como sus compañeras, Jessica Castaño, presidenta de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas de Asturias.
Estamos ante «un maltrato psicológico de libro», asegura Blanca Esther Aranda, al frente de la Federación Asturiana de Mujeres Progresistas. Ese en el «que no hace falta que te pongan un dedo encima. Lo que hacen es destruirte psicológicamente y poner a tus hijos en tu contra», las otras víctimas de esta historia. «Y eso pasa igual si tu madre es Rocío Jurado o Manuela Fernández».
Y ese es -defienden las feministas asturianas- precisamente el principal valor del testimonio de una mujer mediática desde la cuna: hacer entender de una vez por todas «que las violencias machistas no dependen de clases sociales», resume Begoña Piñero, de Les Comadres, que equipara su paso al frente al que en su día dio Ana Orantes. «Que el maltrato no es algo que les pasa a las mujeres inteligentes, que no les pasa a las mujeres con dinero, que no les pasa a las mujeres con carrera», añade Aranda, que pone como ejemplo el caso de Nevenka Fernández, a la que tampoco nadie creyó. «Que la violencia de género es algo estructural, arraigado en la cultura de la humanidad. Es decir: da igual el estrato social al que pertenezcas. Cualquier mujer es susceptible de ser maltratada».
Un mensaje en el que, «a pesar del circo mediático en el que se está hablando de la salud mental de una persona que ha sufrido malos tratos», la violencia entra hasta la cocina de las casas. «Porque, aunque no nos guste, formatos como 'Sálvame' tienen mucha audiencia, algo fundamental para dar visibilidad a un tipo de maltrato en el que yo misma he oído cosas como: 'Si tan mal estaba, que lo hubiese dejado antes'. En el que se echa tierra sobre la víctima con argumentos como '¿Por qué lo cuenta ahora, después de dos décadas?'. Pues la respuesta es sencilla: las víctimas lo cuentan cuando pueden», resumen Alba Ortiz, del colectivo Mil voces violetas.
Ortiz pone de relieve la contradicción de que, «en cambio, llevamos veinte años escuchando una sola versión. Él lleva lucrándose veinte años con todo eso y, aunque cobre, no se ha cuestionado que su verdad sea la verdad». Así que la conclusión también está clara: «Cuando puedas, cuando estés preparada para ello, denuncia. Da igual que pasen diez años, veinte. Eso tiene que constar: que ese individuo te ha hecho ese daño. Y es muy importante porque puede que muchas otras se atrevan detrás de ti».
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La prueba más palpable es que el Centro de Atención a Víctimas que dirige Mariti Pereira ya ha recibido «muchísimas llamadas de mujeres contando que ellas han sufrido lo mismo». Mujeres a las que, en muchos casos, «la justicia patriarcal tampoco ha creído, porque el maltrato psicológico es muy difícil de demostrar». Así que -como resume Pereira- «también hay cientos, miles de maltratadores que no están condenados porque lo que dicen las mujeres siempre está en entredicho». Y «no estaría mal -zanja Aranda- que, además de diputadas y ministras, también algún ministro, algún diputado, diese credibilidad públicamente al testimonio de esta mujer».
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