María José Platero, presidenta de Unicef Asturias; Pablo Suárez, coordinador de Unicef Asturias; Beatriz Coto, directora de la Agencia Asturiana de Cooperación, y Raquel Fernández, directora de comunicación de Unicef en Líbano.vallina
«El 77% de las familias del Líbano no tienen recursos para la comida diaria»
Raquel Fernández Directora de Comunicación de Unicef en Líbano ·
«Una mujer me dijo 'ni en plena guerra civil pasé tantas dificultades para dar de comer a mis hijos como ahora'. Es muy triste»
Chelo Tuya
Martes, 6 de julio 2021, 22:13
Beatriz Coto, directora de la Agencia Asturiana de Cooperación, se reunió esta mañana con la presidenta de Unicef Asturias, María José Platero, y el coordinador de la entidad, Pablo Suárez. El objetivo era conocer la situación de la infancia en el Líbano, país que no solo arrastra las consecuencias de una guerra civil y una crisis económica, sino que en plena pandemia de la covid vio como explotaba su puerto, el de Beirut, y con él media ciudad. Para dar cuenta de los 2,1 millones de menores en riesgo, nadie mejor que la directora de comunicación de Unicef en Líbano, la asturiana Raquel Fernández (Salinas, 1966),
–¿Cómo están los menores en el Líbano?
–El mejor resumen me lo hizo una mujer de un pueblecito del Líbano. Me dijo «ni en plena guerra civil pasé tantas dificultades para dar de comer a mi familia como ahora».
–¿Qué situación es peor que una guerra civil?
–Porque algunas de las crisis del Líbano se saben, pero otras no. La de la guerra se sabe, pero, además a finales de 2019, la economía comenzó a colapsar.
–¿Antes de la covid?
–Sí. Aprovechando esa inestabilidad, el mercado negro, donde hay una tasa de cambio de la moneda local, la lira libanesa, a dólar, es una tasa extraoficial, pero es la que manda sobre los precios al consumo. Esa es una parte del problema económica. Otra es que el gobierno se ha ido quedando sin dólares, que es lo que necesita para que el país pueda importar, para todo lo que el sistema público necesito. Incluida la gasolina. Unido a todo esto, hay una crisis política en todo el país.
–Que sigue.
–Sí. Se eligió un gobierno a principios de 2019. Costó varios meses formarlo. En octubre de ese año empezaron protestas duras, el gobierno dimitió, se formó otro, que también dimitió tras las explosiones... Ahora hay uno en funciones desde septiembre del año pasado. Todo esto junto a que estamos hablando de un país de cuatro millones y medio de habitantes con un millón y medio de refugiados sirios y 200.000 refugiados palestinos...
–¿La cuarta parte de la población es refugiada?
–Es un mapa muy complejo. Y cada día más y más familias caen en la pobreza. Algunos alimentos han experimentado un 400% de incremento de los precios.
–Describe una situación muy similar a la de su anterior destino: Unicef Venezuela.
–Es que es una situación económica que cada vez se parece más. Cuando llegué al Líbano no estaban las cosas así. Es un país en un desarrollo, no es para compararlo con países estables, pero estaba moderadamente bien.
–De su experiencia en Venezuela ¿hay alguna enseñanza que se pueda aplicar ahora?
–Son culturas, sistemas y modelos muy diferentes. Las circunstancias que se han generado se parecen, pero no tienen nada que ver. En Venezuela, cuando empezó la crisis, la presencia de la cooperación internacional en el país era bajísima. No había, en absoluto, ningún programa de asistencia humanitaria. En el Líbano, desde que estalló la guerra de Siria, hay una estructura y una presencia de cooperación internacional que aporta una asistencia humanitaria muy grande.
–¿Por ejemplo?
–El del Líbano, pese a lo pequeño que es el país, hace tres años era el programa más grande de Unicef. Y no somos los únicos.
–La presidenta de Unicef Asturias, María José Platero, destacó que en 2020, por primera vez Unicef tuvo que asistir a España. ¿Qué ocurre con países como el Líbano cuando 'el primer mundo' necesita ayuda?
–Imagínese. En el Líbano confluyen varias crisis. Cuando empezó la pandemia, las organizaciones internacionales trabajamos en un plan de respuesta con el gobierno. Por ejemplo, Unicef ha estado proporcionando suministros un año entero. Desde los trajes de protección de los sanitarios hasta termómetros, jeringuillas para las vacunas, logística, asegurar que las comunidades más pobres tienen la información necesaria sobre la enfermedad, la protección, la vacuna...
–¿Cómo ha afectado la covid a la población del Líbano?
–El Ministerio de Sanidad del Líbano aplica los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hay informes diarios de casos. Afortunadamente, ahora está bien. Hay un millón de personas ya vacunadas, que es un logro muy grande. Se tomaron medidas muy estrictas, en el confinamiento no se pudo salir de casa. En la etapa inicial se logró cierta contención, siempre con menos de cien casos al día. Pero, el pasado verano, con las explosiones, y tras las navidades...
–La explosión la pilló en Asturias.
–Estaba aquí de vacaciones, sí.
–¿Qué se encontró al llegar?
–No sé cómo describirlo. La ciudad cambió por completo. El puerto estaba en el centro neurálgico de la ciudad. Una ciudad que no es ni Madrid ni Barcelona en tamaño. El puerto está al lado de la zona de ocio que, gracias a la covid, estaba vacía. Si no, hubiera sido aún peor. Lo que ha cambiado es la manera de ser de los ciudadanos. Se han desmoralizado. Confluyen muchas crisis sobre la misma población. La gente se pregunta '¿Y qué más?'.
–¿No estaban desmoralizados con la guerra, con la crisis económica, con la covid...?
–Se suele decir qué resilientes son. Pero ellos ya dicen 'no somos resilientes. Hemos tenido más que suficiente'. No obstante, es un pueblo luchador. Tienen un pacto con la vida. Su mentalidad es 'estamos aquí, estamos vivos, pues hay que seguir'.
–¿Cuál es el programa estrella?
–Nuestra preocupación es la infancia en su conjunto, así que no tenemos uno, sino todos: educación, nutrición, salud, protección infantil, protección social, para que las familias tengan acceso a ayudas. Tenemos un programa de desarrollo de los jóvenes, para intentar que salten a la vida adulta con formación profesional que les permita acceder al mercado de trabajo...
–¿Dónde y de qué viven los casi 2 millones de refugiados?
–Tienen una dependencia prácticamente absoluta de la cooperación internacional. El estatus de refugiado es temporal. Viven en lo que llamamos asentamientos informales. Son como tiendas o pequeñas casetas...
–Infraviviendas.
–Es la mejor definición. Son habitáculos en terrenos privados que alquilan. Entre todas las organizaciones de cooperación internacional, les damos la 'tarjeta roja' que funciona como una de crédito donde se le ingresa una cantidad para sus gastos. Fuera de eso, para niños, adolescentes y jóvenes tienen acceso a todos nuestros programas. Hemos trabajado mucho con el gobierno para que puedan ir a la escuela pública.
–¿Puede absorber ese volumen de alumnos?
–La mitad del millón y medio de refugiados sirios son menores. Es muy complicado. Y es difícil de entender en la distancia.
–¿Qué puede aportar el Principado?
–La reunión de hoy fue informativa. El Principado colabora con Unicef desde hace años para proyectos de emergencia y otros de desarrollo. Tiene mucho interés por saber qué está ocurriendo en el Líbano y las implicaciones que tiene para la niñez.
–¿Qué les ha contado?
–Nuestra experiencia. Los datos de una encuesta que hicimos con 1.200 familias. El 77% no tiene recursos para comprar la comida que necesita la familia. Un niño de quince años me contó que lo que gana limpiando cristales en un semáforo es el único ingreso que llega a su casa.
–¿Qué hace una periodista de Salinas en este follón?
–Estudié periodismo por una convicción muy fuerte de que el trabajo que se hace en comunicación puede cambiar las cosas. Y en el caso de Unicef lo puede hacer desde la base de visibilizar problemas de personas a las que nadie está escuchando. Desde el periodismo podemos hacer que se escuche lo que digan. Lo que me dijo aquella mujer en un pueblecito del Líbano, que ni en la guerra civil había tenido los problemas de ahora para dar de comer a sus hijos, no lo oye nadie.
–Sí, usted. Y ahora lo saben ya los lectores de EL COMERCIO.
–Y es así como funciona la comunicación. Dando altavoz a problemas y personas que si no hay un periodista que se haga eco no se visibiliza. Y si no se ve, no existe para nadie. Y si no existe, para qué vamos a buscar una solución. Y eso no puede ser.
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