Europa, entre la castración química y el control después de la excarcelación

En más de una década, sólo un hombre se ha sometido al procedimiento de inhibición de hormonas, sin que tuviera «continuidad», dice una fuente de Justicia. «No se puede aplicar a todos los agresores porque no todos tienen una motivación sexual. Es un coadyuvante de la terapia específica. Su eficacia depende del compromiso de la persona».

A pesar del poco interés de los internos, sigue disponible en el catálogo de las cárceles catalanas. «No se ha descartado», ratifica la fuente, que indica que la tasa de reincidencia en esta comunidad autónoma es del 6% entre los reos violentos que siguen su programa.

En el Tribunal Supremo no hay jurisprudencia con respecto a la «inhibición del deseo sexual», como se llama en Cataluña cuyos centros sí ofrecen esta alternativa con medicamentos. Sin embargo, en el caso conocido como 'Nanysex', de un hombre que trabajaba de canguro para abusar y grabar a sus víctimas menores de edad en 2008, indica que pedir la «castración química», alegando «imposibilidad de refrenar sus impulsos», no sirve para acogerse a una atenuante para los hechos enjuiciados.

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En Europa, Francia y Polonia aplican esta medida en los casos graves de agresiones sexuales contra menores. También hay países que controlan a quienes han ejecutado crímenes violentos, aunque después de su excarcelación. En Reino Unido se vigila a los condenados con más de dos delitos sexuales, explica Alonso Mazarío en 'La libertad vigilada pospenitenciaria'; en Francia, la «vigilancia sociojudicial» puede ser incluida en la sentencia y extenderse más allá de la pena; en Italia, la «libertad vigilada» se aplica cuando hay «tendencia» a atentar contra la vida, aun cuando no se trate de un reincidente; en Alemania hay una «custodia» por un periodo de «seguridad» para los que se consideran «peligrosos».