A la espera de una buena cosecha en una situación crítica

Tras un comienzo casi fulgurante, la primavera húmeda y un verano fresco al inicio y no tan drástico en agosto como el año pasado, le han venido de maravilla al viñedo que presenta un buen estado vegetativo, con unas plantas que se han recuperado de dos años de mucho estrés por el calor y la sequía. No obstante, dichas condiciones extremas pasarán factura en la producción final de esta campaña, que se espera que sea escasa.

Tampoco viene nada mal que la cosecha sea corta, ya que Rioja, con unas cifras de ventas interanuales de vino a fecha del pasado mes de junio incluso por debajo del año de la pandemia, tiene ahora mismo en sus almacenes la cifra de existencias más alta de su historia. Un desequilibrio entre lo que produce, guarda y vende que tira a la baja a los precios de la uva y del vino.

De hecho, en esta campaña 2024, con las ayudas a la cosecha en verde, se dejarán de producir alrededor de 50 millones de kilos de uva gracias a las ayudas públicas en La Rioja, Álava y Navarra, mientras que, por segundo año, se enviarán vinos también a la quema (destilación) con financiación pública. Medidas coyunturales, de crisis, que ayudan a pasar el tiempo pero que no abordan el problema de fondo. Y es que con la caída del consumo mundial, no sólo en Rioja, sino en todo el mundo, el arranque de viñedo ya es una opción más que factible para el futuro que está en la mente de bodegas y viticultores.