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Adelaida ha dispuesto sofás y sillones en torno a las cristaleras para disfrutar del paisaje que rodea la casa.

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Adelaida ha dispuesto sofás y sillones en torno a las cristaleras para disfrutar del paisaje que rodea la casa. FOTOS: DANIEL MORA

En casa de Adelaida

En Cabranes. Situada en plena naturaleza y rodeada de bosque autóctono, su propietaria ha respetado la estructura de la casa y ha aprovechado el hórreo como lugar de esparcimiento

CARMEN DEL SOTO

Domingo, 9 de agosto 2020, 02:31

Adelaida Suárez Alonso es leonesa de nacimiento y el que su familia hubiese elegido primero Luanco y luego Gijón para el veraneo la ha vinculado desde siempre a esta región donde goza de numerosas amistades. Aunque ella se considera ciudadana del mundo, pues su espíritu aventurero le llevó a recorrer el mundo desde muy joven.

Una afición que acabaría convirtiéndose en algo más, pues, junto a su marido y por motivos laborales, llegaría a residir en Croacia, Costa Rica, Honduras y Nicaragua, entre otros países. A este último, donde aún sigue teniendo una finca agrícola y ganadera en el término de Tipitapa, espera poder regresar cuando las condiciones políticas y sanitarias lo permitan con un mínimo de seguridad, ya que su ideal sería vivir a caballo entre España y dicho país centroamericano. Abogada de carrera, ha ejercido como relaciones públicas internacional e, incluso, llegó a colaborar con el ejército croata, durante el conflicto de los Balcanes, proporcionando uniformes para los soldados.

Una vida que da para contar y no parar y que ha sufrido un giro al encontrar su otro lugar en el mundo: una casa situada en el concejo de Cabranes, en plena naturaleza y rodeada de bosque autóctono, con hórreo incorporado.

Se trata, en realidad, de varias edificaciones adosadas que en su día tuvieron diferentes propietarios, que se han ido integrando en su interior respetando la estructura original con sus techos y suelos de madera y donde se han ido salvando los desniveles a base de escaleras, paredes moldeadas en forma de arco y angostos recovecos, hasta llegar a una terraza solarium.

El paisaje que se divisa a través de sus ventanales ha sido pieza clave para que el mobiliario esté orientado a disfrutar del mismo. Con varios juegos de sofás, puffs y una mecedora Thonet para el descanso y un comedor con mesa de caoba y sillas de gabinete a los que dan luz una lámpara art decó en el techo y otra, de pie, con globos de cristal de estilo sesentero. La influencia latinoamericana está presente en telas y ornamentos, con recuerdos de artesanía popular a la vista y muchos cuadros nicaragüenses, destacando una colección de pinturas realizadas por alumnos de Botero. Un aparador de madera de alamillo, un armario pintado con motivos florales, un escritorio de notario de viaje y una antigua máquina de escribir, así como viejos arcones, se distribuyen por este luminoso salón vestido con alfombras persas.

En los pisos superiores están las principales alcobas, donde llama la atención una imagen de Chichicastenango, marcado por el colorido de los indígenas guatemaltecos, y, por original, una colección de cestas de picnic, con sus vajillas de colores completas, por las que Adelaida siente predilección.

El conjunto se completa con un hórreo, cuya cámara se ha habilitado como zona de relax con motivos orientales, aprovechando el 'solhorru' como merendero al aire libre.

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