Entrevistar a Armando Menéndez, médico, es disfrutar de una charla que bien podría ser eterna sobre lo divino y lo humano, India y Gijón, medicina, humanidad, dignidad, pobreza, hambre y amor. Sobre la importancia de darse. Sobre ese cielo que imaginaba un pequeño en ... el que había pan y arroz. Sobre Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer, la enfermería, la medicina... Sobre aquel primer viaje a China, donde empezó una reflexión personal que continuó en el Bronx y le llevó a India. Y allí, en India, Nepal y Bhután, es donde nació, creció y crece la Fundación DAF, trabajando en el desarrollo sanitario, económico y formativo, con 500 personas colaborando, de las que solo los médicos y maestros indios tienen un salario.
Hablar con Armando Menéndez es dejar de mirar el reloj, que se emocione y emocionarte recordando a los que perdió en el camino. Es charlar de despilfarro y 'refalfiu'. Y convencerte de que «todo pasa por algo». Lo último que a él le ha pasado es recibir la propuesta oficial de la India de iniciar un proyecto de colaboración para difundir aquí su cultura y filosofía, y en el que participará la Universidad de Oviedo.
-«Donde no llegue la ciencia que llegue nuestro corazón» y «tan importante como la vacuna son la caridad y el amor». Son reflexiones suyas.
-Cuando la gente me dice «lo que avanzó la medicina», digo «sí, para nosotros». Es como si alguien dice «qué ricos están los percebes»...
-Para quien los pueda pagar.
-Claro. Aquí pasa igual. Tengo 63 años y llevo desde los 25 en esto. Hay partes del mundo, incluso en el primer mundo, en las que te acuerdas de las coplas de Atahualpa Yupanqui: «Y yo pensé, con tristeza, y Dios por aquí no paso». Lo vi en el Bronx, cuánta miseria. Lo había visto en China, donde no había recursos ni medicinas, pero lo del Bronx era peor, porque sí lo había, pero la gente no podía disponer de ello. Con 25 años no tienes perspectiva histórica, pero con el tiempo te das cuenta de que ese desequilibrio está provocado por alguien.
-¿Y qué hacer entonces?
-Te puedes decantar: tratar la causa o los efectos. Esa fue mi gran reflexión. La vocación de un médico no es curar, sino que parte del reconocimiento de que la otra persona está sufriendo y quieres cuidar y curar. En el tercer mundo, la curación está muy limitada por los medios y el cuidado cobra especial protagonismo. Puedes operar a una persona y no verla. En cambio, el cuidado implica de mi alma a tu alma, estar al lado, mirarte a los ojos. Me di cuenta de que para tratar las causas de la pobreza hay que ser político, y ni lo soy ni tengo vocación. Pero sí tenía una tremenda vocación de estar al lado del que sufre. Así que me decidí a paliar los efectos de la injusticia, la desigualdad, la marginación...
La recompensa de ayudar
-Con menos de 30 años hace esa reflexión y a partir de ahí...
-No paré, por la tremenda recompensa que obtienes.
-En alguna ocasión ha dicho que sigue en la India por puro egoísmo...
-A medida que cuidas no sabes si estás ayudando o te están ayudando. Uno de los pilares fundamentales de ese cuidado es la recuperación de la dignidad, algo que aprendí con la madre Teresa. Lo más importante es que la persona se considere merecedora del amor. Solemos pensar que cuando alguien pasa hambre, tú le das de comer y ya está. Pero no. Esa persona llega un momento en que no se distingue a sí misma, ya no sabe si es un pobre, una vaca, un perro...
-¿Le hemos arrebatado eso también?
-Absolutamente todo. Yo le decía a la madre Teresa que tenía que mejorar las condiciones de los centros, que estaba haciendo chapuzas por la falta de medios... Tengo una formación bastante general porque soy un médico formado en el tercer mundo y allí el aparato más sofisticado que tienes son tus manos, tu sentido común y tu fonendoscopio. La madre Teresa me dijo que su carisma no era ser una institución sanitaria, sino recoger a las personas para que no murieran en la calle, sino como seres humanos. Me dijo «mírales a los ojos cuando les estés cuidando y luego hablamos». El drama no es solo el hambre y la enfermedad, el drama es dejar de sentirte humano.
-Dice que Vicente Ferrer es el hombre al que más envidia. ¿Por qué?
-Por una vida tan plena, tan rica, tan llena... Poder decir «viví con una intensidad plena, vivir tuvo sentido». Cuando me dicen que vaya mérito tengo digo... «Sí, tiene mérito volver a España, porque donde soy feliz es allí».
-Allí, donde explica que llegó por casualidad y se 'enganchó'.
-Fui por un proyecto profesional y me di cuenta de que era mi vida. Lo que yo quería ser era un médico misionero. Creé una primera organización, un primer hospital que más que hospital era un orfanato...
-Y que con los años se ha convertido en la Fundación DAF.
-La Fundación va creciendo, creciendo, gracias a particulares y empresarios. En el orfanato hay 600 niños, tenemos un colegio, becas al estudio, costeamos cirugías... He estado en el terremoto de Nepal, en el tsunami del Índico... El gran mensaje que me gustaría trasmitir es «no tengas miedo, ama». La vacuna, el seguro médico privado y el fondo de pensiones no te quitan el miedo. Lo que realmente te quita el miedo es saber que no estás solo. El gran tumor que tiene ahora la humanidad es el 'moraloma', un cáncer de moral, tenemos la moral enferma.
«No te pongas techo»
-Pero decían que la pandemia nos iba a hacer mejores
-Nuestra sociedad no está preparada para soportar el pánico. En la India sí, están entrenados.
-Trabaja mucho con los niños. ¿Qué trata de transmitirles?
-No te pongas techo; te lo pondrá la vida, la enfermedad, pero tú no te lo pongas. Hay una fórmula que no falla nunca, que es el esfuerzo y la ilusión. Lo que me sacó adelante siempre fue la ilusión infantil.
-¿Nunca ha sentido ganas de tirar la toalla?
-El día que lo deje será porque me estoy dejando morir. Hasta el último segundo de vida es vida. Por eso estoy en contra de la eutanasia, con excepciones claro, porque creo que es un fracaso de la medicina. Pero no te puedes eutanasiar a ti mismo la ilusión, porque es la que te mantiene vivo. El filósofo Viktor Frankl dijo que «el que tiene un por qué encuentra el cómo». Mi por qué es ayudar a los demás y si tengo que decir por qué en India, porque allí hay tiempo.
-¿La falta de tiempo es otra pobreza?
-La mayor. No hay una bonoloto de tiempo. El tiempo que perdiste ¿dónde está?, ¿dónde lo vas a buscar?
-Vamos a lo cercano. En los últimos meses, la Fundación ha donado mucho material aquí.
-Hemos donado 200.000 euros en material. Llevamos mucho tiempo colaborando con el Albergue Covadonga, pero este año nos volcamos con la pandemia. En junio, cuando no había tests ni mascarillas, las conseguimos gracias a nuestros contactos en todo el mundo y las puse a disposición del Principado. Hemos donado EPIS al HUCA, a las policías locales, tests a los capellanes de todos los hospitales, a comunidades religiosas, a todo el personal del Albergue Covadonga, a residencias de mayores...