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De izquierda a derecha, Carlos de la Parte, Sidhamed, Bernardo Fáñez, Fabio, Borja Lobo y Elisa. MARIO ROJAS / CAROLINA SANTOS
«Toda mi vida son mis hijos»

«Toda mi vida son mis hijos»

Cuatro padres coraje cuentan sus historias de superación con motivo de su día

Jueves, 18 de marzo 2021

«Todo». Si preguntas a los hermanos Rodrigo, Diego y Juan Méndez qué significa su padre para ellos, responden eso:«Todo». Porque él, Francisco Méndez, nacido en Barres (Castropol) hace 69 años, ejerce «de padre, madre, abuelo, electricista, fontanero, jefe de obra, asesor fiscal...». Una lista interminable de cargos que este ingeniero técnico industrial jubilado asumió cuando su mujer, Lely García, doctora en Historia Medieval y profesora en la Universidad de Oviedo, hermana del pintor Miguel Galano, fallecía tras dos años devastadores en los que el cáncer que apareció «como una tos rara» la fue apagando. «Una mujer inteligente y buena» cuyo recuerdo sigue hoy «muy presente», relata Francisco, que, casi tres décadas después, aún se emociona al hablar de ella. La novia que conoció en los bailes tapiegos de El Edén y a la que acompañó hasta el final. Veintitrés días aislados pero juntos en la UVI en los que él adelgazó catorce kilos.

Francisco Méndez, padre de Rodrigo, Diego y Juan: «Cuando enviudé con 40 años no quise rehacer mi vida por no perderlos. No cambio a mis hijos por nada del mundo». MARIO ROJAS

Una de esas ausencias que nunca curan del todo y que lo dejó con una pena infinita y tres niños de 7, 9 y 15 años, Juan, Diego y Rodri, por los que sacó fuerzas de donde no había:«A la semana siguiente, los llevé al parque de atracciones de Madrid». Los mismos a los que, desde entonces, se dedicó en cuerpo y alma:«Todo el mundo se extrañaba de que un chaval viudo de cuarenta años no buscase pareja, pero no quería perderlos porque son mi vida. Me consagré a ellos», cuenta Francisco, que hoy celebrará el día del padre «como el año pasado», «cada uno en su casa, por la pandemia», y resistiéndose a considerarse un ejemplo para nadie.

Y esa filosofía comparte también el gijonés Bernardo Fáñez, profesor de Filología Italiana jubilado, 71 años: «Como padre, haces lo que tienes que hacer. No es ningún mérito. Y, además, ellos no pidieron venir al mundo».

Bernardo está hoy detenido junto a la farmacia por la que pasa todos los días, porque a su hijo mediano, Fabio, «le encanta pararse a ver las luces». Un itinerario invariable, porque a Fabio –que tiene 31 años y que nació con un trastorno grave del espectro autista– le altera mucho desviarse de la ruta que conoce al salir del centro de día de Adansi en el que ocupa la mañana.

Bernardo Fáñez, padre de Milena, Fabio y Mirko: «Como padre, haces lo que tienes que hacer. No es ningún mérito. Porque, además, ellos no pidieron venir al mundo». CAROLINA SANTOS

Así que su padre –que también tiene a Milena (neuróloga en el Hospital Álvarez-Buylla de Mieres) y Mirko (ingeniero informático)–no oculta que «las semanas de confinamiento, sin centro de día, fueron muy duras».

Un tiempo en el que también se enfrentaron a los ataques epilépticos severos que le provocan «ausencias que duran varios segundos. Son quince o veinte diarias y, si está de pie, cae a plomo, porque no hay forma de controlarlas con la medicación».

Y, con todo, no cambia a ninguno de sus tres hijos «por nada» y no pierde el sentido del humor:«Cada uno te da sus penas y alegrías. Y, de hecho, tenemos aprobada una residencia para Fabio, pero nos resistimos a soltarlo».

Una elección por amor como la que un buen día unió a Carlos de la Parte y al pequeño saharaui Sidhamed Matala, que llegó a casa de este piloñés y su mujer, Merche, con el programa 'Vacaciones en paz' con solo ocho años.

Carlos de la Parte, padre 'adoptivo' de Sidhamed: «Él es el que me ayuda a mí. Me enseñó que, pase lo que pase y aunque vengan muy mal dadas, no hay que tirar nunca la toalla». MARIO ROJAS

Así que, cuando Merche falleció, le dejó un único encargo a Carlos: «Haz todo lo posible para que Sidhamed vuelva». Y hoy aquel pequeño se ha convertido en un chaval de diecinueve años que vive en Oviedo junto a su padre 'adoptivo' mientras su padre biológico «está en la guerra con Marruecos». «Y, entre tanto, España, que se retiró del Sáhara Occidental dejándolos en la estacada, mira para otro lado», denuncia Carlos mientras lo mira con un orgullo difícil de disimular.

Porque Sidhamed –que, tras un largo papeleo, acaba de conseguir el estatuto de «apátrida» que por fin le dará acceso a la Seguridad Social– se levanta todos los días a las seis de la mañana para estudiar carpintería en Infiesto con un expediente brillante –y, además, es actor en una compañía de teatro costumbrista y voluntario, entre otras muchas cosas–, aunque su mente vuela casi siempre junto a los suyos. «Impaciente por poder ayudar» a su madre y sus cinco hermanos. Una lucha en la que no piensa desfallecer y en la que le deja poderosas lecciones a Carlos:«Él es el que me ayuda a mí. Me enseñó que, pase lo que pase y aunque vengan muy mal dadas, no hay que tirar nunca la toalla».

Borja Lobo, padre de Elisa: «Incluso en los peores momentos, mi hija sonreía. Se me cae la baba cuando la miro y solo pienso en disfrutar de ella». MARIO ROJAS

Las mismas que hacen que Borja Lobo –técnico de prevención– se derrita cada vez que mira a su hija Elisa, de ocho años: «Se me cae la baba y solo pienso en disfrutar de ella cada segundo». Un padre al que se le vino el mundo encima cuando, hace ahora dos años, Elisa empezó a tener problemas de visión y le diagnosticaron un tumor cerebral muy agresivo que les llevó a él y a su mujer, Covadonga, profesora, «el 75% de este equipo», a buscar ayuda en la asociación Galbán.

Un padre que, tras un tratamiento en mitad de una pandemia («con lo que teníamos encima, casi era un mal menor»)y una recaída que obligó «a volver a empezar», hoy se declara «superfeliz»:«Llevamos tres revisiones limpios y, aunque hubo golpes muy fuertes, incluso en lo peor de la enfermedad, Elisa sonreía».

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