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Wenceslao Fernández y Pelayo Fernández, miembros de la Unidad Canina de Rescate del Principado de Asturias, llevan 48 horas de trabajo intenso en la 'zona cero' de Valencia. Un trabajo que conlleva gran esfuerzo «físico y también mental», al estar ocupándose de algo tan delicado como es la búsqueda de las muchas personas que todavía permanecen desaparecidas tras la DANA. «Estamos inspeccionando zonas donde se hicieron batidas a pie en un primer momento y que ahora se están volviendo a revisar», explican.
En esa búsqueda está siendo fundamental la intervención de Anja, una perra de la raza dragthaar que está adiestrada expresamente para la localización de cadáveres. «Tiene muy buen olfato, es una crack», destacan Wenceslao y Pelayo, que hablan con EL COMERCIO durante una de las pocas pausas que se permite el operativo de rescate. Ayer, trabajaron en la zona alta del Barranco del Poyo, que se desbordó con la DANA, dando lugar a una lengua de agua y barro que arrasó todo lo que se iba encontrando a su paso. En Chiva, uno de los pueblos afectados por la fuerza y magnitud que alcanzó el caudal, se deshacen en atenciones, aun cuando muchos lo han perdido todo o están pendientes de «si hay novedades sobre los suyos».
«Los vecinos nos ofrecen comida, agua, nos hacen de guía...En realidad, aquí todo el mundo ayuda a todo el mundo. Es alucinante», aseguran. «A nosotros vinieron de la peña taurina Toriles a invitarnos a comer con ellos. Han montado un comedor para todo aquel que lo necesite y allí nos ofrecieron fabas, macarrones...Una semana después de la DANA, la gente está muy cansada, pero sigue volcándose en ayudar», cuentan estos dos rescatadores asturianos, que comienzan la jornada a las ocho de la mañana y no la abandonan hasta que se hace de noche.
Hoy, junto a militares de la UME y agentes de la Policía vasca y catalana, reanudaban las labores de búsqueda en el Barranco del Poyo, aunque a la altura del circuito de Chestes, en un tramo menos pendiente y poblado. «Aquí abajo el terreno es más firme», apunta Wenceslao y Pelayo, que en la parte alta de Chiva tuvieron que moverse entre edificios que «quedaron colgando» al borde del barranco y sortear saltos de tierra de hasta quince metros. Aun así, el rastro que ha dejado la avalancha de barro, escombros y coches aguas abajo resulta igualmente impactante. «El caudal, al crecer, comió terreno de ambos lados, dejando un surco de orilla a orilla de unos 200 metros. Es impresionante», describen estos dos rescatadores asturianos, que prevén regresar a Asturias durante el fin de semana.
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