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A Isabel Rodríguez (Gijón, 1993) el Covid-19 le ha tocado muy de cerca en lo personal y profesional pero a la vez muy lejos de los suyos. Esta enfermera asturiana que trabaja en un hospital público de Madrid se encuentra desde hace ... 13 días de baja, confinada en su piso sola, con un negativo en el test de coronavirus pero alejada de sus pacientes por precaución ya que los síntomas apunta a que lo suyo pueda ser un 'falso negativo'. Con la vista puesta en un nuevo test que le permitirá, en el mejor de los casos, poder incorporarse a su trabajo la próxima semana, esta profesional de la sanidad guarda también otra esperanza a largo plazo, para cuando todo esto pase y se quede en una pesadilla: que se cuide a la enfermería y a los enfermeros, muchos de los cuales trabajan en precario, porque, como ella misma dice, «sin enfermería el mundo se cae».
En primer lugar, ¿qué tal está?
Bueno, ya estoy bien. Llevo 13 días de baja en casa y desde el cuatro de abril estoy sin síntomas, pero el protocolo dice que, desde que uno está bien, tiene que esperar 14 días a hacerse un test y comprobar si da positivo.
¿Le han hecho algún test ya?
Sí, cuando llevaba nueve días trabajando me empecé a encontrar mal, con tos, dolor de espalda, diarrea, fiebre... Me hicieron un test y dio negativo aunque me he tenido que quedar de baja porque, dados mis síntomas, se temen que pueda ser un falso negativo y por precaución debo estar aislada.
¿En qué situación profesional le cogió esta pandemia?
Yo trabajo en la planta de cirugía general en uno de los hospitales públicos más importantes de Madrid. Allí llevaba dos años y medio trabajando a media jornada y precisamente ahora me habían hecho un contrato de jornada completa para cubrir una baja maternal con la que espero trabajar, con suerte, hasta septiembre. Después me tocará estará estar pegada nuevamente al teléfono a la espera de nuevos contratos.
¿Por qué se ha ido a trabajar a Madrid?
Porque aquí los contratos son más largos y me permiten tener una mayor estabilidad personal. Yo estudié enfermería en León y, cuando terminé la carrera, me volví a Gijón donde estuve viviendo un año. Durante ese tiempo, el SESPA me llamó para trabajar 13 días. Mientras, me ganaba la vida como monitora de 'spinning' y vivía pendiente del teléfono porque, si te llaman para un contrato en la sanidad pública y no te incorporas inmediatamente, te penalizan. En Madrid, al menos, te llaman como mínimo para contratos de dos meses.
En estos nueve días de contrato, ¿qué le ha tocado vivir del Covid-19?
Debido precisamente a la enfermedad que yo también padezco todavía me he enfrentado poco a ella, pero por lo que sé de mis compañeros la situación es compleja por la saturación tanto de las instalaciones como del personal. Si, por ejemplo, antes había 15 plantas con pacientes ingresados, en este momento 12 están llenas de personas afectadas por Covid-19. A esto hay que sumar la falta de medios. Yo siempre he trabajado con EPI pero las imágenes de compañeros protegiéndose con bolsas de basura son reales y las mascarillas escasean.
Esto, en una profesión que lleva años denunciando la precariedad y la saturación...
Claro. Hay que tener en cuenta que en países como Inglaterra la ratio de paciente por enfermera es de cuatro o cinco, mientras que en España se sitúa en los 15 o 16 pacientes. ¿Esto qué quiere decir? Pues que si un paciente se te pone muy malo el resto queda prácticamente desatendido. No es difícil imaginar que la situación ahora es mucho peor y las compañeras que no están en Urgencias también lo sufren.
¿En qué sentido afecta?
Afecta porque si tenemos que seguir los protocolos, por ejemplo para quitarnos y ponernos un EPI, eso lleva un tiempo. Ahora hay que hacerlo siempre y si la saturación del personal ya era elevada antes ahora es peor.
¿Qué es lo más frustrante?
La falta de material. Pese a que digan que hay suficiente, las mascarillas que estamos utilizando deberían ser de un solo uso por turno y esto no se está haciendo así. Por otro lado, las mascarillas FFP2, las que usamos los enfermeros para no contagiar a los pacientes y para no contagiarnos nosotros, por ejemplo, no están disponibles para otros profesionales como celadores o auxiliares de enfermería que se ven expuestos a la misma situación de riesgo que nosotros. Lo mismo pasa con las batas, que no usamos las mismas. Me frustra, por ejemplo, que los trajes se estén lavando para reutilizarlos cuando no sé si eso es lo más adecuado. Y me frustra también que nos veamos desbordados porque no damos abasto para atender a tantos pacientes.
A nivel asistencial, esto no es una gripe más...
No lo es porque influye mucho la forma de contagio. Es un virus que entra en el organismo y pocos días se empeora mucho. Hay gente a la que les falta el aire, se les hace una placa y en poco tiempo tienen una neumonía bilateral horrible.
¿Está el personal de enfermería preparado para afrontar una situación así?
A todos nos ha cogido esto con el pie cambiado pero el personal está preparado. Es decir, cada pandemia y cada virus es distinto, pero recibimos protocolos actualizados a diario por parte de nuestros supervisores. Yo tengo formación en Urgencias y puedo decir los EPIS es un temario en sí mismo.
¿Qué es lo que más gratifica?
Que mis pacientes salgan adelante pese a estar muy malos. Por ellos y por sus familias que no pueden estar cerca en estos momentos. También me gratifican los agradecimientos y que entre los compañeros hayamos hecho más equipo que nunca.
¿Qué le pediría a quienes gestionan la sanidad cuando todo esto pase?
Que tengan en cuenta que la precariedad de las enfermeras viene de antes. Ahora hay más visibilidad pero son muchos los años que se han vivido de en condiciones muy malas, con contratos muy cortos, con muchos baches para poder llegar a donde hemos llegado y sin estabilidad personal ni profesional. Por poner un ejemplo, creo que el tema de la especialización en Enfermería debería analizarse a partir de ahora. Hay enfermeras que nunca han trabajado con niños y que de la noche a la mañana las llaman para una planta de neonatos. Se tragan los nervios y van porque si no pierden un contrato.
¿Cree que la sociedad valora más ahora el trabajo de las enfermeras?
Creo que a partir de ahora será más valorada. No hay que olvidar que las enfermeras sufren muchas agresiones e insultos porque son el muro de contención de situaciones difíciles que viven los pacientes y creo que esto no debe ser así. También espero que la pandemia sirva de punto de inflexión para que la sanidad se vea como una prioridad en este país.
¿Cuál es su proyecto de futuro?
Volver a Asturias con mi familia que en estos días, además, la he echado mucho de menos. Estar en casa confinada me ha hecho pensar muchas cosas. Ha sido duro para mí pero también para los míos.
¿Qué es lo que más echa de menos estos días?
No lo suelo echar de menos pero tengo ganas de ver el mar. Pero, sobre todo, tengo ganas de estar con mi familia y con mi perro, que ahora está en casa de mis vecinos. Afortunadamente hago videollamadas a mi madre y mi abuela me llama todos los días. Esto me ha ayudado mucho porque cuando estaba peor por la enfermedad estuve muy nerviosa.
Por su experiencia, ¿seremos distintos después de todo esto?
Sí. Valoraremos más lo que tenemos. Yo estoy muy agradecida por ejemplo a mis vecinos. Son ellos quienes me hacen la compra, a veces me hacen la comida, cuidan de mi perro... El día 29 de marzo fue mi cumpleaños y me dejaron una tarta en la puerta y me cantaron el 'Cumpleaños feliz'. Me aplauden cuando voy a trabajar... Eso es importante para mí porque estoy sola aquí y lejos de los míos.
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