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A. VILLACORTA
GIJÓN.
Lunes, 9 de agosto 2021, 01:37
Cuántas veces habremos oído aquel consejo ancestral: «Y lleva una rebequina, por si refresca». Unas palabras que a la periodista, escritora y 'podcaster' gijonesa Cristina Mitre (1977), que bate récords en España con sus programas de salud y bienestar (los escuchan entre 340.000 ... y 370.000 personas al mes), le suenan a gloria bendita, a caída del maná en medio del desierto.
«Teniendo en cuenta el mes de julio que vino, entiendo que muchos asturianos se desesperen con lo que la mayoría considera mal tiempo y que el tema monopolice las conversaciones, pero yo estoy encantada, la verdad. De lo que más ganas tenía este verano era de comer la sopa de mi madre, de pasar frío, de ponerme una chaqueta», revela esta divulgadora con miles de seguidores especializada en traducir complejos conceptos científicos para que los entienda el común de los mortales sin perder rigor con la ayuda de expertos de la talla de Carlos López Otín o Margarita del Val.
Porque Mitre ha vuelto a casa este estío por vacaciones desde Dubai, donde reside junto a su marido y a donde se mudó con sus más preciadas posesiones a cuestas («allí, en un armario, están desde 'El libro gordo de Petete' hasta mi vestido de novia») sin fecha definitiva de regreso.
«Y allí he llegado a estar a 52 grados. Te achicharras. Te arde todo el cuerpo. No se puede resistir», relata los rigores de los Emiratos Árabes. El lugar del mundo en el que le pilló «un confinamiento muy duro». Tres semanas recluida en un piso 54 en pleno centro dubaití. Y luego, cuando hubo toque de queda a las ocho, sobresaltándose con «una alarma que sonaba en los móviles que indicaba que ya no se podía estar en la calle porque cada noche desinfectaban toda la ciudad con drones».
«Me agobié un poco, así que, por moverme algo, decidí subir las escaleras hasta nuestro piso. Aunque confieso que lo hice solo una vez porque los gemelos se me pusieron en la garganta. No veas qué dolor», se ríe ahora recordando aquel trago.
No es de extrañar que estos días de Semana Grande sean los de la revancha, los de no parar o parar cuando le viene en gana: «Después de aquello, este es mi verano». Y la podrán encontrar subiendo por la mañana hasta el picu Pienzu y, por la tarde, jugando al tenis «después de dormir una buena siesta». O dándole caña a la zapatilla en el 'Kilometrín' y, luego, tomando algo.
Porque -sostiene la Mitre- «una de las pocas cosas buenas que nos ha dejado esta pandemia, además de que cocinamos más en casa y cuidamos más lo que comemos, es que, después de estar encerrados, tenemos ganas de aire libre, de monte... y el verde tiene un precio. Que mucha gente ha integrado el deporte en su ocio». Eso sí, advierte de que no le sirve «la excusa de que está nublado para no echar protección solar»: «La radiación ultravioleta acecha igual».
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